Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 10 de
septiembre de 2012.
Los centros modernos de
estudio de marketing político, han cambiado la forma de evaluar el objetivo
potencial de una campaña electoral, así como también, la de medir la intención
del voto indeciso, frente a las diferentes propuestas electorales y, este cambio,
es tanto, para estudiar la población meta de los mensajes, como también para
medir las respuestas a específicas propuestas de los candidatos a quienes
asesoran, también como el impacto que tales propuestas hacen en el contrario.
Pues bien, para tal
evaluación desarrollan las encuestas, mediante cuestionarios sobre soluciones a
situaciones concretas de debate público, pero también de conciencia. Las
respuestas a marcar, como aceptadas por el encuestado, conllevan soluciones a
situaciones concretas de debate público, pero también de conciencia. Por lo que
las respuestas plasmadas en la encuesta tienen aspecto ideológico y, esto
último, bajo el supuesto de que la opinión, dictada estrictamente por la
conciencia, responde estrictamente a todas las creencias y valores en ella
encarnados y esto durante todo el transcurso de su vida. Es por eso que su
visión de la solución de todos los problemas sociales, no puede ser bajo una
única óptica ideológica y, por lo mismo, no podrá jamás ser solución absoluta;
esto, siempre bajo el supuesto de que el análisis sea de personas con visión, conciencia
y valores occidentales.
Así, según sea la
respuesta, se sitúa al encuestado dentro de cierto rango o espectro político
donde mayoritariamente encajen sus respuestas y, el estudio de éste, nos
permite deducir que, el radicalismo no existe en la conciencia, pero que sí,
puede manifestarse fuera de ésta, y lo hace siempre de dirigir el pensamiento
hacia el contrincante, a quien se ambiciona destruir políticamente, o se desea
sobresalir dentro de determinada organización política. Este radicalismo, puede
manifestar profundas contradicciones, por ejemplo: un furibundo empresario,
propone destruir la empresa privada, origen según él, de incontables males
sociales, pero no propone de ninguna manera, destruir la de su propiedad, por
que ésta si es modelo de altruismo. Teniendo dicho empresario muy bajo perfil
político dentro de su partido, pretende, en contra de su conciencia, pero por
conveniencia, ponerse a la altura de los líderes notables de su partido.
En términos generales,
podemos afirmar que, la auto denominación dentro de un espectro político
(radical, etc.), especialmente de vida política activa, tiene por motivación
especulaciones futuras, o, se hace sólo como estímulo a su propio ego. Esta
auto denominación de “radical”, no es constante, no ha nacido en la conciencia.
Si así fuese, sería lo primero poner en práctica, en su propia vida, los
principios, los valores que ante el público se proclaman; es decir, afirmando
la verdad de sus ideas, con los hechos de su vida. Al respecto traigo a la
memoria al líder del Frente Revolucionario Democrático, Enrique Álvarez
Cordoba, pues como tal lo describe y recuerda John W. Lamberti, en su obra
intitulada “Enrique Álvarez Córdoba,
life of Salvadoreian Revolutionary and Gentleman” (publicado en North Carolina
en 2006), lo presenta como un hombre congruente con sus ideas
revolucionarias.
No puede definirse con
acierto, políticamente, a una persona mientras vive y lucha, pues muy difícilmente
se da la auto definición: es la opinión pública la que lo define por sus
acciones, por sus discursos, o por sus escritos. Es esto, y todo, cuanto se
necesita para definir políticamente al individuo.
El orador y el escritor
político, raramente serán fanáticos, pues el ejercicio de ambas artes exige
estudio, investigación, reflexión y análisis serio y detallado de los asuntos,
y así, tanto el orador como el escritor, pueden ser muy difícilmente fanáticos (radicales)
políticos; mientras quien persigue el poder, por el poder mismo y satisfacción
de su ego, manifiesta lo que no siente, pero sí, lo que otros quieren escuchar.
La auto reflexión, el estudio y la investigación, aclaran dudas, despejan
conceptos, corrigen errores y, plantean verdades incuestionables y así, ante
cualquier propuesta, responden al dictado de su propia conciencia, que se ha
formado con el estudio y la experiencia.
Para mejor comprender
todo lo expuesto presento el caso del filósofo y humanista francés Henri
Daubin.
Henri Daubin, fue una
de las más altas figuras del pensamiento comunista francés, miembro del Partido
Comunista y miembro también de la Junta Directiva de la revista La Pensée, que
aún hoy, a más de cincuenta años de la muerte de Daudín, sigue siendo una de
las más prestigiosas revistas de contenido ideológico que, analiza desde el más
alto nivel académico, temas como la globalización, el antisemitismo, el destino
de los países que fueron comunistas y demás temas de trascendencia mundial.
