INDISCIPLINA Y BELIGERANCIA
Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN
ACCIÓN
http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 30 de
enero de 2016.
La reciente protesta frente
a Casa Presidencial de quinientos
policías y, hace unos meses, la de unos pocos soldados y clases, son dos hechos
separados entre sí, pero con causa
común: el descontento. Y sí además, vemos indisciplina en dos entidades no deliberantes
protestando contra el Gobierno y, por
otro lado, surge una fuerza beligerante numéricamente
superior al poder último del Estado (Fuerza Armada y PNC), comprobamos que la
situación se perfila muy mal, para la estabilidad nacional y regional.
Un origen común tienen
las protestas militares y policiales: promesas del Ejecutivo incumplidas,
bonos, horas extras, equipo adecuado, seguridad personal etc., pero sobre todo,
son causa, la relajación de la disciplina y la no creación del espíritu de
cuerpo, faltando así, la cohesión necesaria, para su pleno funcionamiento, como
las dos únicas entidades facultadas en El Salvador, para el ejercicio lícito de
la fuerza.
El cambio de doctrina
en la Fuerza Armada y la estructuración civil de la policía, dan hoy
sus frutos, demostrando su falla, en momentos de gran tensión social. La “democratización”, tanto de la Fuerza
Armada, como de la Policía, ha debilitado a ambas instituciones: el origen de
los cambios, fue prevenir un mal ya desaparecido: la utilización política de
las instituciones armadas. En nuestro país, desde 1979, el poder armado siempre
estuvo bajo la autoridad civil y, el combate a la insurgencia fue de hecho, el combate a fuerzas externas,
en un conflicto nacional internacionalizado.
Sin embargo, no podemos
condenar a los militares y policías por su indisciplina, ya sea por propia iniciativa
o por ajena instigación, pues ellos por
su deficiente formación actuaron respondiendo a sus necesidades personales, que
les impidió tener una conducta diferente. La disciplina nace del ejercicio constante
del espíritu de cuerpo y la sujeción al mando superior. Si las jefaturas y los
mandos medios fallan, igualmente fallarán los clases y la tropa.
Lo crítico es que se identifique
ya, el poder de las pandillas como “fuerzas político-militar” y su legitimidad
se atribuya a ser “muchachos periféricos marginados”, como se dijo en un
análisis político, transmitido en la radio 92.5 FM. Entonces tenemos contra el
Estado una fuerza en ascenso y, en mengua, la autoridad del Estado.
Algunos de los
firmantes de los Acuerdos de Paz dijeron que ya era necesario celebrar otros Acuerdos de Paz,
¿pero serían estos, entre la sociedad y el Gobierno? Al final serían un pacto
entre el Estado mismo y, no tendrían más importancia, que una reconsideración
de las políticas de Gobierno. ¿O serían entre
el Estado y las pandillas? Las pandillas son una fuerza extra sistema, que no
actúa sólo por sus intereses, sino que responde también, a las fuerzas del
crimen organizado internacional. Los Acuerdos de Paz se firmaron hasta que las
fuerzas abastecedoras de nuestro conflicto: Estados Unidos y la Unión Soviética,
llegaron al acuerdo de acabar con el conflicto centroamericano y cada uno,
presiono para desabastecer sus estructuras bélicas para que éstas, por si solas, se extinguieran
en Nicaragua, Guatemala y El Salvador obligando a los beligerantes a Acuerdos
de Paz.
Si hay un imposible
fáctico, es el hecho de que el narcotráfico esté dispuesto a abandonar el paso
por El Salvador, pues para el efecto de su negocio, llevar la droga a los
Estados Unidos, le es indispensable.
Débese descartar
cualquier intento de pacto con las pandillas,
pues significa pactar también con el narcotráfico internacional, lo que
plantea una colisión más desventajosa para el Estado, pues el crecimiento de las pandillas
deteriora todo el sistema, evitando que se produzcan recursos para el
sostenimiento del Estado y su defensa y, si el Estado exige más impuestos,
deteriora aún más rápido el sistema que le alimenta.
Cuando se ha perdido la
capacidad de organización interna, de producción y de defensa, se está ante el
peligro de un Estado fallido. El erróneo enfoque de las causas de la
delincuencia, rompe con la entelequia nacional y, sólo son la cotidiana gestión
administrativa y el reconocimiento internacional, lo que aseguran nuestra
existencia como país independiente y soberano, condiciones que también peligran,
cuando amenaza la estabilidad regional, la migración descontrolada y la
expansión del crimen organizado salvadoreño, en concordancia con el
narcotráfico internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario