LA EMIGRACIÓN
Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN
La afirmación:
“Sólo una nación cuyo espacio esté acorde con sus necesidades, tanto materiales
como espirituales, puede tener esperanza de alcanzar alguna vez una verdadera
grandeza”, del geopolítico alemán, Karl Haushofer, dicha en (1934), puede ser
aplicada a los salvadoreños, en un contexto diferente al original, pero igual
en su significado. El destino del salvadoreño, está en El Salvador; si se busca
fuera, es porque por razones políticas, se ha vuelto un territorio hostil, para
la realización de la vida moderna.
En 1970, según
datos estadísticos de la FAO, El Salvador, registro en Latinoamérica el segundo
lugar en eficiencia agrícola: fue la
plataforma financiera para nuestra industrialización, iniciada en los años 50 y
60. Todo quedó destruido por las luchas sociales iniciadas desde los años 80,
que conllevaron al conflicto armado, que produjo un abandono de la libertad
necesaria para el desarrollo nacional y, fue substituido por la creencia de que
el asistencialismo (paternalismo estatal) y el control gubernamental, podrían
satisfacer las necesidades del salvadoreño.
El triunfo del
salvadoreño en el exterior, demuestra que, el problema del subdesarrollo, no
está en su población, sino que los gobiernos, no dan la libertad necesaria para
el pleno desarrollo humano; más bien, lo obstaculizan. Existe tendencia a
agudizar esta crisis, con la premisa de que sólo la ayuda estatal (sea en
asistencialismo individual o en inversión pública) puede lograr un desarrollo
sostenible. Esta creencia, ha profundizado la crisis: se encuentran en el
extranjero, con vida plena, cerca de dos millones de salvadoreños.
La contribución de
los emigrantes al país, es por medio de las remesas que perciben sus familiares
y que estimula a éstos, a emigrar, aunque de forma ilegal, pues es lo expedito
y a lo que obliga su escasa preparación académica o laboral, reflejo de la
deficiente instrucción pública. Es imposible la asimilación de los inmigrantes,
en las condiciones actuales, si hay un regreso masivo, pero los países que hoy
nos acogen, no tienen responsabilidad en cuanto a deportarlos, si ello alivia
un problema social o jurídico en sus Estados.
Los reclamos de
las diferentes organizaciones de inmigrantes salvadoreños, en Estados Unidos a
la nueva embajadora, es reflejo de sus intenciones: que se les legalice su
condición en dicho país, no es retornar, pues las condiciones en este país, no
son favorables, por el contrario, sólo les espera asistencialismo o pobreza
extrema.
La responsabilidad
de un Estado, por medio de su Gobierno, es crear las condiciones para el desarrollo
individual, que es base para el colectivo. La pérdida de la estabilidad social
que desembocó en un conflicto armado, destruyó el aparato productivo, pero
fueron las decisiones políticas posteriores, la causa de que no haya habido una
recuperación política económica y social, luego de los Acuerdos de Paz de 1992.
Este deterioro
puede ser medido en el déficit fiscal, por quinquenios: 2% (1990-1994), 4% (2010-2014)
y 10% (2020), lo cual implica, que el próximo año, estará comprometido el 30%
de los ingresos tributarios, para el pago de la deuda y, un aumento de la
pobreza extrema a 600,000 ciudadanos. Por lo cual es imposible que el país,
genere las condiciones necesarias para un retorno favorable de nuestros
ciudadanos.
A mayor taza de
impuestos, endeudamiento. gasto público y reglamentaciones estatales, habrá
menos libertad, mayor corrupción y serán menores las condiciones favorables
para la vida en El Salvador.
La realidad
nacional al presentar condiciones negativas, estimula la emigración, no solo
del precarista sino de la clase media y se pierden los estímulos para la
inversión extranjera, obligando al aumento de impuestos, lo que agudiza más la
crisis.
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