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domingo, 23 de agosto de 2020

LA FUERZA ARMADA Y LA POLÍTICA

 


Por      

Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra

Editor de PUBLICACIÓN ACCION 

 

Tres hechos dejaron en claro la interpelación al Ministro Merino Monroy: su lealtad, no a la Constitución, sino al Presidente, la politización de la Fuerza Armada y, su uso futuro en cuestiones ajenas a sus funciones. Puede esto ser entendido, si se observa desde el concepto de la revolución molecular disipada y, la deconstrucción de los conceptos tradicionales, creando una nueva realidad nacional. Sólo así, podremos entender el proceso y sus consecuencias, que se están desarrollando en El Salvador.

 

La Fuerza Armada y los temas de Seguridad Nacional, no pueden ni deben verse, con óptica político partidarista, porque son parte de la política nacional de protección y resguardo de los intereses nacionales permanentes, que son dictados por la voluntad ciudadana, expresada en su Constitución, ajustada a la realidad nacional, en relación con las geopolíticas.

 

Por esta razón, la Constitución preserva la apoliticidad de la Fuerza Armada, que es garante último de su cumplimiento, y de la coacción de la institucionalidad nacional. Art. 211 y 212 de la Constitución. El cambio en ese sentido, apreciado en el Ministro Merino Monroy, es consecuencia de la deconstrucción que se está dando: conlleva un cambio en la semántica e implica un cambio de significado y concepto.

 

Por ejemplo, la Fuerza Armada no ha objetado los cambios en los símbolos patrios, hoy nuestro escudo es blanco en fondo negro y estrellas alrededor, la bandera nacional se usa como objeto decorativo y no como símbolo de la nación. Los troles de Bukele usan el término “poder popular” y no, “poder soberano”. Todo en su conjunto, genera un cambio conceptual, por el que podemos explicar las atorrancias jurídicas cometidas por Casa Presidencial y los reveses tenidos en la Sala de lo Constitucional, con su advertencia sobre los límites de los funcionarios.

 

El proceso de deconstrucción se deriva del neo-marxismo, en su forma de revolución molecular disipada, concepción derivada del movimiento revolucionario francés de 1968, un movimiento intelectual asentado primero, en las aulas de la Sorbona (Francia) y luego en la Universidad de Frankfort, Alemania.

 

En esta concepción, es generada la revolución, sin estructura, por lo que se la denomina molecular, aglutinándose para un fin específico. Así se explica el triunfo de Nayib Bukele, y el cambio de los valores y conceptos nacionales que vemos hoy, utilizando para ello, la deconstrucción. El cambio que hoy se pretende realizar en la Fuerza Armada, dándole valores, funciones y atribuciones inconstitucionales, se aplica también a otras instituciones.

 

El FMLN, sigue defendiendo el marxismo, tal lo expuso una de sus diputadas, pero está contra los abusos de Bukele: su pensamiento es el mismo del conflicto, acomodado a los Acuerdos de Paz de 1992 y, la mira de alcanzar el poder, es para su estructura, la cual choca con las pretensiones de Bukele, que basa su estrategia en lo informe de su movimiento.

 

Por esta razón, este proceso se aleja de la esfera venezolana, pero vemos que varios funcionarios han viajado a España y han tenido una muy buena acogida por Podemos y otros sectores separatistas españoles, y de igual manera deben entenderse con otros socialistas europeos.

 

Los troles de Bukele, ya han estado anunciando “la transformación” del país, lo cual se había tomado sólo como campaña electoral y populista, pero es una forma nueva a la que nos enfrentamos. Hasta hoy, la derecha argentina, chilena, peruana y colombiana están observando sus procesos políticos internos, encontrándoles sentido, bajo los conceptos de la revolución molecular disipada del neo-marxismo. La derecha salvadoreña, debe hacer lo mismo, pues es necesario preservar la vigencia de nuestros valores de libertad e instituciones públicas.

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