Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Todo cuanto ha
sucedido en el Capitolio –Estados Unidos- el día 6 de enero del presente año,
se ha comparado con las disputas de las elecciones, en las Repúblicas Bananeras
(mote despectivo que, en los Estados Unidos, se da a las Repúblicas
centroamericanas por sus débiles o nulas democracias). Debe servir de advertencia,
para cuando se altera el orden jurídico, en su proceso más crítico, el
electoral. Este proceso, actualmente en El Salvador, ha entrado ya a una fase
de anarquía controlada.
Las elecciones son
de diputados y alcaldes, pero el Presidente hace campaña, como si estos
funcionarios, fuesen a estar a su servicio y voluntad, en el aparato Estatal;
esto, según los spots publicitarios, siendo que los funcionarios, lo son sólo,
de la nación, para la nación y por la nación. El término pueblo, ha sufrido en
su significado, una deconstrucción: de ser sinónimo de ciudadanía, ahora es
sólo la voz del populismo, en boca de un autócrata, legitimado por un proceso
electoral.
El proceso
electoral salvadoreño, ha pasado del cambio lingüístico, a acciones concretas
para la eliminación sistemática de la propaganda opositora y, la utilización
del aparato del Estado, en favor de los candidatos del Presidente, que corren
por Nuevas Ideas y GANA, en una forma de fraude electoral. Como reacción,
muchas alcaldías han retirado la propaganda oficial, instalada en propiedad
municipal, generándose anarquía, pues en controversia, resuelve el Tribunal
Supremo Electoral, constituido luego de los acuerdos de paz. Se resuelven hoy
las controversias, por la vía de hecho y no, de Derecho.
La anarquía
imperante, débese a la propaganda que afirma que el TSE, controlado por los
partidos políticos, obedece a la oposición, contra el Presidente Nayib Bukele,
por lo que sólo dos son los bandos en contienda: el Presidente y la oposición.
Esto ha causado un caos controlado, pues el TSE ya no es un ente rector.
Inició el caos
controlado, con el llamamiento al pueblo para invadir a la Asamblea Legislativa.
Como éste no respondió, lo substituyó por la PNC y la Fuerza Armada, sin
consecuencias graves, minimizado por los Diputados allegados a Bukele. La
impunidad de tal hecho, permite que la anarquía impere y se proponga una
Revolución, como gritan sus Troles. Así la anarquía va creciendo y afirmando el
concepto de que El Salvador, es sólo una República bananera.
Si las fuerzas
vivas salvadoreñas, no se imponen, en nuestro presente proceso eleccionario, en
apoyo al TSE y a la institucionalidad del país, veremos seguramente, un mayor
caos al acercarse las elecciones, pues si el oficialismo pierde, buscará la
forma de imponerse por la fuerza o el soborno y, si llega a ganar, procurará
legitimar todo lo hecho anteriormente, mediante una nueva Constitución, sin
respetar los principios de la actual.
Ya iniciamos un proceso inconstitucional, en
contravención al Art. 248 Inc 2 y 3, que dicen:
“La reforma únicamente puede ser propuesta por los
Diputados en un número no menor de diez.”
“No podrán reformarse en ningún caso los artículos
de esta Constitución que se refieren a la forma y sistema de gobierno, al territorio
de la República y a la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la
República.”
El proceso de estudio para la reforma de la
Constitución, iniciado por el Presidente Bukele y ejecutado por su
vicepresidente, depende de la fuerza que ejerzan en estas elecciones, para
lograr la legitimación de su proceso Revolucionario. Sólo los salvadoreños
pueden, con su voto y, con la defensa del mismo, poder detenerlo, antes que
entremos a un caos mayor que el actual y que podamos desprendernos del mote: República
bananera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario