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viernes, 23 de junio de 2017

EN VÍSPERAS DE ELECCIONES INTERNAS



Por Sentencia de la Sala de lo Constitucional y, en aplicación de la misma, por el Tribunal Supremo Electoral y la Asamblea Legislativa, las elecciones internas de los partidos políticos, han dejado de  ser  cuestión de Derecho Privado, volviéndose de Derecho Público: deben regirse bajo los mismos principios de elección de la representación directa,  por lo que la elección del funcionario público, comienza en cada partido político, en su elección interna.

En la práctica actual, se condiciona la participación electoral interna, al apoyo y lealtad hacia las cúpulas partidarias, aunque el sistema esté orientado  a que, de la aceptación popular interna,  se  defina, para un período determinado, las candidaturas de los futuros funcionarios públicos, que representarán al partido y a su electorado.  Pero la nueva realidad jurídica, el alto costo de las campañas electorales y, el rechazo a la clase política -  por causa de la  generalizada corrupción - obligan a un cambio en la estrategia y, en las figuras tradicionales de mando en las cúpulas partidarias.

La lucha interna por las precandidaturas, denota un quiebre en el sistema democrático. Este fenómeno, público en ARENA, pero oculto en el FMLN, tendrá repercusiones serias para ambos partidos políticos y, puede modificar la política futura, creando nuevas fuerzas y una radicalización de la política actual.
                                                        
El desprestigio de la clase política, debido al sistema de corrupción creado en torno a sus estructuras de poder y, el ejercicio de éste, en relación a los fondos públicos, ha divorciado los intereses de las fuerzas vivas del país, de las estructuras de poder político, generando dos fenómenos: el abstencionismo generalizado y, la división de intereses entre quienes ven en la política, su fuente personal de ingresos y de quienes ven, en la misma, el medio para influir en el bienestar general y en la prosperidad consecuente, dentro del  sistema de libertades.

La sociedad percibe los acuerdos de gobernabilidad, como  traición a los intereses ideológicos y como manifestación pública de los acuerdos de corrupción, que se hacen bajo la mesa. Esta percepción, aleja al ciudadano común de las estructuras de poder partidario local y, excluye de las grandes decisiones del partido, a quienes participan de la vida partidaria, lo cual consolida el poder de pequeños feudos que ofrecen los votos de sus allegados, a cambio de beneficios partidarios, yendo dicho proceso, en escala  hasta las cúpulas.

Si los partidos políticos no rompen el esquema actual, dando apertura a nuevas candidaturas, se formarán nuevas fuerzas políticas, debilitando el sistema,  pues  habrá un nuevo radicalismo de izquierda y un fraccionamiento de la derecha.


La corrupción y los ataques mutuos, debilitan al sistema: la izquierda acuso de corrupción a ARENA y dicha acusación, se ha revertido. Se dio la Ley de Partidos Políticos y  no sólo no se  cumple, sino que es invocada contra ellos, por sus mismos partidarios – hay ocho demandas contra el FMLN en el TSE.  El negar a alguien la  candidatura interna y, más aún, si es violando  el debido proceso interno, se le vuelve un mártir que capitaliza la simpatía de todos los descontentos con la dirigencia, dándole una fuerza de coyuntura y no, de  realidad política.


El Salvador necesita estabilidad política y no, agitación innecesaria; es bastante con los desatinos del FMLN, apoyando corruptos y narcoterroristas, con la inmunidad del funcionario público y amenaza de un default ficticio, para incrementar la corrupción. Y  también con que ARENA junto al FMLN, sumen más inestabilidad, mediante  estériles luchas internas, que defienden intereses particulares de los funcionarios actuales, que pretenden ser reelectos.

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