Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
San Salvador, 18 de abril de 2013.
En estos días de
inestabilidad política, hay confusión en cuanto al significado de los términos
y valores jurídicos y sociales, de tal manera que la sociedad, expresa
significados diferentes, con los mismos términos, pero de conformidad con sus intereses
particulares o su filiación política. Creo pues, necesario y oportuno, aclarar
ciertos conceptos cuyo significado es fundamental para entender el sistema
democrático y liberal, evitando así, confusión de términos ambiguos con los
cuales se sustentan distintas formas de socialismo, en materia económica.
Adquieren una mayor
importancia, estas aclaraciones, en cuanto al significado de los términos, cuando,
de diferentes sectores, se
escuchan voces que dicen: es necesario una constituyente para que pueda adecuar
la Constitución a una “nueva realidad nacional”. El interés por ésta
“adecuación” no tienen todos ni la misma causa,
ni el mismo propósito: cada grupo tiene su propio particular interés:
para que los mandatos electorales sean más largos, otros, para evitar el funcionamiento y desgaste de
una campaña electoral tras otra, o por acrecentar los controles gubernamentales
hasta el punto de volverlos inoperantes,
que facilitaría las maniobras políticas en beneficio propio o de sus
sustentantes (no digo “representados”) otros, para lograr las transformaciones
económicas, planteadas durante el conflicto armado y, finalmente, permitir que el derecho se vuelva un
instrumento de venganza contra quienes combatieron el terrorismo durante el
pasado conflicto armado.
Es pues oportuno
referirse al concepto de empresa, por la
función que dicha institución social, desempeña en la vida nacional.
Por definición, empresa
es la asociación de personas naturales o jurídicas que se dedican a la
obtención, fabricación o venta de
productos tangibles o intangibles o, a la explotación de un recurso natural.
Esta actividad humana,
es la más antigua del mundo, está organizada como todo cuerpo social, sujeta su
existencia, a la demanda y evolución natural de las necesidades sociales y las
del Estado, como ente aglutinador del conglomerado humano. Es tan amplia e
importante la función de la empresa, que es necesario considerarla, desde
diferentes puntos de vista: como unidad de producción y en su función social y
económica.
Desde el inicio de los
tiempos históricos, toda actividad que genera recursos para la vida humana ha
sido gravada, directa o indirectamente,
para contribuir al sostenimiento del conglomerado social, sea éste,
ciudad-Estado, Civitas, Estado o, su más reciente evolución, el Estado Moderno.
Los recursos que así obtiene el Estado, provienen de una serie de actividades
diversas que generan y distribuyen riquezas,
mediante la natural cooperación humana en la producción. Esta
producción, debe ser la suficiente para
satisfacer tres necesidades: la de la producción, la del que produce y la del Estado y, además debe seguir el equilibrio natural del
incentivo al trabajo, las leyes del
mercado y la necesidad racional de los servicios y subsidiariedad del Estado.
El socialista
tradicional, ve los medios de producción como de su propiedad y, sobre todo, ve al Estado,
como el director y conductor de la sociedad, por medio de la producción. La
iniciativa individual, está limitada por los criterios estatales. La meta, para
el Estado, es la producción, siguiendo las teorías del economista ucraniano
Jrijorovch Liberman, que proponía que la rentabilidad de las empresas estatales,
vendría de un aumento de la productividad,
lo cual redundaría, en un mayor salario y beneficios para el trabajador.
En la práctica, la imposición de metas de producción, dictadas por los
requerimientos económicos estatales, dio como resultado, un descenso de la
calidad, con la insatisfacción del consumidor local y, un rechazo del producto,
sujeto a la libre competencia, en un mercado exterior, teniendo estos factores
como resultado: un descenso en la economía centralizada y, lo cual, al final,
fue una de las causas del desmoronamiento de la Unión Soviética y sus satélites.
Todo este descalabro económico, se puede resumir en “la falta de incentivo
privado en la producción, sin la influencia natural de la oferta y la demanda”.
