Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Viven, El Salvador
y Guatemala, un mismo fenómeno político, aunque desde dos puntos diferentes y
opuestos, motivados por el resentimiento hacia la clase política; es un
aglutinamiento de fuerzas anti-sistema, que pudiese dar lugar a una sinergia de
destrucción del sistema; vemos sólo el afloramiento de la insatisfacción, sin
que puedan la Derecha o, las fuerzas pro-sistema, contrarrestarla para
preservar el sistema democrático y republicano, tal como lo conocemos y lo hemos
vivido.
La acumulada
insatisfacción social, causa malestar generalizado y, rechazo al sistema
democrático, por bueno que sea: se siente más la insatisfacción, que el
bienestar en que se vive, sin que exista organización específica, sólo la
insatisfacción generalizada y sin importar la visión futura, pues cada quien,
en dicha concepción, tiene pretensiones propias que socialmente, se vuelven
difusas, pero encaminadas todas, a la destrucción del sistema.
La insatisfacción
generalizada ha provocado, en el Medio Oriente, un cambio en la percepción
política, que dio origen a la Primavera árabe; los Indignados y Chalecos
amarillos están provocándola en Europa, cambios del sistema; los ANTIFA
(antifascistas) exigen transformaciones en Estados Unidos, la exigencia del
cambio constitucional en Chile, ha logrado promover el cambio en la percepción
política y, el mismo proceso, se lleva a cabo en Centroamérica. Cada proceso es
por insatisfacciones y, en condiciones diferentes, pero por vía de la fuerza,
obligan a un cambio en el sistema.
Vemos en Guatemala,
como estas fuerzas de insatisfacción y coaligadas, han llegado al extremo de
quemar el Palacio Legislativo y modificar la voluntad política del Gobierno, lo
cual, ha enseñado al guatemalteco que, con la presión en las calles, puede dominar
al Gobierno.
Fue, gracias al
resentimiento contra el sistema, que Bukele consiguió el poder. Ahora que lo
tiene, en vez de sostener el sistema que lo eligió, procura cambiarlo, es lo
contrario de lo que sucede en Guatemala: que, desde las calles, se amenaza el
cambio.
La resistencia que
se hace en El Salvador, por preservar el sistema, entra en colisión, con el
aparato mismo del Estado, que ha cambiado, desde el concepto jurídico, para
aplicar otra idea y lograr el cambio de la función pública (deconstrucción).
Siendo ejemplo: el abandono de algunas funciones policiales, que hoy exige la
fiscalía, para el cumplimiento de su función o, del fuero, para evitar que los
Ministros acudan a la Asamblea a rendir cuentas, en la potestad de investigación
en las instituciones públicas, por la Fiscalía y CCR o, incumplimiento de
sentencias.
Este tipo de
movimientos de descontento, tiene una persona que surge como cabeza o símbolo
del mismo o, quien recoja los frutos, del descontento generalizado, pero sin
una estructura identificable, como las existentes en el sistema partidario; por
ello la apreciación de la fuerza de Bukele, se ha subestimado, tanto como creer
que el sistema mismo podrá contenerlo, como sucedió con el FMLN, en su
Gobierno.
La amenaza del
empleo de la fuerza, para la inscripción de los candidatos de Nuevas Ideas,
está basada en el rechazo al sistema y, la exigencia de cambiarlo. El anuncio
de ARENA sobre la corrupción, afirmando que muchos de sus funcionarios fueron
corruptos, reforzará la posición anti-sistema, pues es aceptación, de lo
perverso del sistema que representa y no de acciones independientes, aisladas de
funcionarios, en actos ajenos a sus fines y objetivos partidarios y quienes hoy,
se encuentran en la cárcel. Será utilizado por Bukele, electoralmente, en lucha
contra el sistema democrático.
Necesita Bukele,
atizar el odio y resentimiento, para que su corrupción no le afecte y destruya
su propio poder (principio de transposición). Por lo que, acrecentará sus
ataques, como medio de defensa.
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