Por
Lic.
Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Se encuentra El Salvador, bajo
una Dictadura Constitucional, en vía de convertirse en Dictadura Militar, sin
que el poder resida en la Fuerza Armada, pero sí, marque el desaparecimiento de
la PNC, tal como fue concebida por los Acuerdos de Paz de 1992: será
substituida, por un nuevo cuerpo o, transformada en sus funciones.
Dictadura Constitucional, es
término que designa la vigencia material de la Constitución, pero no, su
aplicación, pues el Estado es controlado por una persona o, un grupo,
utilizando como razón última, la fuerza ejercida por las estructuras coactivas
del Estado (Fuerza Armada y Policía). Véase “La Dictadura Constitucional en
América Latina” del político, jurista y diplomático mexicano, Diego Valadés
Ríos.
La Dictadura Constitucional,
en el caso nuestro, lleva en sí misma, una contradicción: si bien el Gobierno asegura
tener la aceptación pública o popular, afirmando por ella, su legitimidad, y declarando
la mayoría de sus acciones, “bajo reserva” o sea, que no pueden ser conocidas
por el público, no obstante, no ser de Seguridad Nacional. Las garantías
constitucionales se suspenden: no se ejecutan 28,000 órdenes de captura judiciales,
generando un retraso en la administración de justicia y un colapso judicial por
los procesos masivos. Se posee la fuerza política, para modificar el Presupuesto
General de la Nación: no se realiza dicho trámite, ejecutando los gastos
públicos, bajo el “principio de emergencia o urgencia”, declarando dichos
gastos en “reserva”. Los funcionarios públicos, no declaran su patrimonio,
afectando la función constitucional de probidad y contraloría pública.
Estas acciones, revelan ocultamiento:
si tuviese la plena aceptación popular, no tendrían razón para ocultarlas, por
lo que debe suponerse, que la aceptación popular, en la cual funda su
“legitimidad”, en realidad no existe: es efecto, de márquetin político, que
necesita de la fuerza, para mantenerse.
La razón de tal concentración
de poder, es que la nueva estructura política del Estado, al restringir la
libertad económica, obliga a las estructuras económicas, a apoyar al Gobierno, condición
para mantener sus negocios a costa del Estado. Sin embargo, en la medida que se
profundice la Dictadura, se creará un círculo, que ahogará a las empresas
allegadas al Gobierno o, serán sacrificadas, para justificar el populismo (acusándolos
de ser responsables de la crisis económica del país).
Un régimen de excepción
constante, obliga al uso conjunto de la PNC y la Fuerza Armada,
desnaturalizando sus funciones Constitucionales. Por lo que al dotarlas de equipo
nuevo (vehículos, armas, drones, cámaras etc.) se piensa en un uso conjunto,
como un solo cuerpo, que abarque las funciones de Seguridad Pública y la
defensa de la soberanía del Estado.
Esta situación, cambia el fin
y objetivo de la PNC luego de los Acuerdos de Paz de 1992. Lo mismo sucede con
la Fuerza Armada, pero dicho cambio, se notará menos al inicio, por la
multiplicidad de funciones que realiza dentro del Estado. A la larga, se terminará
creando un solo cuerpo PNC-Fuerza Armada, cuyo único distingo, sea el color del
uniforme y no, sus funciones. Este proceso ya se dio a inicio de los años 80,
cuando la Fuerza Armada y los cuerpos de Seguridad Pública, cumplieron
funciones similares y por lo cual, en los Acuerdos de Paz, se estableció la
clara diferencia, entre ambos cuerpos coactivos del Estado.
A más violaciones
Constitucionales, mayor desnaturalización de los cuerpos coactivos del Estado. La
reelección Presidencial, pudiera ser la línea roja que haga desaparecer la
Dictadura Constitucional y surja la Dictadura Militar, lo cual nos llevaría a
un mayor deterioro económico y la exclusión del empresariado, del círculo de
allegados del Presidente Bukele.
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