Por
Lic.
Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
El
Salvador, inicia elecciones, dentro de un proceso revolucionario de
deconstrucción social, en el cual éstas, sólo podrán legitimar los cambios
forzados desde el Gobierno, impidiendo que la oposición, pueda cohesionarse eficazmente
y, utilizando la reserva política potencial, de tendencia conservadora o que
considere, que la Constitución de 1983, con los cambios generados por los
Acuerdos de Paz de 1992, son el orden que sostiene la República y el sistema
democrático, para el restablecimiento del Estado de Derecho.
Este
que se vive, proceso revolucionario, tiene como fundamento, la deconstrucción
de los principios democráticos y el populismo, que facilitan la manipulación
social, por medio de falsa comunicación. La deconstrucción, toma los principios
y conceptos científicamente aceptados, dándoles un significado diferente, así
que éstos, generan un cambio, sin que la letra o texto Constitucional, sufran
alteración formal alguna. Quienes, ejerciendo la potestad institucional, en vez
de defenderla, por supervivencia personal, aplican los nuevos conceptos y
contribuyen desde el Estado, a la transformación del mismo, en un proceso de
subyugación social.
El
populismo, utiliza las necesidades individuales básicas (alimentación personal,
necesidad de asistencialismo, seguridad, odio de clase) como centro de las
políticas de Estado, que tienen que centrarse en los intereses nacionales
comunes que se fundan, en los de la colectividad, encubriendo los de los
funcionarios, en su interés privado.
Un
ejemplo de la deconstrucción y el populismo, es la declaración de Félix Ulloa:
“La guerra contra las pandillas es una guerra justa”, pues equipara el concepto
de seguridad pública, al de guerra y, vuelve lícita, la violación de los
Derechos Humanos y las garantías
procesales. Vuelve lícito, el ejercicio arbitrario de la fuerza y, lo aplica en
favor de la reelección presidencial y otras arbitrariedades, en dualidad,
funcionario-empresario, cambiando al Estado y al Gobierno, sus fines.
En
este proceso, se degrada la naturaleza humana, al suspenderle las garantías
constitucionales, por medio de la interpretación errónea del Artículo 1 de la Constitución,
que centra la actividad del Estado, en servicio y protección al ser humano, invirtiendo
los papeles: el ser humano, al servicio del Estado, y a conveniencia del
Gobierno.
Este
proceso de deconstrucción y populismo, es denominado “Revolución molecular
disipada”, la cual ha llevado al caos, a las democracias latinoamericanas: permite
que dictadores como Daniel Ortega y Nicolás Maduro, se mantengan en el poder.
El
proceso de deconstrucción social, inicia con en el cambio de las instituciones constitucionales,
para luego extenderse, a la vida del ser humano. La purga de sus empleos de personas
mayores de 60 años (jueces y policías), es parte de este éste proceso, pues su
formación, no permite la deconstrucción que se exige, pero que se puede
comparar, con aspectos de la Revolución Cultural de China, en época de Mao.
Creyendo
que las elecciones, ofrecen un proceso de renovación política y de detención a
este proceso revolucionario, las diferentes fuerzas opositoras o
constitucionalistas, entran en competencia, desde momentos tempranos, no
advirtiendo la oposición, que sus competidores o enemigos, son sus propios
aliados, lo cual permite que el régimen, promueva elecciones, facilitando al
oficialismo, las ventajas que necesita, pues controla el aparato electoral y a
la vez, compite, con todo el poder del Gobierno: dinero de las arcas públicas y
la manipulación del Tribunal Supremo Electoral.
Este
proceso, aquí descrito, será desarrollado más ampliamente en el programa del
día miércoles 18 de enero a las 5:00 pm., en TPC Radio Libertaria, cuyo enlace
puede hacerse en Facebook o, con posterioridad se enviará el video, en el caso
de no enlazarse para el programa en vivo.
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