Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
La discusión de una nueva Constitución, que será
aprobada por la fuerza de un referéndum, sin que haya habido defensa de la
actual, implica rompimiento constitucional, por no oponerse, las diferentes
instancias institucionales: Asamblea Legislativa, Corte Suprema de Justicia, Fiscalía
General de la República y Fuerza Armada, que aprobaron tal rompimiento con su silencio.
La clara oposición, de los gremios de Abogados y Jueces, denunciando tal hecho,
ratifican el presente rompimiento constitucional.
El primer efecto es que el Órgano Judicial, se mueve
al impulso de la Constitución de 1983, pero sin influir, sobre asuntos
políticos relevantes, los que son decididos, por el arbitrio del Órgano
Ejecutivo, resultando en una inseguridad jurídica advertida ya, desde el
exterior y cuyos efectos comienzan a verse, por los juicios políticos iniciados
la semana pasada, por la Ley Bitcoin y, la falta de atención a las demandas
laborales, generadas por los despidos realizados por el Gobierno.
El segundo efecto, es la manipulación de la opinión
pública, sobre temas políticos y técnicos, siendo la mayor manipulación, la
proposición, de la nueva Constitución.
Esta propuesta, vuelve dudosa, la totalidad de los
derechos que hoy posee el ciudadano, dentro de la República: libre
determinación, libertad ambulatoria, propiedad, economía y libertad de culto;
creando un sistema nuevo, sin saber si éste, irá acorde con la legislación
secundaria vigente y, tratados internacionales. En este punto precisa acotar,
que la legislación nacional, debe presentar perfil armónico con la comunidad
internacional y en conformidad, establecer los lazos de cooperación y comercio.
No podremos establecer el libre comercio, en condiciones favorables, si son
disparejas las estructuras políticas, como lo sería si un país sufre dictadura y el otro, es democrático.
Si por estar en una transición constitucional, no
existe el imperio de la Constitución, no será estable ni predecible, ningún
Derecho bajo la aplicación de la Ley y, por lo tanto, sólo existirán la fuerza
y, la oposición que pueda ejercerse en los medios, ya sea por la denuncia o,
por la resistencia individual, en acto lícito de legítima defensa.
Esta situación no se había presentado desde 1979,
cuando la Constitución de 1962, quedó en suspenso “en lo que no contrariara en
lo dispuesto por la Proclama de la Fuerza Armada”. En aquel momento, sólo
sirvió para el retorno al sistema Democrático, que permitió la estabilidad jurídica,
durante un conflicto armado, alimentado por las superpotencias durante la
Guerra Fría.
Ya hemos visto en Venezuela, el proceso que estamos
viviendo hoy, en El Salvador: la institucionalidad ha caído. ¿pero por qué tal
similitud?, por los asesores de este gobierno: venezolanos opositores, que han
visto lo exitoso de la forma de manipulación realizada, por el Chavismo, hoy
aplicanse las mismas estrategias y tácticas, en favor de éste Gobierno.
La comunidad internacional, ha visto estas similitudes
en actores y su comportamiento, pero en base a la libre determinación de los
pueblos, sólo corresponde a los salvadoreños, oponerse y luchar por sus
Derechos inhibidos, si no se quiere replicar el régimen venezolano en El
Salvador y, aunque con tendencias geopolíticas diferentes, con pensamientos
autocráticos muy similares. Sólo la solidaridad de la sociedad salvadoreña,
podrá detener el autoritarismo, que pretende dar leyes, para restringir
derechos y acallar las voces disidentes. El cambio constitucional, es el inicio
del fin de nuestras libertades.
La defensa de nuestra Constitución de 1983, armonizó
los Derechos del Estado salvadoreño, con las pretensiones del FMLN, en un ente
armónico y dinámico, dentro del concierto internacional: hoy debemos defenderla,
del absolutismo de la tiranía.
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