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miércoles, 7 de mayo de 2014

EL EJERCITO VIVIRÁ MIENTRAS VIVA LA REPÚBLICA


Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 7 de mayo de 2014.

“el verdadero espíritu de la profesión (militar) la constituyen el valor, la prontitud en la obediencia y gran exactitud en el servicio” Tomado de la Ordenanza de Carlos III (1768)

Cuando el General Manuel José Arce pronuncia la sentencia inmortal, “El Ejercito vivirá mientras viva la República, considera la institución armada dentro de un espíritu liberal, como garante única de la institucionalidad democrática de la nación salvadoreña.

Esta calidad determinada por el fundador de la Fuerza Armada, prócer de nuestra independencia, implica directamente, la sujeción del Ejército (en su sentido amplio y no como arma) al poder civil, pero no debe entenderse: sujeción al “mando de un civil”, sino al cargo que representa dicho funcionario civil, en apego estricto a la Constitución o sea, a la institucionalidad de la República.

El  uso de la fuerza, o de las armas, para la defensa de las instituciones del Estado, no es exclusiva del  militar, es también responsabilidad del civil si precisa salvar la institucionalidad del Estado. Hay sin embargo al respecto claras diferencias: si es un civil (guerrillero, insurgente o partisano) es para el ejercicio directo de la fuerza, con un fin político; más si se tratase de un militar, es en su vida militar, una excepción el uso de la fuerza y en la cual, actúa siempre de conformidad a las virtudes militares (señaladas y explicadas con mucho acierto) por Jorge Vigon en su obra intitulada, El Espíritu Militar Español. Conveniente es, en esta ocasión en que se celebra el Día del Soldado, referirme a la obra “Teoría del Guerrillero”, de Carl Schmitt, que la desarrolla,  a partir de la lucha asimétrica entre el Ejercito de Napoleón Bonaparte, frente a los patriotas españoles en 1808,  y en la cual, se desprende claramente que la lucha insurgente fue en defensa de la institucionalidad de española por parte de civiles armados. Sin embrago es necesario precisar la diferencia entre el guerrillero y el militar que defienden la institucionalidad del Estado, con quienes se alzan en armas para cambiar dicha institucionalidad. Los propósitos de uno y del otro son irreconciliables: el Ejército defiende la República, y el que la ataca con métodos contrarios a los que establece el sistema, es un “terrorista”.

Desde que  sucédese la Batalla del Espinal, el 12 de febrero de 1822, en la cual hubo cinco muertos y ocho heridos, la institución castrense siempre ha tenido bajas en sus filas, en cada una de las diferentes campañas militares realizadas. Pero también son bajas en el servicio, cuando muere el oficial en el intento de restaurar el orden constitucional, considerado como tal, por la mayoría de la ciudadanía. Sucedió así, por causa del intento fallido de Golpe de Estado contra el General Maximiliano Hernández Martínez, y ocho días después,  fueron fusilados el General Alfonso Marroquín, Coronel Tito Calvo, Mayor Julio Sosa, al Teniente Marcelino Calvo, el  Capitán Manuel Sánchez Dueñas, el Teniente Oscar Armando Cristales y los Sub Tenientes Edgardo Chacón, Antonio Gavidia Castro y Miguel Ángel Linares.

Debe considerarse también bajas en el servicio de las armas a aquellos que, cuando por ejercicio de sus cargos o acciones en el cumplimiento del deber son juzgados con posterioridad, por poderes extranjeros, tal como en España están haciendo  contra militares salvadoreños,  por acciones realizadas en 1989.

Necesario es considerar que no sólo los miembros de la Fuerza Armada pueden sufrir mengua en sus personas; la institución misma, la sufre cuando alguno de sus miembros la traiciona, como sucedió en 1981, cuando el Capitán Francisco Mena Sandoval, faltando a su juramento de lealtad a la patria, traicionó a la institución, y dio muerte a un subalterno que se percató de su traición.

La Fuerza Armada, desde su fundación, como garante última del poder del Estado, no sólo ha velado por la soberanía interna, sino también por la externa dentro del concierto internacional,  participando en las distintas misiones militares, encomendadas por el Estado. Y así, en razón de su histórica actuación, concluimos que la sabia y visionaria sentencia de Manuel José Arce, prócer y fundador, se cumplirá en el devenir de los tiempos: mientras los políticos conserven las instituciones, tendrán al Ejército para defenderlas, es decir que “EL EJERCITO VIVIRÁ MIENTRAS VIVA LA REPÚBLICA”.


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