Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 11 de
mayo de 2014.
“Probar que en la
comunidad socialista no sería posible el
cálculo económico es demostrar de un solo golpe que el socialismo es irrealizable….Las
masas pueden desatar en su honor tantas revoluciones y guerras como se quiera,
pero jamás se realizará.” EL Socialismo, CAPITULO
II, de Ludwing Von Mises
Muy satisfechos y
alegres los socialistas han comprobado que su ideología, en los años recientes,
ha tenido un avance notable: puede comprobarse su evolución partiendo de su
forma emblemática, Cuba, para Latinoamérica. Más, la perspectiva es que las
ideas del socialismo, en su pureza, han llevado a los Estados seguidores, a la
quiebra económica y, en consecuencia, para “salvar el sistema político” es
preciso reconvertir la economía “hacia el capitalismo”. La consecuencia ha sido
la crítica del sistema desde la misma V Internacional. Estas críticas son duras
pero juzgadas muy oportunas. Muestra de ellas son los agrios comentarios que
hace de esta conversión, el socialista Guillermo Almeyra, Historiador,
investigador y periodista, Doctor en Ciencias Políticas (Univ. París VIII),
profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana y Profesor de
Ciencias Políticas de la UNAM. Una tendencia en la cual, se destacan también
Marta Harnecker y otros socialistas como John Holloway.
En una entrevista por Jaime Leroux y Octavio Moreno, para la
Revista “La Guillotina”, de México, dice Almeyda: “No cabe duda de que estamos en el
comienzo de una revaloración profunda de lo que implica la lucha social y
política. Por una parte nos enfrentamos a un profundo desgaste de la izquierda,
concepto que está hoy en cuestión, sobre todo por el papel que han jugado las
izquierdas vanguardistas y partidarias, con su concepción organizativa,
jerárquica y autoritaria, cuyo objetivo fundamental era la transformación
social a través de la toma del poder.
Y por otra parte se le
puede leer también una crítica más directa a Guillermo Almeyra sobre la
evolución socialista cubana, publicada en Rebelión, intitulada “El Peligroso
Camino Chino” en el cual dice: “Hoy, más de medio siglo después, el
partido y el Estado forman una sola cosa, los ex jóvenes han envejecido en el
gobierno y no hay ya margen para la audacia y la innovación. El partido único burocratizado
casi ha perdido el apoyo militante de los jóvenes y no despierta las esperanzas
de los trabajadores de mejorar constantemente su nivel de vida y de tener
trabajo digno y bien pagado. Además, no depende del pueblo cubano sino de lo
que pueda suceder en el campo internacional pues Cuba importa la mayor parte de
los alimentos que consume, toda su tecnología y el combustible y vive, sobre
todo, del turismo de las clases medias consumistas del extranjero, de la
exportación de profesionales que forma a duro costo y de la ayuda primero de la
Unión Soviética y ahora de Venezuela o sea, de factores incontrolables e
inseguros. Todas las críticas van en el sentido que, luego de la
revolución, los países socialistas copian el “modelo Chino”, el cual es un
peligro: la apertura hacia el capitalismo.
La apertura de las
economías socialistas hacia el capitalismo, fue iniciada por Deng Xiao-ping,
que consideró que la economía y la modernización del país es lo
verdaderamente importante. Esta opinión estuvo en contraposición a visión del Mao, para quien
lo prioritario fue la transformación política, pero fue evidente que la
inestabilidad económica de régimen, luego de la revolución cultural, amenazaban
la caída del sistema por “hambre” lo cual creaba inestabilidad en el socialismo
político. Este fenómeno es precisamente el que está afectando muy seriamente a Venezuela
y ha sido evitado por los regímenes de Beijing y la Habana, han evitado su catástrofe,
mediante dicha conversión.
