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sábado, 19 de octubre de 2019

ROMPIENDO LA UNIDAD NACIONAL



Por      
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra


Forjan la unidad nacional: raza, lengua, religión, costumbres, historia y entelequia; la destruyen, la teoría de género, la diversidad de cultos, el indigenismo, el antimilitarismo y la imposición de las “minorías”, favoreciendo este proceso disociador, la “materialidad” de las costumbres, la degradación de los símbolos e historia patria. La consecuencia es la desarticulación del tejido social, el auge del crimen organizado, el descenso en la educación y la corrupción política.

Siglos lleva consolidar la unidad nacional: se logró en El Salvador gracias al mestizaje, el aprendizaje y uso de la lengua castellana y la imposición del culto católico. Nuestro sistema liberal lo adquirimos con nuestra independencia, por esta razón somos democráticos, republicanos y con un sistema económico basado en la libertad. Nuestra entelequia aspira a sobrepasar las barreras que nos fragmentaron en el siglo XIX y constituir de nuevo la República Federal de Centroamérica, para lograr una plena integración nacional.

Las ideas de género y de otras teorías disociadoras, basadas en la lucha de clases, fragmentan la sociedad, pues sus promotores ven a ésta en constante pugna,  creando el dinamismo social revolucionario; debemos comprender que es la unidad fundada en la comprensión de nuestras desigualdades la que permite que el individuo de lo mejor de sí, en integración social armoniosa y respetuosa de cada uno de sus miembros.

El mestizaje surgido en la colonia, permitió asimilar a europeos, americanos judíos, palestinos y chinos, en salvadoreños y aunque conservando cada uno sus raíces, pero sintiéronse  todos salvadoreños e identificados con el destino común nacional. Pretender hoy buscar las identidades étnicas de “indios”, “negros” o “blancos” dentro de nuestra población, para derivar derechos inexistentes, históricos o ficticios, sería romper la unidad nacional y preparar el terreno para una confrontación futura.

Según estadísticas sólo hay 300 parlantes del náhuatl y para ninguno de ellos es la lengua materna ¿Qué lograríamos obligando su enseñanza a los 8,177,346 de salvadoreños? Sólo lograríamos crear poblaciones aisladas dentro de la sociedad salvadoreña, y que cada una se identifique como pipiles, chortis o lencas; ignorantes de la cultura occidental, propiciando un aislacionismo cultural y racial.

Nuestra herencia hispana nos dio cohesión, pues al imponer la religión católica como unificador espiritual, nos relacionó con el 17.7 % de la población mundial (estadísticas 2017). La Iglesia Católica en su activismo político, luego del Concilio Vaticano II (1959) perdió a mucha de su feligresía, que se refugió en el protestantismo y, el fraccionamiento de ésta en una multiplicidad de Iglesias carentes de una teología profunda, no contrarresta la expansión del islam en El Salvador, que por ahora, no genera conflictos en su fe, pero que a la larga generará luchas entre sunitas y chiitas, tal como existe en el medio oriente hoy.

El antimilitarismo quiere cambiar nuestra historia, los hechos pasados son historia y no podemos cambiarla y sólo podemos tratar de no repetirlos, pero para ello tenemos que conocer la historia de una manera científica. La destrucción de la unidad nacional, sólo trae caos y destrucción. Un ejemplo de lo que sucede cuando la unidad nacional se rompe es el actual caos que vive Cataluña (España), luego de 30 años de difusión de la cultura separatista.

Aquí se comienza hoy con la apología del indigenismo y africanismo, los cuales son una realidad histórica, según las estadísticas del Padre Puarros (Guatemala 1814) y del Coronel Teodoro Moreno, Santa Ana 1855) pero son irrelevantes socialmente hoy, amalgamados en una sola raza mestiza, que lleva todos los orígenes de los que han inmigrado a El Salvador.

Es un crimen contra la Nación salvadoreña, fomentar la desunión social, pues sólo traería conflictos sociales.

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