Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
La población en general, ha rechazado los Decretos 22 y
23: que generan asfixia social: amenazan nuestros sistemas de creencias y
afectan nuestra conducta y voluntad, por lo cual, ya se ha pedido su derogación;
estando ya también por resolverse, un recurso de inconstitucionalidad. El
Gobierno de Bukele, ha aprovechado el rechazo al sistema partidario, para su manipulación,
interpretando que así, el sistema de representación, delega la soberanía sobre
su persona, deslegitimando a la Corte Suprema de Justicia, Asamblea Legislativa
y Ministerio Público y, facultándole para decidir por el particular, en esferas
que sólo atañen en su fuero interno, al individuo. Así se convierte un Presidente,
en dictador.
La misma voluntad necesita, decidir entre pan o
tortilla, contraer nupcias o no, celebrar o no un contrato y decidir sobre lo
que se pacta, o se elige tal o cual funcionario, según su sesgo ideológico,
indicador de cuál será su línea general de conducta, como funcionario. Impactará
diferente cada decisión, aunque tiene un mismo origen: la voluntad y libertad
de ejercerla. Este concepto es fundamental en la vida humana: justifica la Constitución,
como el acomodo pacífico entre las libertades individuales, frente al poder del
Estado, ejercido por el Gobierno, garantizando al individuo, en sus esferas
inviolables.
Pero al decidir un extraño sobre los contratos
particulares: cuando comprar, quienes son los únicos que pueden vender y,
quienes pueden trabajar, queda anulado tal principio, ejerciendo la voluntad, sólo
quien posea, no el Derecho, sino la fuerza. La elección de Nayib Bukele como
Presidente, le dio una representación popular, pero no el dominio sobre los
ciudadanos y menos aún, el ejercicio de la voluntad sobre ellos, como sucede en
el presente: tal día podrán salir tales y tales números y, bancos, farmacias y
supermercados sólo podrán vender a esos números, negando su Derecho al resto de
la población.
Suspender la fabricación industrial de pan, pudiendo
hacerse sólo artesanalmente, es una contradicción sanitaria, pues de manera
industrial se emplea menos mano de obra y al cerrar los molinos de harina y la
fabricación de manteca, tendrán que cerrar los artesanales. La voluntad humana está
siendo anulada, pero ¿para qué?, para la imposición de la voluntad del
Gobierno. Hoy una ministra dice que 745 retenes son muy pocos para controlar a
la población y otro ministro dice, que caminen y que rebajen, cae bien a la
salud. Entonces la voluntad y los derechos que dependen de ello, ya están
anulados.
Para lograr la aprobación de los Decretos 22 y 23, se recurrió
al engaño de señalar de colaborador de las pandillas a Norman Quijano y que
luego, serían acusados todos los diputados de colaboración con las pandillas En
rigor a la verdad, todo político, incluyendo a Nayib Bukele, han tenido trato
con las pandillas: de lo contrario, no hubiesen podido realizar sus campañas
electorales, debido al control territorial que éstas ejercen.
Todo parece indicar que luego de destruidas la libre
iniciativa y las instituciones educativas, piensa darse un adoctrinamiento, de
acuerdo a los principios musulmanes, los cuales riñen con nuestra fe cristiana
y católica. Para evitarlo, sólo podemos volver a la normalidad y dejar pasar la
pandemia como otros lo han hecho, en un equilibrio entre las libertades individuales
y las medidas higiénicas respectivas.
Bukele está asumiendo poderes que la Constitución no
le da. Nadie puede gobernar en el fuero interno de cada persona; para lograrlo,
ha usado a la Fuerza Armada como instrumento de dominio y no, como la última garantía
de legalidad del país: hoy disparan en un retén, mañana tendrán que disparar
generalizadamente, contra la población, que necesita su libertad para sobrevivir.
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