Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
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San Salvador, 28 de
enero de 2016.
El Ministro de Defensa
David Munguía Payés ha declarado recientemente, que la Fuerza Armada, luego de
desplegar ocho mil hombres en la Seguridad Pública y cuenta únicamente con una
reserva de quinientos, ha llegado al límite de su capacidad, haciendo imposible así, que se cumpla con la estrategia
planteada por el Presidente de la República. Esti estimula el control
territorial por las pandillas, expone la vulnerabilidad de El Salvador a
cualquier amenaza y finalmente, plantea
dudas sobre el papel de la Fuerza Armada en este nuevo contexto y peor aún, ya se han encontrado manuales del
Estado Islámico en poder de las pandillas.
Meramente políticas son
las aseveraciones del Ministro de Defensa,
pues hasta la fecha no se ha empleado el potencial militar de la Fuerza
Armada, sino sólo su capacidad numérica de acompañamiento a la PNC en sus
funciones de patrullaje. Lo que implica fraccionamiento de la fuerza militar en
su despliegue y no, utilización racional y militar de dicha fuerza.
Concuerdan, algunos
analistas, en que el fracaso de los planes de Seguridad, se debe a dos
factores: 1) la infiltración del crimen organizado en las estructuras
políticas, de las que dependen las estructuras policiales y 2) el enfoque
disuasorio, como eje central de los planes de seguridad (patrullajes conjuntos
Fuerza Armada – PNC) es ineficaz y consume los recursos disponibles. Estos dos
procederes, desvían los recursos humanos y económicos hacia áreas estériles,
permitiendo que florezca el crimen organizado. Debemos agregar, que el control
territorial, como fuente de riqueza, es atendido como estrategia de largo plazo
y no, como consecuencia de la existencia
pandilleril. La inteligencia policial, menosprecia la comprensión de estos
elementos subjetivos, en la evolución de las pandillas.
Ya es evidente la
resistencia a este control territorial de algunos grupos sociales; en las zonas
fronterizas con Honduras; ya hay resistencia de los ganaderos y muchos
campesinos, desentierran sus armas en horas de la noche, para defenderse de un
posible ataque en sus viviendas, las esconden durante el día; la autodefensa es
natural reacción humana. Más, sin embargo, es muy poco probable que, por las
limitaciones que ésta tiene y, la imposición de la estructura del Estado,
lleguen a constituir grupos paralelos e
independientes al Estado.
Las pandillas, por el
contrario, van perfeccionándose, tomando como modelo al Estado Islámico, de
donde han tomado (vía internet) varios de sus manuales de operación, según una
publicación del 25/1/2016 de Rusia Today. La diferencia entre el terrorismo de
Al Qaeda, con el Estado Islámico, es de
éste último, por la comprensión de la importancia del control territorial; como
fuente de financiamiento y de poder. Las pandillas tienen innato el sentido del
control territorial y del uso de la violencia para mantenerlo. El Estado
Islámico abre su conciencia a la importancia del mismo y le enseña a usar el terror para el control de sus enemigos y de
la sociedad.
Las perspectivas son
claras: el Gobierno de Salvador Sánchez Cerén, quiere usar el conflicto que nos
amenaza, como un medio para presionar la ayuda de la comunidad internacional
para la adquisición de fondos, o verdaderamente, ya no tienen el Gobierno el control
de la situación y está preparando medidas extremas como la creación de alguna
fuerza paralela a la PNC y Fuerza Armada o finalmente, que venga una
intervención extranjera.
Sin importar cuál sea
el resultado, ya poco más de 1500 empresas han cerrado por motivos de
inseguridad y, ninguna fuente de inversión “limpia” quiere venir al país. El
encarecimiento de la vida, en una economía deprimida y sin que haya restricción
a la importación, sólo puede explicarse, por el lavado masivo de dinero, producto de la
actividad ilícita, no sólo nacional sino también del extranjero.
El crimen organizado en
El Salvador posee la capacidad de desestabilizar el Triángulo Norte y
expandirse hacia el resto de Centroamérica. La advertencia del ACNUR sobre la
migración, es un indicador del deterioro del control territorial que sufre El
Salvador y que sólo la Fuerza Armada como tal, es capaz de retomar el orden
perdido, pero ésta no puede actuar independientemente, sin bajo el mando
político del Gobierno.
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