Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Con sus acciones, Nayib Bukele pretende consolidar su
frente interno: no en razón, de acción sanitaria nacional. Pretende destruir a
sus contrarios y, construir las bases de un Gobierno sin oposición, mientras
que su frente externo se desmorona rápidamente, las acciones que se derivarán de
esto, a su criterio, podrán ser enfrentadas fácilmente, si su frente interno es
sólido, tal como ha sucedido en Cuba, Venezuela o Nicaragua.
Cada intervención de Nayib Bukele es diatriba que deja
confusos a muchos, pues se victimiza, culpa a la Asamblea Legislativa, a la
irresponsabilidad del ciudadano, genera temor por la amplitud de la curva de
contagio y lo mortal que esta es. Todo ello, en su conjunto, muy bien
estructurado, es para despertar la emoción de la masa pero no, para explicar el
proceder de la Presidencia, sino para convencer a sus seguidores y
consolidarlos en derredor de la necesidad de un cambio, fuera del orden
constitucional y tradicional del Estado. Sus funcionarios defienden al Gobierno
y sus troles, promueven el cambio.
Al prolongar la cuarentena, los procesos eleccionarios
están viéndose afectados, pues los partidos políticos, no logran recuperarse de
las derrotas pasadas; sus elecciones internas serán sobre los pequeños feudos,
en derredor de los candidatos tradicionales, razón del rechazo al partido político
y, del triunfo de Bukele, en las elecciones pasadas. Lo cual dará una propuesta
electoral de la oposición que, irá seguramente, solo con los votos de dichos
feudos y no, con la inmensa masa del simpatizante ideológico o, del voto
indeciso, que siempre termina dando el triunfo electoral.
Cuestionable es la aceptación de Bukele de un 92%,
pues las mediciones son por internet y con la existencia, de más de medio millón
de cuentas falsas, no puede, este número, ser validado. Cada bandera blanca en
una casa significa necesidad de alimentos, que el Gobierno no ha podido
satisfacer y, cada bocina sonada, es una familia que rechaza a su Gobierno y
las medidas que éste ha tomado, ese descontento, aún no puede ser cuantificado
en el terreno y mucho menos, aprovechado por la oposición.
Los $ 300.00 distribuidos y, las ayudas alimentarias
que se dan hoy, son para sus allegados: masa que junta, es más que la oposición
dispersa o apática, lo que le puede asegurar el triunfo en la Asamblea
Legislativa, pero no reflejar, la realidad política del país.
Los salvadoreños dejan de percibir $ 600 millones cada
semana de cuarentena, lo cual es imposible que el Gobierno pueda repartir, y
destruye la economía, juntamente con la oposición. Ve como un logro, la amenaza
del gran empresariado de emigrar y no, como un riesgo nacional.
El Gobierno cuenta con que, para evitar una emigración
masiva, tendrán que darle donaciones o facilitarle créditos que, a la larga,
serán impagables y, al negársele o imponerle condiciones lesivas a su poder
interno, su mirada se volverá hacia quienes desean la posición geopolítica de
El Salvador: China y Rusia, que están deseosos de disputar influencia
estadounidense en Latinoamérica.
La idea de Bukele, de ver a El Salvador convertido en
país musulmán, según el sueño de su padre que, responsabilizaba al oro
americano, el haber detenido la expansión islámica en Europa y, que los
latinoamericanos, deberíamos ser “los hermanos menores” del islam. Esta visión,
implica financiamiento para sus planes, pero también la aceptación moderna de
conflictos complejos, como el palestino-israelí, cuando El Salvador, ha sido un
lugar de paz y refugio para estas dos corrientes de emigrantes.
Otro riesgo, es que El Salvador, ingrese al nuevo
conflicto: mundo musulmán vs. Occidente,
en sus plataformas terroristas: de tales peligros, debe estar consciente la oposición.
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