por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACION ACCION
Las recientes declaraciones del Sr. Arzobispo de San Salvador, Monseñor José Luis Escobar Alas y del vicepresidente, Félix Ulloa, parecen ser coincidentes, en su apoyo a la reelección presidencial, aunque realmente, los motivos son muy diferentes: lo cierto es que oponen el poder constituir originario, a la Constitución misma, por lo que tenemos que analizar el verdadero origen de las ideas, que adquirieron forma, en las últimas acciones de la vida nacional.
La Constitución, como cuerpo normativo, nacido de la voluntad soberana, expresada legítimamente en las urnas y, en oposición al conflicto armado internacionalizado, de principios de los años 80´s, modificada (pactada) por los Acuerdos de Paz de 1992, constituye el acomodo pacífico de las libertades individuales, frente al poder del Estado: poder regulado en la parte orgánica de la Constitución, por lo que es el cuerpo que garantiza la formación y existencia del Estado, bajo el concepto de República democrática, con el objeto de beneficiario al ciudadano, en su forma individual y colectiva.
El Arzobispo y el vicepresidente, plantean la validez y autoridad del poder popular, impulsaron en las redes sociales y proclamado, por los medios oficialistas, por sobre las reglas jurídicas decretadas previamente, por lo que se crea un antagonismo, entre la Constitución y el poder constituyente originario, así está vigente en Venezuela, sustentado por el chavismo en la democracia participativa.
Monseñor,
sigue las nuevas tendencias, de la Teología de la Liberación, que imponen el
bienestar material del ser humano, haciéndolo centro del catolicismo, por lo
que favorece toda iniciativa, proveniente del populismo, aunque con ello,
contradiga las normas jurídicas preestablecidas. Esta posición política,
también fue tomada por la Iglesia en Venezuela y Nicaragua, pero al final, la
Iglesia se ha visto fracturada y, el Gobierno ha utilizado la religión, para
consolidar su poder autocrático.
El
populismo, sólo es una forma de manipulación y no garantiza la estabilidad
social, pues nace de los intereses del gobernante, que infunde sus anhelos en
el ciudadano, utilizando medios artificiales, o sea, el marketing político; por
lo que a la larga, el ciudadano es víctima del Estado y, lo es también la Iglesia,
que no puede cumplir con su papel terrenal: medio
para cumplir su función extraterrenal.
La
peculiaridad salvadoreña, es que la sociedad, mayoritariamente cristiana, está
dividida entre protestantes y católicos, frente a un Presidente musulmán, que
considera que el Islam, es la base de la cordialidad humana y puede, por su medio,
lograr la unidad política, de sus “hermanos menores” (así llaman a los
latinoamericanos conversos al Islam): véase en el extranjero, la propaganda
musulmana sobre El Salvador, difundida desde el Gobierno salvadoreño, en el
mundo musulmán.
El
Vicepresidente, ve la posibilidad de ejercer momentáneamente la presidencia y,
ser congruente, con sus ideas de izquierda, satisfaciendo sus viejos anhelos,
de un Gobierno de Izquierda revolucionaria en el poder (su trayectoria nace en los
movimientos revolucionarios de la Universidad de El Salvador (AGEUS), luego,
como parte del Frente Popular para la Liberación Nacional (FPL) y del
movimiento sindical del Seguro Social, por lo cual sigue ideológicamente, los
principios de la democracia participativa del chavismo, base del populismo
venezolano y congruente, con las ideas del Foro de Sao Pablo.
Hoy,
el dilema es: se defiende la Constitución y la vigencia de los artículos
pétreos, o se sucumbe ante el ejercicio de la fuerza, justificado por el
populismo. El camino de la libertad siempre es espinoso y puede vencer la
tiranía, cuyo camino es fácil de seguir, pero difícil sufrirla y condena a la miseria,
a las generaciones futuras.