Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 25 de
junio de 2013.
El principal objetivo
de toda organización socialista o
comunista para lograr sus propósitos, es la destrucción de las Fuerzas Armadas
del Estado cuya dominación pretenden,
pues éstas, las Fuerzas Armadas, son la
única institución con poder material
permanente, que sustenta el ordenamiento jurídico, sobre el cual descansa la
institucionalidad de un Estado legítimo y capaz de oponerse a que otras fuerzas,
se apoderen del Estado. Y la revolución, precedida de la subversión social, es
el único medio eficaz, por medio del cual puede una organización comunista, alcanzar
el poder. Razón por la cual, toda organización izquierdista, buscará la
destrucción de la Fuerza Armada, cualesquiera hayan sido las condiciones en que
se sustente la paz.
En nuestro país, al
igual que en todos los países latinoamericanos que hayan sufrido los efectos de
la Guerra Fría, la destrucción de las Fuerzas Armadas, es un propósito aún
vigente en nuestros días, pues pueden cambiarse sus tácticas, pero no sus objetivos: cesa la guerra armada,
pero se continua en la lucha política, siempre para la obtención del poder total; siendo por esto,
las Fuerzas Armadas, el obstáculo constante a la realización de sus propósitos.
Por lo que, esta estrategia, en lo que concierne a las Fuerzas Armadas, adopta
tres etapas: La primera, ha de consistir, en cambiar la percepción social sobre la realidad de los hechos históricos, en
el sentido de que los sucesos del conflicto armado, fueron responsabilidad única de las Fuerzas Armadas y
de los funcionarios de Gobierno de la época, y además, que fueron efecto de la
defensa únicamente de sus intereses particulares. La sociedad salvadoreña, debe
tener clara conciencia de que la acción de la Fuerza Armada, no sólo fue en
cumplimiento de su deber patrio y del sostenimiento del Estado, sino también en
defensa de la sociedad que debía de vivir en paz, para poder realizar todo lo
concerniente a su vida, tanto individual como social.
La segunda etapa
comienza, cuando los hechos históricos que motivaron el conflicto, han sido
olvidados o ignorados por las nuevas generaciones, provocando, por tal razón,
la indiferencia social a la que ya no parece importar, el destino o sufrimiento
de quienes hayan sido defensores de las instituciones del Estado y de las vidas
de los ciudadanos. Y así, en el marco de esta indiferencia y falta de interés, es que se inician los procesos judiciales
para deducir responsabilidades, por supuestas violaciones a los Derechos
Humanos, de quienes atentaron contra la existencia del Estado y suprimieron
la vida de quienes se opusieron a sus propósitos.
La tercera etapa,
implica dos situaciones: primero, lograr que miembros de las Fuerzas Armadas,
acepten como propias, la doctrina de quienes los combatieron durante el
conflicto armado, renegando de sus acciones en defensa de la patria. Como paso
final de la tercera etapa, es el cambio doctrinario de la Fuerza Armada o, el
desaparecimiento total de esta, siendo substituida por una milicia popular.
Con el aparecimiento
de militares en situación de retiro, apoyando la candidatura presidencial del candidato
del FMLN, Salvador Sánchez Cerén (Comandante Leonel Gonzales, fundador de las
FPL), y reconociendo como lícitos los pasados actos de la insurgencia, y como
errores, los de la Fuerza Armada, se ha entrado ya en El Salvador, a la tercera
etapa antes mencionada. Genera esta situación, malestar e indignación en los
2,500 oficiales y 65,000 elementos de tropa, todos veteranos del conflicto
armado y de las miles de víctimas del terrorismo subversivo. Sin embargo, no es
esta situación, lo que verdaderamente debe de preocuparnos, sino la inminente
politización de la Fuerza Armada, hacia un modelo de doctrina revolucionaria,
cuyo ejemplo podemos apreciar en el actual ejército venezolano, el cual, ante el rompimiento de la
institucionalidad de su país, s eha mostrado sostenedor de los principios revolucionarios
y no, del derecho manado de la ciudadanía.
Tal vez seamos
hoy indiferentes ante la traición de sus
valores militares, de estos oficiales salvadoreños, que consideran hoy como justa
la pasada agresión armada del FMLN, pero
de seguro no lo seremos en el futuro, ante la politización de la Fuerza Armada,
cuando defienda las doctrinas revolucionarias, en detrimento de la voluntad del
pueblo salvadoreño.
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