Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
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San Salvador, 5 de
junio de 2016.
La unidad espiritual
del Continente americano, tiene su base en el respeto a la personalidad cultural de sus miembros,
demandando su estrecha cooperación, las
altas finalidades de la cultura humana: es el ideal que dio vida a la OEA para
lograr la estabilidad política del continente y, sus fines, se plasmaron en la
Carta Democrática Interamericana. Sus principios se invocan hoy, en favor del
pueblo venezolano pero, El Salvador, a dicha invocación, ha dado una respuesta
ambigua, en favor del chavismo y no, de las libertades venezolanas y su
Constitución: dicha respuesta, es en razón de la situación interna que aquí se
vive.
Venezuela ha roto hoy, los principios básicos que todo Estado
democrático debe respetar: el equilibrio de poderes, basado en los mecanismos
de su contraloría; los sistemas democráticos representativo y participativo, por la manipulación de la
autonomía de los poderes del Estado, el desconocimiento de las decisiones del
Congreso tomadas por mayoría y abstenerse
de realizar el referéndum revocatorio,
permitido en la Constitución. En total, ha establecido un Gobierno
deslegitimado y no, de pleno Derecho.
La posición ambigua de
la Cancillería salvadoreña pretende
favorecer, en Venezuela, la estabilidad del régimen del Chavismo; se ve claro
tal propósito, en las líneas
políticas del FMLN hacia sus bases, explicando los
sucesos venezolanos: “golpe de Estado del imperio yanqui”, “esfuerzos de la
oligarquía para recuperar su poder”, “necesidad
de detener una contrarrevolución en Venezuela” etc. Y sirve esto para justificación de sus acciones internas en
El Salvador: denunciar que, desde la Sala de lo Constitucional, está
planificándose un golpe de Estado, la desestabilización económica por causa de
la ANEP y que la manipulación política, procede de la
oligarquía.
Todos, argumentos para ocultar inapropiados manejos del ejercicio
del poder: presentar a la nación, informes falsos sobre la economía nacional
(lo que ha provocado en Brasil la destitución de Dilma Rousseff), la alta corrupción gubernamental
(por lo que perdió las elecciones Cristina Fernández de Kirchner), el intento
de manipulación de los medios de comunicación (señalamientos que se le hicieron
también a Rafael Correa), las presiones ejercidas contra los sindicatos para
forzar a la política gubernamental (comparable con las acciones ejercidas contra
el indigenismo por Evo Morales) y, lo
más preocupante, es el pacto secreto del Gobierno de Funes y del actual, con el
crimen organizado, para el establecimiento de un nuevo orden jurídico, que
favoreciese a las pandillas.
Por todo lo anterior, además de la amenaza de establecer una
conexión directa de corrupción de
Petrobras con CEL, que involucre a los Gobiernos - pasado y
presente - le obliga a manipular la opinión pública interna y hoy, apegarse
al bloque del caribe, única estructura que sobrevive del ALBA, para fines geopolíticos. Los países, eje de
la economía latinoamericana (México, Argentina, Brasil y Chile) ven en la actual crisis venezolana, un peligro desestabilizador
de Latinoamérica.
Por el peso de su
corrupción y de sus malos manejos, los países del Socialismo del Siglo XXI,
procuran mantenerse con el clientelismo político interno y, la dependencia externa
del ALBA. Por eso, nuestro Gobierno apoya hoy el Chavismo; sin embargo, ya da
indicios de usar la fuerza: contra los movimientos ciudadanos que han exigido
la lucha contra la corrupción y una CICIES han opuesto grupos de fachada: los mismos que
en su momento apedrearon a La Prensa Gráfica y realizaron desórdenes frente a
la ANEP.
El Presente Gobierno, afirma su naturaleza antidemocrática
y corrupta, al alinearse con los países del Socialismo del Siglo XXI y es
proclive a crear un caos interno, que aún más perjudicaría al país.
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