Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
.
En tiempos normales, la solidaridad es virtud que ha
permitido la vida social de muchos salvadoreños. Gran parte de la población
vive en una crisis constante, pero es aliviada por la solidaridad de sus
familiares, amigos o extraños. Actualmente, por las medidas gubernamentales la
solidaridad forzosamente, tendrá que desaparecer, porque las personas y las
familias, ya no podrán satisfacer sus propias necesidades y mucho menos, ayudar
a otros.
La sociedad salvadoreña, en cuanto a su relación
económica con el Estado, puede dividirse en cuatro segmentos: 1) grandes contribuyentes,
2) generadores de IVA y renta (pequeña y mediana empresa, natural o jurídica),
3) asalariados 4) personas fuera del sistema. Estos cuatro segmentos son todos
responsables del bienestar social, en su conjunto.
Podrán sobrevivir los grandes contribuyentes, en
cuanto sean útiles al Estado, conforme al criterio del Gobierno y, sea
necesaria su actividad, para el desarrollo nacional, por el hecho que son los
epicentros de la actividad económica: significativa es la presencia de Bobby
Murray Meza, quien siempre ha sabido ser contemporizador con todos los
regímenes, e incluso con la antigua guerrilla.
La carga económica, ha recaído sobre la numerosísima
clase media, que genera IVA y renta, en
una intermediación entre el gran contribuyente y los asalariados, el remanente
de esta actividad, llega a los que están fuera del sistema; se agrupa aquí, la
inmensa mayoría de pequeños propietarios, que viven del alquiler de un inmueble
y, por el desorden en que se ha desarrollado la ciudad, y las necesidades no
cubiertas por la seguridad social, muchas casas de habitación, son hoy locales
comerciales o de habitación, que no podrán percibir el alquiler, pero que sí deben
cumplir con el “hecho generador”: pagar los impuestos respectivos. Este segmento
sufrirá la mayor iliquidez y, en consecuencia, la solidaridad desaparecerá.
Los asalariados conservarán su liquidez, pero no por
mucho tiempo, pues al alcanzar la curva de sostenibilidad, a las empresas de
las que dependen, sus trabajos serán insostenibles, causando incapacidad para
la solidaridad, impidiendo la recuperación social. Un ejemplo de ello, son las
pérdidas de la industria del café que está en vías de extinción, al cerrar los
beneficios por la incosteabilidad, su maquinaria vendida a otros países y las
fincas parceladas o abandonadas.
Dentro de este segmento, se encuentra el sector
informal, que alquila o posee una casa, que recibirá el subsidio de $ 300.00 dólares,
pero que luego tendrá que cancelar sus obligaciones contractuales, luz y
teléfono a otros particulares y Gobierno central y local, si la actividad económica
no existe, tendrán serios problemas e incapacidad para la solidaridad, no por
voluntad, sino por carencia propia.
La cuarta categoría, la forman los indigentes o
quienes realizan los trabajos más humildes y en muchas ocasiones, ni DUI o NIT
poseen: viven en mesones, comunidades piratas o las calles; están alejados de
la ayuda gubernamental y necesitan asistencia directa, en estos momentos,
porque trabajan llevando bultos en los mercados, tareas mínimas diarias o,
pidiendo limosna en una esquina. Sufrirán, porque la solidaridad es ya imposible.
En todos los niveles es posible apreciar la
solidaridad entre parientes, conocidos y aún con extraños, pero en la
actualidad, si se carece hasta de lo necesario, la solidaridad, no es posible. El
Gobierno pretende que cada hogar subsista con un salario o con una asistencia
gubernamental, sin que haya posibilidad para la solidaridad que beneficia al
necesitado; los hogares, en base a la solidaridad, permiten la convivencia
social.
Sostener este sistema, sólo lo podrá hacer el
Gobierno, por vía de la fuerza: dictatorialmente, como lo fue en Cuba, en enero de 1959, por
Fidel Castro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario