Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Un barco es nuestro país: conducido va directamente, a
la vorágine geopolítica mundial, olvidando que no ha sido tal, el mandato
electoral; constituye un cambio radical de vida para los salvadoreños: inicia
con un cambio en el trabajo y culminará, con la supresión, de nuestras garantías
individuales. Sólo podrá salvarnos, nuestra capacidad de resistencia al
régimen, aunque los colaboracionistas, pretendan imponer sus intereses, conformes
a potencias extranjeras.
Las condiciones geográficas, son naturalmente
inalterables e inamovibles, pero la actividad humana, las modifica y asígnales un
papel decisivo y variante en las relaciones del poder mundial. Tal se aprecia,
en el estudio: “Geografía del Cambio Global: Algunos efectos en la organización
del espacio geográfico”, publicado por la Universidad de Colombia o, en la obra
“El Individuo como sujeto geográfico: interés y modernidad de las concepciones
de Elisée Reclus”.
Las acciones del Gobierno, están conduciéndonos
directamente, a la vorágine de la lucha de poder hegemónico, entre Estados
Unidos, Rusia y China. Es situación, ya descrita por Tucidides en la “Historia
de la Guerra del Peloponeso”: sucedió hace 2,400 años, pero han sido en la historia,
una constante: cuando existe una potencia hegemónica o, superpotencia (país que tiene un gran poder político y
económico sobre otros y los mayores adelantos científicos tecnológicos y
técnicos, unidos a una supremacía militar), y aparece una emergente, disputando
su hegemonía, el riesgo de confrontación es mayor.
Fue total la hegemonía de Estados Unidos, luego del
colapso de la Unión Soviética, que sucumbió por el peso de su gasto militar,
sin generar ingresos y el consumo de los recursos de sus satélites. Estuvo
China a punto de sucumbir, pero ideó el modelo “dos sistemas, una China”, que
combinaba el capitalismo fuera de China, con su dictadura interna, sacrificando
a su población: su producción se basa en
los salarios más bajos del mundo globalizado.
Hoy Rusia, se levanta enarbolando la bandera del
nacionalismo y el conservadurismo ortodoxo: es nacionalismo que sólo puede
beneficiar a Rusia, no a extraños. Por su parte, China ve una revancha hacia
occidente, por sus años de coloniaje y la explotación sufrida, pero usando las
mismas técnicas del capitalismo, como arma política y no, forma de enriquecimiento
y bienestar, como se entiende en occidente.
Bukele, nos lleva al nudo de dicho conflicto: no es de
extrañar, que existan colaboracionistas, como se aprecia en esta nota. “La Cámara Salvadoreña de la Industria de
la Construcción (CASALCO) espera que exista participación de empresas locales en los proyectos de infraestructura
que China financiará en El Salvador a partir del acuerdo de cooperación bilateral que
aprobó la Asamblea legislativa autorizó esta semana”, una situación que
denota intereses económicos presentes, frente al riesgo de cambio del modo de
vida de la mayoría de los salvadoreños o, su futuro desalojo de la zona costera
reclamada ya, por China.
Son muchos los ejemplos
en que China presta millones y luego cobra en bienes, no sólo del Estado, sino
del territorio mismo, con perjuicio de miles de nacionales, sobre todo en
países pobres y cuyos gobernantes ocupan la corrupción, como medio de
mantenerse en el poder.
China no necesita sólo
a El Salvador, para su lucha, necesita a Centroamérica, pero la cabeza de playa es nuestro país, y para ello, busca colaboracionistas,
que defiendan por conveniencia sus intereses, entendiéndose únicamente, con
dicha cúpula. Por esta razón, es necesario una resistencia nacional, por sobre conceptos
ideológicos, expresados en las luchas partidarias y presentar un frente común,
contra el nuevo invasor y sus colaboracionistas.
La resistencia no es en favor de Estados Unidos: es en
favor de El Salvador y nuestra forma tradicional de vida.
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