Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
San Salvador, 23 de abril de 2013.
Tomando en cuenta la
cercanía del último triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela y, sobre todo,
el férreo control estatal que se ejerce sobre el aparato electoral, más el
control territorial forjado por la dependencia de la ayuda estatal, por empleo
directo o subsidiariedad, era previsible el triunfo del Chavismo. También, era
de prever, que no habría un cambio en el discurso de Maduro, en relación con el
sostenido por Chaves, pero sí, un cambio
de actitud hacia la oposición y, sobre todo, en sus relaciones internacionales,
mostrando más tolerancia, con el fin de obtener plena legitimidad y, sobre
todo, gobernabilidad, para enfrentar una
presidencia con graves problemas económicos internos y, con una creciente
oposición.
Sin embargo, los
resultados electorales, fueron sorprendentes: un triunfo de Nicolás Maduro muy
estrecho, lo cual demuestra que, el triunfo pasado de Chávez, fue resultado de los
factores antes mencionados, más su propia popularidad, hoy irrelevante, pese a los intentos de mantenerlo vivo en el
sentimiento de la población. Las elecciones venezolanas del 2012, forjaron, a
Enrique Capriles con un fino sentido de la prudencia política, como un verdadero líder de la Derecha Venezolana.
Últimamente se ha querido
comparar estas elecciones de Venezuela con las efectuadas en dicho país en diciembre de 1968, en las que obtuvo el
triunfo electoral, Rafael Caldera
(COPEI) frente a Gonzalo Barrios (AD), en las cuales hubo una diferencia, de
tan sólo un 0.84%, mientras que ahora, la diferencia fue de 1.77% a favor de
Maduro. En 1969, asume la Presidencia de Venezuela, Rafael Caldera, en una
situación política muy complicada, pues no controlaba el Congreso y, su triunfo,
había sido muy reñido y, sus contendores más alejados en votación, La Unión
Republicana Democrática (URD) y el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP)
sumaron el 42.66% de la votación total, la cual llegó a un 96.73% de votación
de las personas registradas en Venezuela, para la emisión del sufragio, que era
de cuatro millones de personas.
La habilidad de
aglutinar personas en derredor de una idea común, fue el sino de Rafael
Caldera, lo cual quedó demostrado en su
mandato. Sin embargo, la realidad venezolana actual, es otra, pues existe una
polarización total, lo cual queda demostrado mediante la votación de
terceros, que fue de tal solo un 0.24%.
Esto se debe a que, lo que se está hoy debatiendo en Venezuela, es un modelo nacional
y no puramente, meras propuestas de gobierno o, la propia imagen de un
candidato.
El discurso de Maduro,
el día de las elecciones, fue muy revelador: una profundización en la política,
de la economía y, en las relaciones internacionales, de las ideas de Chávez.
Ese día, tales proposiciones fueron tomadas como pura retórica electoral, pero claro está que no será así: las
amenazas directas hacia la oposición y,
sobre todo, la interpretación de toda mención sobre el problema venezolano,
como un ataque directo a su régimen, denota una afán de imitar a su predecesor
Hugo Chávez.
Enrique Capriles, en un
mensaje a Maduro, le dice: “Hagas lo que hagas, la ilegitimidad no te
la quita nadie”. Y, precisamente, en ese hecho, radica el mayor
problema de Maduro: tiene en su contra, a una comunidad internacional que
observa a un Presidente intolerante y, con un muy débil reconocimiento interno, que pretende gobernar
por medio del miedo y su guía, es la intolerancia ideológica y no, la solución
practica de los conflictos, que es lo que se espera de un gobernante, en tales
condiciones. Por ejemplo, el haber señalado al Diputado Roberto d´aubuisson, responsable
de una conspiración en su contra y, no haberlo detenido cuando pisó suelo
venezolano, para pedir explicaciones por tal difamación con él y la derecha salvadoreña, restó credibilidad al Gobierno de Maduro y más
aún, al FMLN y al Presidente Funes, que se hicieron eco de la verdad de tal
conspiración. Así mismo, el anunciar la
posible detención de Enrique Capriles y Leopoldo López, demuestra la supeditación
a la política, de la institucionalidad venezolana.
Ante las amenazas de
Maduro, de impedir la marcha sobre Caracas, Enrique Capriles, con visión
política, la suspende, pero no renuncia a la protesta pública, pues si la marcha
se hubiese realizado, muy probablemente
hubiese generado un hecho sangriento,
sin que produgese beneficio a la causa democrática venezolana. La decisión de apegarse
a la Constitución y no confrontar innecesariamente, denota la capacidad de
mando y unidad, dentro de la Derecha venezolana, una unidad forjada por el
mismo chavismo. El total apego a la legislación electoral venezolana, por parte de la oposición, no modificará el
resultado de la elección, declarada ya, en firme, con la toma de posesión, pero
tiene otro efecto demoledor para Maduro: ha sido evidente que, el chavismo tiene
necesidad de destruir los comprobantes físicos de la voluntad ciudadana, para
evitar una auditoría de la votación. Esta acción del chavismo, resta
legitimidad al Gobierno de Maduro.
La caída del régimen de
Maduro parece ser, sólo cuestión de tiempo, pues la radicalización de su posición,
réstale reconocimiento internacional y, la crisis económica, rompe la cohesión
del régimen. Mientras que, por otro
lado, la oposición crece por derecho propio y no sólo, por la insostenibilidad
de la izquierda.
La persistencia de un régimen socialista sin recursos, es
imposible, dura mientras consume los recursos generados por la empresa privada
y los del Estado. Venezuela, sólo ha sido una prueba más de esta realidad. Hoy,
Centroamérica con la ayuda venezolana disminuida, muy probablemente
veremos un surgimiento de la Derecha en Nicaragua y El Salvador, pues hay
posibilidad de un endurecimiento de las políticas públicas en estos países,
sumado al descontento generalizado por
el incumplimiento de los programas de subsidio estatal, lo cual generará políticas públicas contrarias al desarrollo de
la actividad privada, en beneficio de las empresas dependientes del Estado o de
los funcionarios públicos. Es seguro,
ante tal situación, el aglutinamiento de la Derecha; ahora bien, el tiempo en que estos hechos se darán,
estará determinado por la medida en que se
resuelvan sus diferencias de poder interno, en beneficio de una causa común,
frente al modelo socialista.
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