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sábado, 17 de abril de 2021

EL SUEÑO AMERICANO

 

Por      

Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra

Editor de PUBLICACIÓN ACCION 

 

Viajan miles de centroamericanos: impúlsales el “sueño americano”; en sus países, el hambre y la violencia, no permiten el desarrollo de la vida, con normalidad. Mientras, los financistas mundiales, advierten que, la inversión y desarrollo pueden peligrar, por los efectos políticos, económicos y, la incertidumbre de la inseguridad jurídica, en éstos países. Son comprensibles ambas situaciones, si analizamos las obligaciones básicas del Estado: mantener la paz interior, el ordenamiento de sus servicios y, la subsidiariedad.

 

De no mantenerse, tales tres condiciones, no es posible dentro del Estado, la vida cotidiana, obligando a la emigración. No es particular de El Salvador, esta situación: es común en el Triángulo Norte, pero en nuestro país, está creándose una justificación, fundada en el número electoral y la propaganda, que no permite que el Estado, cumpla con sus funciones básicas, más bien, ahondando los problemas sociales y creando nuevos.

 

El “sueño americano”, es trabajo mejor pagado que en sus países de origen, sin mayor competencia en su área, pudiendo disfrutar los frutos de ese trabajo, en paz y tranquilidad, sin ninguna ambición política; sólo la vida en armonía, con su familia y semejantes. Estas condiciones, que no goza en su país, sólo han sido posibles, gracias a que, en Estados Unidos y los países europeos, hay estabilidad política, que permite y favorece la inversión; existe un Estado de Derecho y paz interior, que permiten el desarrollo económico y el sostenimiento de la subsidiariedad.

 

Estas condiciones de paz interior, eficiencia en los servicios públicos y, la subsidiariedad necesaria al desvalido, son las condiciones que crean el “sueño americano”. Pero en El Salvador, se vive una lucha política continuada, hasta el punto de aumentar la inestabilidad ya existente; la prestación de servicios públicos, es cada vez más deficiente, con un creciente asistencialismo, que es invocado, como instrumento electoral y político, en la consolidación de poder.

 

El señalamiento de ser El Salvador un narco-Estado, es designación, de lo que salta a la vista: funcionarios públicos que, de alguna manera, tienen o han tenido, relación con actos delictivos y en muchos casos, relacionados con el narcotráfico o, con el crimen organizado interno, que sirve al tráfico de drogas. Funcionarios relacionados con el tráfico de menores, trata de blancas o simplemente, distribuidores de drogas. Otros, relacionados con la MS13 o la mara 18, mientras que son amenazados y perseguidos, periodistas, que lo denuncian.

 

A funcionarios que han realizado actos de corrupción o, no han dado cuentas de dudosas transacciones millonarias, con los dineros públicos, se les cambia de puesto, pero siguen al frente de las mismas instituciones y vemos que, en otros casos, cada nuevo funcionario, es más servil, que el anterior y su gestión, más deficiente.

 

Por décadas El Salvador, fue “sueño americano”, pues fue la tierra prometida que se abrió al extranjero, como un oasis de libertad, que permitía progresar y desarrollar al país, con la innovación tecnológica o comercial.

 

El gobierno, es el responsable de que hoy, ese sueño, sea en el extranjero, pues se pretende gobernar en base a publicidad, creando engaño masivo, como distractor de los verdaderos problemas nacionales, deteriorando aún más, las condiciones de vida.

 

La pérdida de la paz interior, por el auge de las pandillas con su control territorial y hoy, al servicio del narcotráfico, no permite el desarrollo, porque consume los recursos necesarios y, si el Gobierno, para mantener el asistencialismo, impone mayor carga tributaria, que alimentará la corrupción, a un Estado ineficiente y, a las estructuras de pandilleros, será imposible el desarrollo y evitar la emigración.

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