Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 25 de
junio de 2013.
Suele generalmente
nominarse el ejercicio de una administración presidencial, con el nombre del
Presidente, porque lo relevante de la misma, es la personalidad de dicho alto
funcionario, pero en el caso del presidente Funes, lo verdaderamente relevante
es la aplicación ideológica del partido que lo llevó al poder, la gestión de
éste, y su efecto frente a otros países que tienen una cierta relación de
influencia en El Salvador.
Han sido predominantes
de este Gobierno, la confrontación constante con representantes de la empresa privada, como
resultado de políticas contrarias al libre desarrollo de la misma, la negociación
con las pandillas y la probable utilización política de estas, con fines no muy
claros, hasta el grado de ofrecimiento de subsidios y asistencia social, y todo
esto, mucho más allá de las posibilidades del Estado, pero como medio para
encubrir un desmedido gasto público, contrario a las tendencias internacionales
y por último, la utilización del aparato estatal, para el favorecimiento de
empresas transnacionales, con finalidad política y lucro personal de dirigentes
de izquierda.
El conjunto de estas
gestiones, pudieran ser calificadas por muchos, que muchos, de ineficaces, pero es en realidad, es todo lo contrario:
cada una de las acciones del FMLN, por medio de la gestión Funes, es
perfectamente congruente con su ideología: se ha aplicado en dicha gestión, el
principio de “tierra arrasada”. En efecto, el continuo hostigamiento hacia el
desarrollo privado de la actividad económica, ha hecho que ésta se retire del
país y obliga a otros inversionistas, a no invertir en este país y a obligado a
los mayores inversionistas salvadoreños a suspender sus inversiones en El
Salvador, prefiriendo hacerlo en otros países “más seguros”. Todas estas
circunstancias son indicador muy claro de
la situación sobre el futuro económico del país. Otro fenómeno relevante en
este sentido, es la presencia cada vez más fuerte de la Banca colombiana, que
ha venido a comprar participaciones accionarias locales, en una relación de
alto riesgo/beneficio, inaceptable para capitales nacionales, que ven en la economía salvadoreña una
burbuja (crecimiento artificial de la economía) que en cualquier momento puede
colapsar, favorecido por la acción gubernamental.
Otro fenómeno económico
relevante en este Gobierno, ha sido la inyección de capital venezolano a la
economía salvadoreña; capital que no va destinado precisamente, a la producción
directa, sino, más bien, al asistencialismo para rédito político, lo cual no
afectaría en pequeña escala, pero sí en la cantidad y extensión que se hace y, no
sólo favorece a la creación de una burbuja económica, sino que deprime a la
verdadera empresa productiva, contribuyendo a potenciar el efecto de distorsión
económica.
La política económica
gubernamental, genera un serio peligro a la economía nacional, pues en el
momento en que la gestión del FMLN, lograse asegurar un siguiente período y
deteriorase la economía nacional, podría generarse la fuga de capitales extranjeros,
los cuales están siendo sostenidos por la economía de consumo que actualmente
tenemos. Este razonamiento, ya ha sido utilizado como propaganda electoral en
las pasadas elecciones presidenciales, pero cuando no existían las condiciones económicas
actuales, ni las de políticas adversas; por otra parte, no es un fenómeno que
se pueda apreciar masiva y estrepitosamente, sino sólo por medio de la venta de
sus participaciones mercantiles (venta de acciones) o el cambio de marca,
posiblemente, a favor del Grupo Alba.
La negociación con las
pandillas, de la cual la generalidad del pueblo salvadoreño ha sido nada mas un
mero espectador, crea en El Salvador un santuario para la delincuencia internacional, la cual va tomando ya
visos políticos, pues las
pandillas al consolidarse en otros
países, guardan siempre una relación directa con El Salvador, lo cual es
gravísimo para nosotros, sobre todo por que ya las
pandillas son consideradas en los Estados Unidos, como un problema de Seguridad
Nacional y ya España se ha visto obligada a
crear en sus Comisarías, unidades especializadas en pandillas y vence
grafitis de la MS y la 18 en algunas calles de Roma, que son marcas que pasan
inadvertidos para los europeos, pero no para los ojos nuestros. Esta situación
crea no sólo un peligro dentro del territorio nacional, sino que alcanza a
nuestra población honrada que ha buscado un turo en lejanas tierras, sobre todo
cuando el salvadoreño huye de las pandillas en su propia tierra. Si bien las
pandillas no son un fenómeno atribuible a este Gobierno, sí lo es el reconocerlas
como de una fuerza política, pues este reconocimiento, coloca a nuestro país,
como favorable a una fuerza que se encuentra en este momento, en una zona gris,
entre crimen organizado y terrorismo político.
El distanciamiento del
FMLN, que ha querido mantener el Presidente Funes, ha sido sólo en cuanto a la
imagen de quien ejerce el poder y no, de los lineamientos del ejercicio de
dicho poder, lo cual ha dejado en claro,
su pretensión para el ejercicio futuro de un segundo mandato, si su alianza con
Tony Saca, se lo permite, pues su presidencia ha sido nada más, un vehículo del
FMLN, para la implementación de ciertas políticas favorables al avance de la
izquierda en el país, hacia un rumbo muy difícil de revertir por la derecha, a
no ser por una dictadura, lo cual sería inaceptable, para Latinoamérica.
La tendencia a la que
Funes a encaminado a El Salvador, es la misma en la que están Nicaragua,
Venezuela, Ecuador y Bolivia. A esta también, se encamina Colombia, como
resultado de los inevitables Acuerdos de Paz que se están desarrollando
actualmente, y se perfila en dicho camino a Brasil, debido al malestar social, que impulsará un cambio, el cual muy probablemente
aproveche la izquierda.
Para El Salvador,
revertir el camino hacia la izquierda, es muy difícil por ahora y en las
actuales circunstancias; exigiría dos condiciones casi imposibles: que la
derecha se una bajo una misma bandera y liderazgo, con espíritu combativo de
supervivencia y no de acomodamiento a sus particulares intereses del momento y,
que la comunidad internacional la apoyase en su lucha política. Estas dos
condiciones, están aún muy lejos, pues nuestro estadio político, es hoy,
comparable con el de Nicaragua o el de Venezuela, en los primeros años del
mandato de Chávez. Por otra parte, nuestros procesos electorales, han sido
transparentes a la opinión internacional y, el actual Gobierno, no ha tenido
una oposición relevante a sus disposiciones; más bien, ha sido notoria la
corrupción de los políticos nuestros de oposición, lo cual, deslegitima de hecho, cualquier denuncia
en tal sentido, pues lo sobresaliente en la opinión pública, es la corrupción
de la oposición, lo cual crea una situación favorable al Gobierno, y la
corrupción de este, parece ser menor que
la de la oposición, ante la opinión pública, aunque en la realidad, sea lo
contrario. Esta corrupción generalizada, crea un ambiente y opinión muy
favorable al Gobierno y al FMLN, y leja al ciudadano común de su intención de
voto.
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