Por
Lic. Fernán
Camilo Álvarez Consuegra
San Salvador, 29
de enero de 2014.
En vísperas de
las elecciones Presidenciales de 2014, es conveniente sopesar la dirección que el candidato Sánchez Cerén, si ganase la presidencia daría
a la educación nacional. Que es, para la
vida de la educación y de la República, un hecho de suma importancia. Y es muy
conveniente en la coyuntura actual, recordar algunas políticas educativas,
durante su gestión al frente del Ministerio de Educación.
Fue en enero del
2011, que los colegios como
acostumbramos llamar a toda escuela privada, estuvieron (en número importante) a punto de
cerrar. Era el caso de que el Ministerio de Educación, valiéndose del Cuerpo de
Bomberos y del Ministerio de Obras Públicas, emito una serie de reglamentaciones, con respecto a la estructura física que debían tener los
edificios de los colegios y, dichas regulaciones eran de tal naturaleza que,
para cumplirlas, hubiese sido necesario demoler el edificio y reconstruirlo. No
se hacía ninguna consideración al costo económico de tales requisitos, de la necesaria
función que cumplen los colegios, ni de las capacidades económicas de tal
importantes empresas que, es también,
conforme con la capacidad económica de los padres de los educandos.
El caso era que
las dichas absurdas reglamentaciones tenían un claro objeto político: suprimir
896 colegios, para permitir al Ministerio de Educación, el monopolio de toda la
educación nacional que, en ese momento, contaba con 1,737,881 alumnos. No se
tomaba en cuenta de que entre colegios y escuelas hay una relación de cinco a
uno, en cuanto al número de educandos y que el resultado de la PAES en los
colegios es muy superior al que da en la escuelas públicas, prueba irrefutable
de la superioridad de la labor educativa del centro privado sobre la de las
escuelas oficiales.
Esta pretensión
del monopolio de la educación nacional por parte del Estado, se vio frustrada,
gracias a las condiciones del Derecho salvadoreño y que Sánchez Cerén no había
tomado en cuenta, pudo haber sido por su ignorancia de la Ley o por su
prepotencia: fue el caso que al consultar a otras dependencias del Estado
(Informe Preceptivo) supo que dichos reglamentos por doctrina legal y
constitucionalidad, eran de obligatorio cumplimientos para todos los centros
educativos del Estado, pues que el
Derecho y la Constitución no hace discriminación entre lo público y lo privado,
en cuanto a los servicios que debe recibir el educando. Como el Estado no
estaba en condición económica de cumplir sus propios reglamentos (hubiese
tenido que suspender el funcionamiento de todas sus escuelas) quedó en
suspenso, su “brillante y astuta idea de reforma”.
La educación
nacional ha decaído notablemente: una de sus
causas ha sido la visión política de su Ministro Sánchez Cerén. Se han descuidado
los dos factores fundamentales de su
proceso: primero, la formación moral y cívica que prepara al niño para la vida
en sociedad y, segundo, la instrucción en los conocimientos fundamentales de su
cultura, los que serán base del saber necesario para llegar a ser un ente útil
y productivo de la sociedad.
Se ha visto en
la televisión, que a los niños les
enseñan a decir: yo tengo derecho a esto, a lo otro y a lo demás allá, pero no
le educan para la condición de todo derecho; la responsabilidad en el
cumplimiento de la Ley, en su sentido más amplio. Esta es una razón para que
más tarde, pretendan los jóvenes vivir a costa del Estado o de la población,
sin trabajar. Con este proceder, se crean, no individuos útiles y disciplinados
sino mareros y activistas políticos.
Otro grave error
del Señor Ministros Sánchez Cerén, ha sido su favor, en perjuicio de los
salvadoreños, de quienes han estudiado en Cuba y Venezuela, sin considerar si
son o no, verdaderamente competentes en la profesión que dicen tener. Sucede
tal favor, principalmente, con los médicos, pues se sabe que la preparación de
estos extranjeros no ha sido la de un verdadero médico, sino, solamente la
propia de promotores de salud y activistas políticos; situación que resulta en
un peligro para nuestra salud pública y que ha sido promovida y tolerada por el
Ministerio de Educación que es, junto con la Universidad Nacional, el que debe
validar los títulos otorgados en el extranjero, requisito para el ejercicio de
la profesión en nuestro país.
Entre las
tendencias de organización del Señor Sánchez Cerén, como Ministro de Educación,
está también la de reorientar el presupuesto de su Ministerio destinado a la “educación
especial”, para invertirlo en otras áreas que él juzga más convenientes e
importantes; por ejemplo, el pago de mejores salarios a maestros “activistas
del FMLN”.
Dados los
antecedentes expuestos, no podemos pensar que la educación salvadoreña será,
como es deseable y sería conveniente, para la formación de ciudadanos útiles,
si el Ministro de Educación Sánchez Cerén, triunfase en las próximas elecciones,
aunque tal resultado no parece posible porque no le darán el voto, posiblemente, ni los padres cuyos hijos
asisten a los colegios por temor a la imposición de reglamentos absurdos, ni se
lo darán los padres cuyos hijos corren peligro de ser víctimas de los mareros
o, de convertirse en uno de ellos por la deficiencia de la educación. Es pues
necesario que la educación nacional esté bajo la dirección de sabios maestros
cuyo amor a la patria y su respeto a las instituciones sean visibles y notorias
y no tengan tradición de contacto con la izquierda. Solamente así lograremos la
ciudadanía que sostenga definitivamente nuestra libertad democrática.
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