La evolución de la
economía socialista, fue presentada por Deng Xiaoping el 9 de abril de 1974, en
su discurso en la sede de las Naciones Unidas, cuando expresó la frase “Dos Mundos, una China”. Su visión
económica, sólo era el instrumento de una nueva concepción del mundo, frente a
su enemigo natural: la Unión Soviética. Razón por la cual, desarrolló la Teoría
de los Tres Mundos, la cual ya no supone una colisión ideológica y de poder con
occidente, sino que, la utiliza, para fortalecerse económicamente y desarrollar
su industria. La clave de todo su desarrollo, es la iniciativa privada en China,
la cual se ha ido abriendo poco a poco, pero sujeta a un inquebrantable régimen
político, lo cual ha hecho de la
globalización, el medio indiscutible para la expansión de la iniciativa
privada, con una restricción política interna. Como consecuencia, sí se logra
bienestar económico, pero a la larga, crece la insatisfacción política, pues la
libertad económica sin libertad de pensamiento y expresión del mismo, es
imposible de sostener a un largo plazo,
pues la una es estimulante de la otra.
Y tenemos aquí la
concepción latinoamericana del socialismo, la cual establece la iniciativa
privada en las empresas públicas, utilizando para ello, una relación muy
particular: el Estado favorece a la empresa privada, dirigida por los
dirigentes políticos (de partido político), que a su vez, son los funcionarios
públicos quienes ejercen la dirección del Estado, utilizando en la empresa, una mezcla de dineros públicos,
con dineros partidarios. Esta empresa privada con capital estatal, si bien
puede, en cierto sentido, ser formalmente empresa privada, no lo es en la
realidad, pues el mismo criterio del Gobernante, es el que impera en este tipo
de empresas, por lo cual, tenemos el criterio estatal en la empresa y no, la
normal regulación estatal. Por otra parte, los recursos generados por ésta, son
utilizados en beneficio partidario, lo
cual causa dos distorsiones: la de la naturaleza y fines de la empresa y la del
financiamiento partidario.
Volviendo a la empresa
en general, las personas y las
agrupaciones de las mismas (empresas), por naturaleza humana, siempre tienden a
buscar su bienestar, pero cuando se les convence de la necesidad de un aporte,
para una causa o bienestar común, lo hacen voluntariamente, por la necesidad
del bien común. Esta idea del bienestar colectivo, nace, precisamente en los
albores de la Democracia y la República, cuando Temístocles en el año 483 a de
C, convence a los atenienses que las utilidades de las minas de Laurión, que
pertenecían a la ciudad de Atenas, fuesen empleadas para la construcción de dos
cientos trirremes para el desarrollo comercial y la defensa de Atenas. El
dinero fue entregado a los atenienses más ricos, para que con el construyeran
la flota, que tres años después sería la salvación de Atenas, frente a la
invasión Persa. La utilización de fondos públicos, en vez de ser empleados en
el consumo de la población, fue el inicio del concepto de bien común, y la
ejecución de una obra del Estado, en manos de la empresa privada.
La persona, en lo
particular, jamás se niega a dar ayuda al desvalido, ni se resiste a pagar un
porcentaje de sus utilidades, para el bien común, en la ejecución de obras de
desarrollo o de ayuda a la población en riesgo, pero sí, cuando comprende que sus impuestos son
utilizados para el bienestar exclusivo de los políticos, o que se les exige, para que sus riquezas, ganadas con esfuerzo,
sean para el pago de “deudas generacionales” o para buscar una distribución de la riqueza, según los
criterios del Estado, y no, de la distribución natural, producto del trabajo y del
ahorro, entonces sí, habrá resistencia y ésta, muy justificada. A esto es lo que Frédéric
Bastiat llama “expoliación del Estado”, como una forma de robo de la propiedad
privada.
Si los Gobernantes
actuales, no comprenden esta realidad, nublados por la ideología socialista, la
situación económica, se complicará más para los salvadoreños. Manifestó
Roberto Cañas, del FMLN, en un programa de entrevistas, refiriéndose al
capital de ALBA en El Salvador, que tienen acumulados “doscientos millones de
dólares”, los cuales serán usados en su campaña electoral del 2014. Cabe
preguntarse ¿Qué esperará a la sociedad salvadoreña cuando, en los proyectos de
ALBA se acabe ese dinero? Y, sobre todo,
cuando el Gobierno pretende firmar su ingreso a PETROCARIBE, y convirtiendo en deuda pública lo que ahora
es deuda privada de las empras ALBA. Sólo quedará la empresa privada, nacional
y extranjera, radicada en el país, para sostener la economía nacional, junto a
las remesas de amor que vienen de los Estados Unidos, en las más precarias condiciones.
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