Por
Lic.
Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
El
sensible deterioro económico, que actualmente se siente en todos los niveles
económicos, es consecuencia de la mala gestión gubernamental, en su relación entre
economía y política, pues, aunque diferentes, responden a una interrelación
imposible de separar, así, en un fenómeno de arrastre, el deterioro de la una,
lleva al de la otra.
La
espectacularidad del combate a las pandillas, que ha llegado hasta la
demolición de las lápidas funerarias, por los mismos reclusos, organizados en
trabajo forzado ad hoc, como consecuencia de la centralización del poder y del
deterioro institucional, ha traído desconfianza en el inversor extranjero, quién
ya no ve al país, como entidad
económica, regida por las reglas naturales del mercado, sino como entidad en
contracción, por la centralización del poder.
El
empresario salvadoreño anhela tener la misma seguridad de rentabilidad y
retorno de la inversión, que espera el extranjero. Con el poder centralizado,
en detrimento del Estado de Derecho, manipulándose la inversión, esta seguridad
depende de las buenas relaciones con el Gobierno y, así los negocios serán prósperos,
el tiempo que puedan ser costeados, pero dicha capacidad irá en mengua, en la medida
que sus ingresos disminuyan, por la escasa actividad económica y, por el riesgo
país y los créditos internacionales, sean denegados.
De
tal manera que en medida, de que el Gobierno centralice el poder, se afecta la
economía y, la espectacularidad de sus acciones, al ser consecuencia de dicho ejercicio
de fuerza, sin el control de sus instituciones, destruye más la economía
nacional.
El
efecto de la acumulación de poder, es la contracción económica, o sea, El
Salvador se reduce, con igual cantidad de habitantes, con iguales necesidades
económicas, pero con menos capacidad productiva: realizándose un canibalismo de
mercado, pues la supervivencia económica, es la regla: sólo sobrevivirán
quienes tengan relaciones favorables o de amistad, con el Gobierno, mientras se
acrecienta la emigración y la inestabilidad interna.
En
una segunda etapa, al acentuarse el deterioro económico, el Gobierno, tendrá
que alimentarse de las mayores concentraciones económicas, aunque sean de sus
allegados, pues hacerlo de la gran masa tributaria sin recursos, sería ir
contra su política populista.
Por
el momento, nos encontramos en una etapa intermedia: el aislamiento del Gobierno,
es cada vez mas evidente, pues al no ser efectivos los mecanismos internos de
justicia, se recurre a los internacionales, más lentos, costosos, y que, a la
larga, obligan al aislamiento del Gobierno, para evadir cualquier sanción,
acercándose a regímenes totalitarios, en alivio de su aislamiento, aumentando
el “Riesgo País”, que afecta la economía interna.
Aún
hay quienes promueven el Bitcoin, como la panacea económica, pese a su caída,
pero quienes la promueven, son inversores de dicho activo, o quienes son
pagados para su promoción, por lo que el Bitcoin, sólo ha quedado en una mera
ilusión, que da esperanza a quienes no entienden la realidad económica.
El
único medio para reestablecer una sana economía, es que se amplie la base
económica y ésta dependa sólo de la actividad privada, sin depender de la
inversión Estatal, pues de esa manera, el Gobierno no podrá incidir en la
evolución empresarial, pero sí, en el desarrollo nacional, por medio de
incentivos, inversiones sociales y reglamentaciones.
La
relación con los países democráticos (que controlan la economía mundial) es
esencial, pero sólo si se tiene un sistema basado en el Estado de Derecho,
podremos tener la relación que permita un desarrollo económico saludable.