Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
Según estadísticas de la
calificadora “Bloomberg”, China es el quinto destino de las exportaciones de
Centroamérica y, el segundo proveedor de materias primas, en una relación que
va en aumento desde 1986, a la fecha. Se crea así, una expectativa para el
área, entre industriales y productores agrícolas: China es la alternativa a futuro, sin embargo,
pudiera esto ser un espejismo, si lo analizamos desde el punto de vista geopolítico,
de la actual guerra fría.
En otro estudio, siempre
de “Blomberg” , se indica que, en la relación comercial entre el 2011 y 2020,
las importaciones de China, aumentaron exponencialmente, pero nuestras
exportaciones se han mantenido iguales, al punto de que ya inician los
cuestionamientos de esta relación comercial, señalando que: “Es una relación
asimétrica, en el sentido de que importamos muchísimo más, de lo que
exportamos”, expresado en conferencia auspiciada por la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), indicando la necesidad de un
cambio cultural, por el cual, la región realice cambios estructurales, que
permitan que China, sea un socio estratégico y dinámico.
El cambio estructural,
mencionado, se explica ampliamente, en el documento “Cambio Estructural y
Crecimiento en Centroamérica y República Dominicana”, auspiciado por Naciones
Unidas, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y El Fondo
Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). El estudio indica la necesidad del
desarrollo económico y que éste, abarque todas las esferas de la vida nacional,
para un desarrollo sostenible. Dichas recomendaciones, fueron aplicados durante
el Gobierno de Francisco Flores (1999-2004), el período de mayor disminución de
la pobreza en El Salvador.
En estudio realizado por
Zdnek Rod y Michal Himmer, de la Universidad de Bohemia, República Checa, al
analizar el interés chino en Centroamérica, expresa: “China no tiene un interés
comercial, sino también político”. Este interés político se basa en su lucha
contra Taiwán, como también lo explica Evan Ellis, profesor e investigador para
América Latina, del Instituto de Estudios Estratégicos, del Colegio de Guerra
del Ejercito de los Estados Unidos y agrega: es interés del presidente Xi
Jinping, dominar un territorio, de 23 millones de personas (Centroamérica) bajo
su esfera, antes del fin de su tercer mandato, en 2027. Lo que claramente pone
a Centroamérica, dentro de la nueva guerra fría.
Toda disputa geopolítica,
traerá fricciones, las cuales no son beneficiosas para el desarrollo sostenible,
ni la economía, pues se las usa, como elemento del conflicto. Aunque las
consecuencias las sufren los más humildes, la mayoría de veces no están conscientes,
de las verdaderas causas del alza de los bienes y servicios, ni de la escasez,
pero el alto empresariado, sí lo está, pues es el intermediario, entre el
exterior y las cadenas de distribución internas o viceversa.
La diferencia entre las
relaciones económicas con Estados Unidos y Europa, es la prioridad del
desarrollo comercial y, el interés geopolítico gira en derredor de dicha
prioridad. Mientras que, para China, la economía es un arma de lucha, pues su
objetivo es la supervivencia de su sistema político, por lo que realiza una
penetración suave (económica y sutil), realizando infraestructuras, créditos,
que favorecen a empresas chinas y que luego, son imposibles de pagar con dinero,
por lo que se pagan, con derechos soberanos. Sri Lanka, tuvo que entregar un
puerto a China, como pago de deuda externa.
Los proyectos del tren
del pacífico, y aeropuerto en La Unión, conexiones internas, están dentro del
plan de la Ruta de la Seda, para el área, razón por la que se plantea siempre
la exclusión de Taiwán y se entorpecen, las inversiones japonesas o coreanas. Surf City, ha sido proyecto financiado por
China. Por estas razones la bonanza China, es un espejismo.
Excelente artículo apegado a la realidad. Solo me gustaría saber la opinión de lis detractores de Francisco Flores en relación a que en su periodo presidencial fue el periodo de mayor disminución de la pobreza en El Salvador.
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