Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Pregonan los
troles de Nayib Bukele: “Cambiemos la Constitución de 1983, la de d’Aubuisson.
Una nueva Constitución para El Salvador”. Este fin de semana pasado, también se
decía en Chile: “Cambiemos la Constitución de 1980, la de Pinochet. Una nueva
Constitución para Chile”. Esta similitud de petición, no obedece a un plagio o
imitación política, sino a la comunidad de estrategia y táctica, propia de los
grupos revolucionarios estructurados de forma molecular disipada, que procuran
alcanzar sus metas de concentración de poder, mediante la deconstrucción.
El concepto de
deconstrucción, es filosófico, derivado de las concepciones de la intelectualidad
francesa de 1968 y que, propone mediante el cambio de semántica, un cambio en
el mundo político, que desarrolla de manera práctica, la concepción del
marxista italiano Antonio Gramsci (1891-1937). Sus efectos se ven hoy en Chile,
con el cambio de su Constitución; en España, en la tendencia anti monárquica y,
la exacerbación de las autonomías, en Estados Unidos, como un detonante de los
problemas naturales de dicho país y que, ha dado pie, a los ANTIFAS, etc.
Ese cambio
semántico, operado durante 50 años, ha ido erosionando, en su aplicación y
significado, los valores tradicionales liberales, forjados en nuestros años de
formación como nación y, cuyo primer efecto, es creer que la izquierda y la
derecha, se han acercado hasta confundirse y que, la lucha geopolítica, ha
terminado. Como segundo efecto, se ha dado un relajamiento de la cultura
cívica, hasta creer que el sistema, no puede cambiarse con sus mecanismos
democráticos y, que son necesarios otros, para salir del subdesarrollo. Un
tercer efecto, es confundir las libertades individuales con el libertinaje y,
pensar que sólo el Gobierno, puede velar por el conglomerado social; cuarto
efecto, es pensar que la lucha política en sí, es sucia, mala y exclusiva de quienes
tienen capacidad de engañar y sostenerse, mediante el populismo.
Los troles de
Bukele emplean hoy, el concepto “Poder Popular”, para referirse a la soberanía
o al poder de ésta derivado, pero el concepto fue tesis del MIR (Movimiento de
Izquierda Revolucionaria) en Chile, que sustentaba: ser forma de democracia
obrera directa, alejándose de los fundamentos, del poder parlamentario soberano
burgués. Hoy, el Vicepresidente Félix Ulloa, emplea el concepto: introducir las
formas de democracia participativa directa. No manifiesta que, dichas formas,
están relacionadas directamente, con los movimientos de izquierda
latinoamericana y buscan la dictadura.
Hoy Bukele, con su
movimiento Nuevas Ideas, repite la estrategia del movimiento molecular, en el
cual, él es, la única figura relevante y, su vicepresidente desarrolla los mismos
conceptos de la izquierda sudamericana. Sólo la denuncia de sus latrocinios y
tiranía en el interior y, en el exterior, el peligro que representa para la
región, la emigración que está forzando, pueden detenerlo. En lo interno, los
opositores deberán una ideología clara como guía, que en muchos casos, los
candidatos ignoran, como se prueba con los diputados disidentes de ARENA.
La deconstrucción,
al ser un concepto filosófico, que se aplica a los casos concretos, pasa inadvertida,
en la política diaria y, confunde las posiciones ideológicas de los partidos
políticos que tienen, como objetivo el triunfo electoral, basta así, que se muestre cierto grado de
conciliación ideológica, para lograr el voto indeciso y, se cae en la trampa de
la deconstrucción. La aplicación práctica de ese cambio semántico, se ha visto
en las acciones del Gobierno, durante la pandemia, tergiversando, los conceptos
de persona humana y sus derechos.
La unidad nacional,
en derredor de la actual Constitución y, en aras de defensa del sistema
democrático, asegurarán que Bukele, no arraigue como dictador.
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