Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
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San Salvador, 15 de
junio de 2016.
Justificación que
carece de sentido, es el perdón que Jorge Velado pidió a los ciudadanos de
Apopa. La conducta del Alcalde de ARENA da luz, sobre el dilema que enfrentan los partidos políticos, al elegir a
sus candidatos. El Alcalde de Apopa estableció en su municipio, un bastión y
santuario de las maras y, Jorge Velado, atribuye tal conducta, al hecho de que
la Embajada de los Estados Unidos, no permitiese el uso de ciertos fondos, en beneficio
de las pandillas. Se vio obligado a “cumplir” a las maras, sus promesas de
campaña. El hecho pone de manifiesto, la verdadera situación de los partidos: no
existe polarización ideológica, sino lucha de poder. Lo cual establece un tercer actor político
independiente: las pandillas junto al narcotráfico.
La lucha de poder entre
los partidos políticos tiene dos manifestaciones: el transfuguismo partidario y
la relación de los partidos con las maras y el narcotráfico. Los partidos
políticos son responsables de la elección de sus candidatos – es su función
constitucional -; más, para cumplir se ven ante un dilema: eligen al que está
identificado con la ideología del partido o, al que ofrece más posibilidades de
salir triunfante en la elección. El primero puede ser muy firme en su lealtad
ideológica al partido, pero débil en su posibilidad de triunfo, en canto al
segundo, nadie cuestiona las fuentes de sus ingresos, que son con frecuencia,
el narcotráfico y otras actividades ilícitas que le dan fuerza popular,
dependiendo de su relación con las maras. El transfuguismo que hemos visto en
todos los partidos, es natural consecuencia de este proceder que tienen su
origen, en las decisiones de las altas autoridades del partido.
No es exclusiva de
ARENA esta situación: el FMLN busca el apoyo a sus candidatos negociando
directamente con las pandillas y el narcotráfico. La ciudadanía abandona la lucha
partidaria, encareciendo las campañas, pues es necesario mantener a toda costa
en funcionamiento, las estructuras departamentales y municipales. Implica esto,
abandono de los intereses comunes, favoreciendo
los intereses particulares del candidato, que le aseguren clientelismo político.
Los partidos políticos,
por medio de las afiliaciones, re
afiliaciones, registro o depuración del padrón interno, condicionan el poder
político de los militantes o, sujetan a éstos, a su posibilidad de contribuir económicamente,
lo que es en perjuicio del sistema democrático y condicionan el registro de afiliados,
al visto bueno de la estructura que
sirve a un determinado candidato, asegurándole, el control partidario: tal
situación, favorece la corrupción de quien dispone de más dinero para su
campaña interna o del narcotráfico.
Es igual la pérdida de
popularidad de todos los partidos políticos y, ésta pérdida, deja espacio para
un candidato populista que ofrezca soluciones imposibles pero que satisface
escuchar o, a un candidato que reciba el apoyo de las maras y del narcotráfico.
Pesa mucho, en la psiquis, del pandillero, la “lealtad”: sienten que los
partidos políticos los han traicionado, pues no sólo niegan sus anteriores
alianzas, sino que les combaten hoy fuertemente, aunque no lo suficiente para
someterlas y mucho menos extinguirlas. Su aliado confiable es el narcotráfico.
En consecuencia, si surgiese un candidato vinculado al crimen organizado,
podría ser un serio y peligrosísimo contendor político.
Sólo la participación
total de la ciudadanía dentro de sus partidos políticos, fiel y firme a su ideología, puede evitar la
llegada de un candidato conectado con el narcotráfico y las maras. De lo
contrario tendremos que enfrentarnos a una dictadura, pues habrían sido los
mismos partidos políticos los promotores de su propia destrucción. Aún puede la
participación ciudadana depurar a los partidos y salvar el sistema.
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