Para los socialistas
ortodoxos, dicho proceso es un desviacionismo, una herejía que se dé la
separación de la economía del poder político del Estado, para la supervivencia
del régimen, cuando la doctrina indica que debe de ser lo contrario: la economía
del Estado es sustento del Estado. Estas
reflexiones, nos llevan a considerar el
Estado actual de El Salvador, dentro de este proceso de transformación hacia el
socialismo. No es el cambio lo que ha de discutirse sino el espacio político de
la oposición y cuáles serán los temas de la economía a debatir. Es un punto
crucial en este proceso, pues el socialista puede permitir apertura económica,
pero no apertura política u oposición política, cuando aún existiese.
El Presidente de la
Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), Ing. Jorge Daoub,
refiriéndose a los nuevos préstamos solicitados por el Presidente Funes y también
a las reformas fiscales necesarias para dejar al nuevo Gobierno con la “mesa limpia”,
dijo: “sería el tiro de gracia para el país”; refiriéndose también al tema de la incapacidad el pago por
parte del Estado de El Salvador, frente a sus acreedores, además, el
representante del Gobierno, Franzi Hato Hasbún, dijo a cerca de los temas de endeudamiento y la reforma fiscal, que
esos temas están fuera de discusión. Y si vemos que también se ha ordenado el
secreto de Estado, en el tema de los acuerdos de Petrocaribe, vemos la mano
férrea del socialismo político que se está cerrando sobre la democrácia.
Pese a que el Gobierno
se niegue a entablar un debate público sobre la economía del país, porque esta
es “atribución exclusiva por delegación soberana”, la discusión siempre se
dará, tanto por parte de la empresa privada como por la opinión pública. Sin
embargo, parece que será desviada la atención sobre el tema hacia otros que parecen
más “sensibles” a la opinión pública. Por ejemplo el expuesto este fin de
semana por ContraPunto, en un extenso artículo que enfatiza la corrupción de
Francisco Flores, afirmando que el desvío mayoritario de fondos procedentes de Taiwán,
fue para la campaña de Elías Antonio Saca y que, como es natural, debió haber
beneficiado indirectamente a todos sus allegados, quienes hoy están en una cuestionable oposición. Finalmente
el Presidente Funes, señala el desvío de 29 millones de dólares del gobierno
anterior; se ve claro que todas las baterías actualmente están dirigidas contra
Flores y Saca, desviando la atención de lo fundamental.
En efecto, estos señalamientos
son para una mera distracción de la
opinión pública, el debate
verdaderamente importante es si el socialismo tiene viabilidad en El Salvador,
pues si luego habrá que revertirlo por las necesidades económicas, mejor será
no hacerlo. En efecto, es conveniente recordar que la Reforma Agraria, destruyo
la productividad del país y que en cierta manera este un proceso inconcluso y que ha tenido ciertos
retrocesos, tal como sucedió con la nacionalización de la banca. Débese
considerar en los gastos que incurrió el Estado con el motivo de tales reformas
aún se deben: parte de la deuda se ha ido manteniendo por refinanciamiento a lo
largo de treinta años y otra se encuentra congelada en FOSAFI, a la cual se le
ha ampliado su vida útil en una década.
Los socialistas han
olvidado la segunda ley de la
termodinámica: es la irreversibilidad de los procesos y la entropía; que para
el caso, es que el socialismo no permanece estático, envejece y se deteriora,
por lo cual naturalmente se buscan nuevos equilibrios. El equilibrio en una
primera fase, llega por medio de la
apertura económica (capitalismo), la cual inevitablemente, tendrá que llevar a
la apertura política, pues la una sin la otra, crean desequilibrio. Esta
“evolución histórica”, como dirían los sociólogos, ya se dio en la transición
del feudalismo al capitalismo y con ésta, llegó la democracia en su evolución
moderna. Las luchas santas del cristianismo, fueron causa del aparecimiento de
la burguesía; después el despertar de la avidez humana por el conocimiento y la
innovación, dio origen al renacimiento y desde este, se llegó al iluminismo y la Revolución Francesa. Por último apareció la
Revolución la Industrial, que sólo fue posible por la seguridad de la propiedad
privada. El socialismo esta cimentando el nuevo capitalismo y como consecuencia
sobre sus ruinas políticas, resurgirá el
equilibrio de la democracia.
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