Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 1 de
septiembre de 2012
Al finalizar este mes
de agosto, los personeros de la Empresa Privada, que representan a casi la
totalidad de las fuerzas laborales y económicas de este país, dejarán de
participar en las Juntas Directivas de las diferentes entidades autónomas.
La propaganda del
Ejecutivo, plantea que las
instituciones autónomas, son entidades,
fuente de lucro para la empresa privada y, que ésta, favorece la corrupción.
Bajo tal pretexto, se han aprobado diecinueve reformas a las leyes que rigen a
cada una de las instituciones autónomas de nuestro país. Consideremos que, en
nuestro ordenamiento administrativo, existen veintidós de tales instituciones.
Las reformas se han
dado en un momento de extrema tensión política: cuando se estaba debatiendo la
institucionalidad del país y, por ésta razón, y en comparación con la
importancia del debate que se realizaba en tal momento, en Casa Presidencial,
cualquiera reforma, a una ley, era de mínima importancia, en cuanto al orden Constitucional
que se estaba debatiendo. Sin embargo, las reformas hechas a instancia del
Ejecutivo, con la anuencia del FMLN, GANA, CN y PES, son tan trascendentales,
como el cumplimiento de las Sentencias de la Sala de lo Constitucional. Consideremos que, si bien en esta última, se
debate la vigencia de la soberanía del Estado, con las reformas a las
autónomas, se perfila que la visión del Bien Común, hoy es exclusiva del
Ejecutivo; dando un giro total hacia la centralización y un incremento en el
poder de decisión del Estado, por medio del Ejecutivo.
La moderna tendencia administrativa, es la
descentralización del Estado, para hacerlo más eficiente y para desligarlo, en
lo posible, de aquellas funciones que son inalterables, y, que deben ser de una
apoliticidad total. Estos son los sistemas de Registros Públicos, de
Seguridad Social, las entidades de educación especializada no universitaria,
las generadoras de energía y las portuarias, por ser, todas éstas, de seguridad nacional y que se rigen, sólo por la visión del bien común, supra
político-partidista; con una visión de nación. Así, la
participación de varios sectores de la
sociedad salvadoreña en estas instituciones, no es un privilegio,
es salvaguarda del interés nacional; esto por su relación con
determinadas actividades, en las que es imposible cortar un vinculo Estado-Empresa
Privada, sin que por ello, no se pierda el fin de la institución, concebido
originalmente, por el legislador.
En otro grupo numeroso
de las autónomas, tenemos las varias superintendencias y el Banco Central de
Reserva, las cuales son entes rectores y
supervisores, de la actividad económica del país. Su quehacer, eminentemente
técnico y apolítico, sólo puede garantizarse, si sus Juntas Directivas cuentan
con personas conocedoras o técnicas, de
las varias actividades propias de la entidad y, lo más importante, que estas
personas, no procedan, precisamente de
sectores políticos afectos al Presidente de la República, quien es quien nombra
las administraciones. Solamente así, se puede evitar, que el poder que poseen
las instituciones, no sea utilizado con visión política partidaria, lo cual
sería acto de corrupción.
Ahondemos un poco más
en el tema: Las entidades, que en nuestro medio son llamadas “Autónomas”, son
tratadas en el Derecho Administrativo, como entidades “Autárquicas”, y han sido
concebidas, como una forma de
“descentralizar al Estado”, según las doctrinas modernas del Estado de
Bienestar; partiendo de las tres funciones
primarias, que cualquier modelo de
Estado moderno posee y que, son: preservar la paz pública, ser fuente de
derecho y propiciar el buen funcionamiento de la sociedad; así, ningún Estado, puede ignorar las leyes
naturales de la actividad económica y la de la lógica de la eficiencia
administrativa, ni la natural gestión de toda autónoma, para buscar esa
eficiencia, pues la entidad subsiste de sus propios recursos, aunque su
utilidad sea de orden público.
Existe una serie de actividades,
que no necesitan del imperio del Estado, encausadas mediante una visión
política del bien común pormenorizado. Razón por la cual, el Estado crea
ciertas instituciones, que no necesitan para funcionar, del poder directo del Estado, sino, más bien,
de un encausamiento eminentemente técnico, pero realista y detallado en su
gestión; por lo cual, desde su creación, se incluyen, en su consejo de
administración, a miembros de la sociedad, ajenos al Gobierno, pero que poseen el conocimiento técnico o
especializado para el mejor funcionamiento de la entidad y actuación dentro de
la vida económica y social. Y es por esta
razón, por lo que generalmente,
se nombra a la entidad más representativa de la actividad económica, para
nuestro caso, en concreto, de la ANEP, para que presente al Ejecutivo, la
propuesta de los candidatos más idóneos,
para dichos cargos.
El giro político, que
está dando el Gobierno central, con el apoyo de un grupo de partidos políticos,
es proclive a un divorcio entre la sociedad y el Ejecutivo. Una separación que permite al Ejecutivo, un mayor rango de acción
en todas esas entidades autárquicas y, esto, en tres sentidos: el primero es el de
ejercer un control total de los fondos de las mismas, pues los representantes
de la empresa privada, ejercían, en cierto modo, una fiscalización indirecta de
los manejos de los mismos, aunque
su función legal, no fuese esa; pero sí,
por ley, tenían que estar informados de los manejos financieros de las
instituciones. Segundo, da un poder absoluto al Ejecutivo, para poder disponer
de las licitaciones necesarias, para el funcionamiento de las Autónomas; esto
le permite decidir, si contrata
empresas nacionales u otras, relacionadas con sus intereses particulares
(Brasil) o de sus allegados políticos (ALBA) o, de cualquier otro, a quien
tenga que cancelarle favores y, tercero, poder ejercer una mayor presión a sus
opositores políticos, pues tiene, en sus manos, los entes fiscalizadores de
actividades privadas, como son todas las Superintendencias y el Banco Central
de Reserva.
En consecuencia afirmar
que la Empresa Privada, al proponer candidatos para las Juntad Directivas de
las entidades Autónomas, es “un privilegio”, es no entender a cabalidad el
funcionamiento del Estado democrático, y revela únicamente el autoritarismo del
Presidente Funes y de los partidos políticos allegados a él.
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