Pues bien, Henri Daubin,
durante toda su vida intelectual, escribió en defensa de las ideas comunistas,
pero fue llevando, un cuaderno donde expresaba las dudas que le iban surgiendo
sobre la aplicación de las ideas y doctrinas que sustentaba; dudas, basadas en
su conciencia. Por lo que, en el volumen 23 de La Pensée, correspondiente a
marzo-abril de 1949, aparecen las reflexiones de Daubin, las cuales se publican
póstumamente, según sus últimos deseos. Pero sorprenden tres hechos, el
primero, sobre su publicación en dicho medio, el segundo, el prólogo que le
acompaña, escrito por Henri Wallon, miembro del Comité-Director de la revista,
Profesor en el College de France y miembro del Partido Comunista y, el tercero,
Daubin, hace una defensa del principio de libertad; ante todo, la libertad de
discutir, por que ésta, no es un lujo, sino una necesidad, pues el hombre, debe
crecer en libertad, que la libertad debe de ejercerse con prudencia y, por
último, que el ejercicio de la libertad y, la lucha en defensa de la misma, es,
una empresa humana.
En el prólogo, Henri Wallon
dice refiriéndose a Daubin: “no actuó nunca sin seguir su conciencia, y
ésta era escrupulosa, imperiosa. No atenuó jamás lo que ella le exigía, ni
frente a las autoridades, ni en la relación con sus amigos. Hizo siempre lo
necesario para propagar lo que él sabía era la verdad…. Pero nunca supo callar
tampoco sus dudas, sobre todo cuando se trataba de una causa que tenía tan dentro”.
Las primeras palabras
de su testamento político son: “Declaro mi decisión de trabajar, con todas
las fuerzas que me queden, por la restauración de la libertad en Francia y en
el mundo. Declaro que lo considero indispensable en TODO régimen político o
social, en TODA organización de la vida colectiva en que yo pueda encontrar un
empleo de mis fuerzas y de mi voluntad. Una de las razones decisivas que yo
tengo para no aceptar “nuevo orden”, es que su consolidación no nos permite
esperar ninguna libertad personal”
“Esta posición implica
una desaprobación pareja, igual, de TODAS las ideologías, de TODAS las
doctrinas o programas que se arroguen el derecho de anular o de suspender, por
cualquier razón y en cualquier hipótesis que sea, la posibilidad legal de
expresar abiertamente opiniones personales”
“Pues yo pienso que la
libertad de expresar, de sostener y de motivar una opinión, es decir: un juicio
personal o colectivo, pero adoptado sinceramente por el que lo expresa, sobre
el tema que sea, es de un valor capital para una organización pacífica y
progresiva de la vida social, en cualquier grado de su evolución y en cualquier
terreno en que se la considere”
Más adelante en su
testamento, comenta sobre las grandes
deserciones masivas de los países comunistas hacia Occidente y dice: “Pero
lo que más recientemente ha ampliado y activado esas defecciones es
indiscutiblemente el ejemplo imprevisto y grandioso que ha dado, después de la
Revolución Rusa de octubre de 1917, la eficacia técnica y social innegable del
régimen político instituido en el país de los Soviets. Muchos intelectuales,
especialmente, entre nosotros y fuera de Francia, se han maravillado, y con
razón, de la potencia, de la grandeza de esas realizaciones, que contrastan con
la timidez, con la inconsistencia a menudo observada, de las realizaciones
sociales de los países que han seguido estando divididos en opiniones
concurrentes”
“Pues bien: NINGUNA
doctrina, NINGÚN programa tiene derecho a decirnos: Dejadme primero imponerme
sin discusión posible; luego veréis en la práctica lo que yo quiero, y
discutiréis después !si aún os quedan ganas de hacerlo”
“La libertad de
discusión no es un lujo que se pueda remitirse a una época en que la tarea ya
este hecha: es una condición indispensable de la lucidez y, por ello mismo, de
la honestidad de la acción”.
Todo el testamento de
Daubin, es una exaltación de la libertad, la cual tiene que estar por sobre
toda ideología que pretenda dominar al individuo, ofreciéndole bienestar
material, a costa de su libertad de elección. En nuestro medio, el Socialismo
del siglo XXI, nos ofrece bienestar y justicia social, pero a cambio, el pago
será que el Estado decida por sobre la
conciencia del individuo. Hoy que estamos viviendo una transformación política
y jurídica, lenta pero inexorable hacia el socialismo, es cuando más discusión
debería haber, pero es todo lo contrario, la propaganda electoral anticipada,
la propaganda oficial y la complicidad, por conveniencia de algunos medios y,
el anuncio a legislar la comunicación, abonan a que no haya discusión y, sin
ésta, no será posible defender nuestra liberad; esta nos sea arrebatada, con la
justificación de que es por “conveniencia social”, y entonces, será demasiado
tarde, aún contra nuestra voluntad, estaremos alineados hacia donde hoy quieren
llevarnos, todos los oradores que, con furibundos discursos, se proclaman
radicales de izquierda, justificando su posición para “profundizar los cambios
en nuestro país”.