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sábado, 27 de octubre de 2012

LA SOBERANÍA: OBJETO DE COHECHO O DE VENTA


Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 27 de octubre de 2012.

La soberanía es la Autoridad Suprema del Poder Público (definición de la Real Academia). En las Repúblicas democráticas, la soberanía es popular (Sánchez Viamonte) y así, desde un punto de vista político, la soberanía es la voluntad de la mayoría. ¿Cómo se obtiene esta mayoría? Por medio de la manifestación voluntaria de cada ciudadano, y la cual manifestación hace, cuando vota, en las elecciones, el ciudadano.

Esta explicación, parece innecesaria en nuestra república democrática y representativa, pero se hace obligatoria, como introducción para tratar el tema que tanto preocupa hoy en día: el negocio (la compra-venta) que públicamente se hace con el voto ciudadano: ya sea por la venta directa del mismo, o la que hace de manera indirecta su representante.

El caso es que votan los ciudadanos para elegir funcionarios y también, votan los funcionarios para realizar actos de Gobierno, pero no, según la  conveniencia de la República, sino la propia, tazada en moneda, según los intereses de bloque político.

De acuerdo con la moral, y para bien de la nación, cada ciudadano votante, debe elegir de conformidad a lo que su conciencia le dicta, como más conveniente para el bien de la nación; sí da su voto, a cambio de dinero o regalía, cualquiera sea su especie, comete un fraude, es decir, abuso o engaño y, esto en tratándose del ciudadano o votante, pero se da también el caso, del funcionario electo  porque sus votantes lo creían seguidor de los principios proclamados por su partido, es decir, no es un funcionario por sí y ante sí, sino atado su mandato, a la voluntad colectiva que se encuentra representada por los lineamientos de su partido; a esto se refiere el Articulo 125 de la Constitución, el cual dice: “Los Diputados representan al pueblo entero y no están ligados por ningún mandato imperativo. Son inviolables, y no tendrán responsabilidad en tiempo alguno por las opiniones o votos que emitan”.

Pues la conciencia del Diputado, en el ejercicio de su función pública, no es la individual, sino la colectiva y, es ésta sumatoria de las distintas conciencias colectivas en la Asamblea Legislativa, la que conforma el Pluralismo Político y el sistema colegiado que la rige, el  cual, en definitiva, proviene de la conciencia de sus electores. Y si el funcionario en cuestión, proclama que votará según su conciencia, es decir, sin consideración de los lineamientos de su partido, estará cometiendo también un abuso o engaño.

Ponemos como ejemplo al Diputado, que no debe obediencia a persona alguna, pero sí, a la doctrina política que sustenta durante su campaña. Ahora bien, y como la doctrina es abstracta y, los Actos del Diputado, son concretos, tienen, doctrina y actos, que ser concordantes con la voluntad de la cúpula de su partido, pues la interpretación de la doctrina política del partido, corresponde a su cúpula dirigente.

Por lo anterior, advertimos que puede haber dos formas de engaño político: La primera forma,  puede tener dos variantes: el ciudadano común que ve, en la dádiva del candidato su  beneficio personal y, le da su voto en cambio; o el ciudadano, ve en el Estado, un beneficiador  personal, a cambio del cual, da su voto a favor del partido en el poder. Existe una línea muy sutil, entre la caridad cristiana y el pago del favor y, lo mismo es entre la subsidiariedad y la compra de voluntades por parte del Gobierno.

Aclarando la primera forma: Parecería que este problema es propio de la moral, pero no lo es, pues tiene una relevancia jurídica y política: es el caso que, el ciudadano al dar su voto o beneplácito, inclina la balanza de la legitimidad hacia  una u otra ideología, sustentada por los partidos políticos, lo cual es correcto, si el individuo lo hace en razón de la convicción que  posee del Bien Común, y no, de un beneficio directo sobre su persona. El beneficio del Bien Común, tiene que llegar a cada persona en lo particular, pero como resultado de una acción colectiva y generalizada, pero nunca como una acción individual o dirigida a cierto grupo específico, para captar su favor.

En segundo lugar, tenemos el caso de la compra del voto del funcionario, que milita dentro de un partido político y que, dentro de su militancia, obtuvo su cargo. En este caso, el ámbito para juzgar esta acción, excede  lo político-jurídico y el de la moral, pues es competencia del Derecho Penal, perseguirlo. Sin embargo, al ser  los funcionarios públicos  quienes realizan el cohecho en sus dos extremos; el pasivo y el activo, hacen imposible que los mecanismos de control de la corrupción, puedan operar.

En nuestra vida política actual, la compra-venta del voto es un hecho cotidiano y público: basta analizar las declaraciones del Presidente Funes, cuando entrega un mínimo subsidio a las personas de mayor edad, en el oriente del país: Leamos lo que dice el medio PRENSA LATINA, Agencia Informativa Latinoamericana, que presenta la siguiente nota, fechada el 23/10/2012: “En ese sentido criticó (el Presidente Funes) afirmaciones del candidato presidencial de la opositora Alianza Republicana Nacionalista, Norman Quijano, de que el gobierno "regala lo que no tiene" y sus ataques a los subsidios a los sectores más vulnerables de la sociedad.
El Presidente Funes agregó: No permitan que nadie les quite a ustedes la pensión básica que este gobierno les está dando, exhortó Funes a los ancianos tras invitarlos a usar bien su derecho al voto en las elecciones presidenciales de 2014.”

La intención clara del Gobierno de extender un mísero subsidio de cincuenta dólares mensuales a 27,000 personas en el oriente del país, tiene una clara intención de compra de voto, en lugares en los que el partido de oposición, es más fuerte y, al contrastar los índices de votaciones favorables a la oposición, precisamente, es allí donde encontramos los lugares en donde se ofrece el subsidio gubernamental, o donde se encuentran las bases de activismo del Gobierno.

El subsidio es una ayuda con fines benéficos o sociales, con el fin de ayudar al desvalido por su condición de persona humana y no, por un interés partidario electoral. Este subsidio, crea  una relación de dependencia con el que da el subsidio, aunque éste sea insostenible en el tiempo, por la situación económica.

La compra de los diputados o de funcionarios públicos y aún de partidos políticos, por parte del Gobierno, siempre sale del erario público. Podemos citar como ejemplo, el bono de 1.9 millones de dólares que exigieron quienes apoyaron la toma de la Corte Suprema de Justicia, siendo tan lesivo para la moral de quienes laboran en dicho Órgano de Estado, que muchos de ellos, decidieron hacer público, que no cobrarían el bono, pues su dignidad no se los permitía. El pago de este bono, fue a costa del no pago de los proveedores de los servicios al Órgano Judicial.

Considerando esta corrupción de los funcionarios de la República y de los ciudadanos en quienes reside la soberanía y que la vuelven artículo de comercio, recuerdo el ingenioso poema de un anónimo poeta español.

Si pública es la mujer
Que por puta es conocida
República debe ser
La mujer más prostituida
Y siguiendo el parecer
De esta lógica absoluta
Todo el que se diga ser
Hijo de la República
No es más que hijo
De la gran puta

Anónimo

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