Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 23 de octubre de 2014.
Guillermo Gallegos,
Diputado de GANA, en un programa de opinión a principios de la presente semana,
reconoció que, el Estado Salvadoreño, está en inminente quiebra; comparándolo
con Grecia, Portugal, Irlanda y Argentina, urge sobre la necesidad de
consolidar la deuda nacional con un sólo acreedor, sin mencionar quien podría
ser el posible salvador aunque, según
algunos, sería Venezuela o alguno de los miembros del BRICS.
Mientras se cierne esta
realidad, el Gobierno actual, trata de promover nueva inversión, maquillando las
cifras macroeconómicas, con el objeto de
probar tres cosas: primero que, los niveles de endeudamiento son, entre el 40 y
el 60% y no, del 70%; segundo, que los
niveles de imposición fiscal, son los más bajos de América Latina (15%); y
tercero, que los niveles de crecimiento económico, serán de entre un 2 a un
2.5%.
Para mantener bajo, el
ratio de endeudamiento del Estado, se recurre a un artilugio y a una medida económica:
el desconocimiento de los derechos del derecho-habiente. Lo que es, por una
parte, excluir la deuda de pensiones e incluir, como parte del PIB, las remesas
familiares y, por la otra parte, disminuir los beneficios del pensionado actual
y dilatarlo en sus beneficios al futuro, para que el Estado usufructúe, con
intereses bajos, los fondos de pensiones.
El elemento que no se
toma en cuenta, al momento de hacer cálculos económicos, sobre el pago
impositivo de los particulares, es el costo de las extorsiones y la inseguridad
física, pues estas, son vistas como actividad delincuencial que sufre el
particular o un “costo hundido” para las empresas, sin relación con las
obligaciones de éstos con el Estado; sin embargo, no es así, ya que se dan tres
condiciones: la primera, es la generalidad del hecho (la ANEP y la Cámara de
Comercio han reconocido que el 75% de sus agremiados pagan extorsión) y se ha
reconocido que cerca de 400,000 personas viven de ella (pandilleros y sus
familias). En segundo lugar, este cobro es ejercido por una fuerza coercitiva,
de una capacidad superior a la de la recaudación del Estado, y sólo comparable
con el “impuesto de guerra”, que se pagaba durante el conflicto armado al FMLN
y por último, sus costos, ya son aceptados como “normales”, en el ejercicio de la actividad económica. Por
lo cual, si los costos de seguridad privada y los de la extorsión, son de un
promedio del 11% de la actividad económica, podemos afirmar que la tasa
impositiva real, en El Salvador, es de 26%. Esto se ha vuelto una realidad
económica, a partir del momento en que el Estado de El Salvador, no puede evitarla
y afecta la actividad económica de forma directa.
Mientras que el
Gobierno asegura que el crecimiento económico será de un 2.5%, dependiendo de
la inversión pública – privada y trata de promover ésta, mediante la
adquisición de más deuda, sustentada a largo plazo, con mayores impuestos y, no
se le da al inversionista privado, la seguridad de su retorno financiero, por
la inseguridad impositiva y las trabas gubernamentales, siempre encontrará la
empresa privada, mejores lugares para invertir en el área: Honduras y Costa
Rica.
Los dos cánceres que
tiene la economía salvadoreña son la politización de la economía y la
inseguridad física en el país. Mientras no se logre estabilizar estas dos amenazas,
será imposible alcanzar un crecimiento sostenible. Pensar que el Estado, será
el motor económico y que, los dineros privados salvadoreños y extranjeros,
estarán al servicio del Estado (por no decir, del Gobierno de turno) es un
error ideológico. Pensar que el Estado puede percibir lo que se paga de
extorsión y de seguridad privada, para combatir la delincuencia, sin planes
concretos y dárselos a las pandillas, para lograr calmarlas, es un error de
apreciación de la realidad.
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