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viernes, 23 de marzo de 2012

SE CUMPLE LA LEY O SE NEGOCIA CON EL CRIMINAL POR SER EL MAS FUERTE.



Por  Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
PUBLICACIÓN ACCIÓN
San Salvador, 23 / 03/2012

La idea de negociar con las maras viene públicamente desde septiembre de 2010 y, esta idea, ha sido propiciada por personas de pensamiento de izquierda,  quienes ven en las maras un subproducto del Capitalismo. Estas personas, de izquierda, tienen la creencia y, así lo afirman, de que es el Capitalismo el que ha excluido de la sociedad a quienes integran a las maras pues éstas, solo en sus propios procederes encuentra la satisfacción de sus necesidades vitales negadas por la sociedad.

Existe pues, de parte de las personas de izquierda, un sentimiento de responsabilidad social para con las maras, muy especialmente en cuanto a procurar su reinserción a la vida normal de la sociedad y, basan esta dicha responsabilidad, en el principio de que ha habido una mala distribución de la riqueza, pues esta, para ellos, injusta distribución, es la causa de que los delincuentes no puedan gozar de los beneficios de la vida normal de la comunidad.

Los acuerdos favorecidos por la Iglesia Católica, por medio de la gestión de Monseñor Fabio Colindres,  son perfectamente acordes con los fines escatológicos de la Iglesia y, más aún, con los lineamientos generales del  catolicismo para enfrentar  la violencia que se da hoy en México, ya que esta, es producto de la lucha del narcotraficante  y las maras por el control del trafico y comercialización de drogas. El problema pues,  tiene una dimensión regional. La Iglesia Católica, pretende la transformación social por medio de la purificación moral del individuo, basada en los principios cristianos; tendencia política iniciada desde la promulgación de la Encíclica Rerun Novarum, en 1891, para resolver problemas sociales; sin embargo, no siempre estos métodos son coincidentes con los principios que rigen al Estado moderno.

La actual posición de la Iglesia en cuanto a las maras, no es única, pues la izquierda y el Gobierno, sostienen también en un primer momento, una posición de apoyo público y oculto a la negociación con las  maras y, esto por el interés coyuntural de cada uno, aún de las mismas maras. Pero no significa este común interés, una coincidencia en el fondo de la cuestión o en su solución, fines y objetivos,  mucho menos aún, en la evolución que tendrá esta negociación.

Por una parte, la izquierda ve logrado su fin: el reconocimiento de la mara como un producto de la sociedad y no como el resultado de la decisión  personal del marero, al desligarse voluntariamente de la sociedad legítimamente organizada. Y más aún, ser uno de los medios de dicha negociación; lo cual  da a las maras oportunidad de transformar su lenguaje de pandillas, a un lenguaje político – ideológico, como el que hemos podido apreciar en el último comunicado, dirigido al periódico digital El FARO. Sobre todo, cuando lo comparamos con sus declaraciones en los videos de maras, o en sus blogs.

El interés del Gobierno, es de mantener la imagen de fiel sostenedor del ordenamiento jurídico y protector del interés de todos los salvadoreños: la preservación de la vida como el fin primario del Estado y, muy oportuno sobre todo, después  de unas elecciones adversas, en las que se les dio un voto de repudio  por su deficiente gestión en lo económico y en la seguridad pública.

Por otra parte, tenemos que ver los intereses geopolíticos del área: Guatemala es el abanderado de la legalización del tráfico de droga en Centroamérica. Ahora bien, las maras son el pilar fundamental de ese tráfico. Nuestro Gobierno, se opone forzadamente a la propuesta guatemalteca, pues la presión de los Estados Unidos en ese sentido, es muy fuertes; sin embargo, al favorecer un trato entre las maras, se está reconociendo de hecho la incapacidad de nuestro Estado de hacer imperar el Derecho, por lo que es preferible ceder ante la fuerza, para dar la apariencia de paz. La mara tiene un control territorial, el cual no puede recobrarlo  el Estado y, por lo cual es preferible una negociación que asegure la tranquilidad nacional, que es necesaria también para un más fácil tráfico de droga. En apariencia, todos ganamos; más no es cierto: pierde el genero humano, al facilitar el trafico y consumo de las drogas y, el sometiendo a la esclavitud de quienes a despecho del Estado, viven en los territorios controlados por las maras. Lo que en resumidas cuentas nos pone en manos de los narcotraficantes.

Por otra parte, el sólo pensar  en que se tiene que negociar con quienes desprecian  los valores humanistas, sostenidos por todos los cristianos, produce en nosotros un rechazo total;  lo que esperamos es el imperio del Derecho y no la negociación con el criminal, sólo porque  ser éste el mas fuerte,  reconociendo la incapacidad para dominarlo. También nos pone en pugna con la Iglesia Católica: pugna no presentada desde la época de Monseñor Romero, que después de muchos años y  la intervención de varios prelados, pudo  ser reconciliada.

Los salvadoreños honrados, fieles cumplidores del Estado de Derecho, nos sentimos desamparados ante la fuerza de la mara y la incapacidad del Estado para protegernos. La preservación de la vida y la integridad física por vía de la negociación y sometimiento, es incompatible con los principios republicanos, democráticos y representativos, así como del espíritu libertario florecido en América.

En su comunicado, las maras piden la reinserción, pero según las declaraciones del ex diputado del partido FMLN y  antiguo miembro de la guerrilla FMLN, Raúl Mijango (recientemente asesor del Ministro David Munguía Payes), de no aceptar esta negociación, se verán incrementadas las muertes como una reacción de rechazo por parte e las maras hacia la sociedad, por la incomprensión de la misma,  a quien harán responsables por la no aceptación de sus condiciones.  Esa posición es un ultimátum a la sociedad salvadoreña, que por lo visto cuenta ya con el beneplácito del Gobierno. El planteamiento que la sociedad salvadoreña, honesta y cumplidora de la ley, no debe de ser no es si  aceptamos o no una negociación, sino cual será  nuestra respuesta  y como debe de ser el ejercicio de la legitima defensa, en protección de nuestro derecho a la vida y a la convivencia armónica dentro de un Estado de Derecho, cuando el mismo Gobierno ha hecho a un lado los principios constitucionales bajo los cuales nos deberíamos sentir protegidos.

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