Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
La forma que en El
Salvador se está llevando la política, es de guerra interna, cuyo fin es crear
un nuevo orden, por medio de una Revolución, que cambie nuestro tradicional
estilo de vida, en detrimento del sistema republicano y democrático.
El sistema político
republicano y democrático, fúndase, en la mayor posible participación ciudadana,
en el período electoral, sobre candidatos claramente identificados con una
ideología o principios partidarios. En cualquier problema social que pudiese presentarse
a futuro, el votante podrá saber de antemano, cuál será la posición que tomará
su funcionario electo y que obedecerá a la intención mayoritaria de la
sociedad. Si se desviase de su mandato, sería castigado con un voto de rechazo.
La confianza irá a otro candidato o, a una ideología diferente.
Este es el sistema
que prescribe nuestra constitución, en el ARTICULO 85.-“El Gobierno es
republicano, democrático y representativo. El sistema político es pluralista y
se expresa por medio de los partidos políticos, que son el único instrumento
para el ejercicio de la representación del pueblo dentro del Gobierno. Las
normas, organización y funcionamiento se sujetarán a los principios de la democracia
representativa.
Este principio
fue roto por primera vez, cuando la Sala de lo Constitucional permitió las
candidaturas independientes (que no han dado resultado en la práctica),
introduciendo criterios jurídicos, ajenos a nuestro derecho, pero acordes con
la deformación del sistema democrático, introducida por el pensamiento
Revolucionario: pone al partido político, como estructura cuyo único fin, es el
lucro personal y el control económico oligárquico, generalizando la conducta
delincuencial de algunos funcionarios. Este criterio vece reforzado, por la
poca apertura de las cúpulas partidarias.
El segundo rompimiento
constitucional se da, cuando dos partidos políticos de diferente tendencia,
participan juntos, bajo el auspicio de Nayib Bukele. Cuando los candidatos
carecen de méritos propios, se cobijan bajo la bandera de su partido, más ahora,
lo hacen, bajo la sombra autoritaria de Bukele. Lo que es, en sí mismo, un
fraude al electorado, pues éste, al votar, no lo hace por el candidato, sino
por un arrastre político, que sólo augura la tiranía absoluta.
La práctica
electoral ha sido: “hacerse querer por el votante”, mostrándose como bueno y más
dadivoso que los otros y que, resolverá todos los problemas personales, por una
acción directa y no, por facilidad propia del sistema republicano para el
desarrollo personal Esta práctica, ha conducido lentamente hacia el populismo,
fortaleciendo la idea de la Sala de lo Constitucional, de la necesidad de
romper el esquema partidario, sin percatarse, que se está derribando el sistema
democrático.
Por esta razón,
la propaganda de Bukele, basada en la anti política, ha dado resultado y
ejecutada por estructuras políticas, que luego de alcanzado el poder, lo
convertirán en dictadura. Es el caso de Nicaragua, Venezuela, Bolivia y
Ecuador.
La falta de
participación ciudadana en el proceso electoral, causa que estructuras mínimas,
como las que apoyan a Bukele, sean magnificadas, por su activismo directo o por
sus Troles, en detrimento del sistema democrático.
La deformación
de los conceptos, propia de la propaganda de esta minoría, ante la ausencia de
una respuesta contundente, fuera de la de los partidos políticos, les permite
que aseguren que son mayoría.
Un nuevo
fenómeno, es que el populismo exige una conexión fuera de la institucionalidad:
del dictador a la masa, con lo cual, al controlar la expresión fuera del sistema
eleccionario, puédese controlar también, las instituciones.
El Ejecutivo
está llevando una guerra por poder, sacrificando irresponsablemente la vida del
país, olvidándose de las palabras de Tzun Tzu: “un pueblo destruido no
puede hacérsele renacer, y la muerte no puede convertirse en vida”.
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