Por
Lic. Fernán Camilo
Álvarez Consuegra
San Salvador, 14 de
octubre de 2012.
Durante las últimas
semanas, tanto el Presidente Funes como altos dirigentes del FMLN, han
sostenido la necesidad de mantener la “inversión social”, como prioridad del
Estado de El Salvador, no obstante la necesidad actual de un presupuesto más
reducido o balanceado. Tanto es así, que ya se ha aprobado el Presupuesto
General de la Nación, con un aumento de poco más de trescientos millones de
dólares, respecto del ejercicio 2012. Ante tal decisión, cabe preguntarse: ¿Cuál
es en realidad, el fin del Presupuesto General de la Nación y cual, su impacto económico?
Partiendo del concepto de
que el presupuesto “es la expresión material del bien común, de conformidad con
la visión del Estado”, podemos afirmar
dos cosas: a saber, que la inversión social a la que se refieren en sus
discursos, los funcionarios públicos, es el aumento del gasto corriente del
Gobierno y, que los beneficios que se dice
ser de subsidiariedad, son en realidad, determinados
por el concepto de “deuda histórica” y no, por la satisfacción de las
necesidades presentes de quienes necesitan la ayuda del Estado.
Entienden por “deuda histórica” la generada por la
expoliación generacional de una clase por otra. Lo cual obliga al Estado, a expoliar
a la clase expoliadora para reparar el supuesto daño. Este concepto ideológico,
no tiene nada que ver, con las necesidades reales actuales y la situación económica
del país; más bien recoge un concepto político, para una lucha social continuada, encubierta por el concepto de bien
común.
Sin embargo, no es aquí
el propósito ni la ocasión para debatir sobre
visiones de bien común; es la razón económica de razonar sobre el sostenimiento
de una erogación imposible de costear, por medio de los ingresos corrientes del
Estado o, de créditos internacionales, que no son para la realización de los
fines propios del Estado, sino para poner en practica, teorías ideológicas económicas.
Para mejor comprensión de los fines ideológicos
pretendidos por el actual Gobierno, ofrezco a continuación, algunos párrafos
del artículo intitulado LA ESENCIA CLASISTA DE LA AUSTERIDAD, del socialista
Antonio Puig Solé:
“Sabemos que los costes humanos de la austeridad son altos. Sin embargo, nos dicen que este es un dolor que tenemos que soportar porque la economía se vuelva a animar. Pero, ante esta afirmación, debemos preguntarnos: ¿cómo y hacia donde la quieren animar?
“La austeridad recorta
gastos mediante la eliminación de unos derechos que quienes más los necesitan
son precisamente las víctimas de esta crisis. A su vez, la austeridad no consigue
aumentar los ingresos del gobierno, que dependen de una economía próspera. El
resultado es una espiral descendente, donde la economía todavía se deprime más”.
“La austeridad es en última instancia una política que favorece descaradamente a la clase dominante en su pulso con la clase obrera, y que también perjudica a los pequeños empresarios, sobre todo los más débiles. La austeridad permite arrinconar a los sindicatos al hacer inviable la negociación colectiva laboral. La austeridad pone las bases para la privatización de los servicios públicos y para suplantar la seguridad social pública por un sistema privado de pensiones. La austeridad extenúa a los empleados públicos contra los cuales ya se ha puesto en marcha una extraordinaria campaña de terror económico y desprestigio social. La austeridad incrementa las bolsas de paro y crea unas condiciones más favorables para imponer una rebaja de salarios y una mayor precarización de las condiciones laborales. ¡Por eso no se abandona la austeridad!”
“La austeridad es en última instancia una política que favorece descaradamente a la clase dominante en su pulso con la clase obrera, y que también perjudica a los pequeños empresarios, sobre todo los más débiles. La austeridad permite arrinconar a los sindicatos al hacer inviable la negociación colectiva laboral. La austeridad pone las bases para la privatización de los servicios públicos y para suplantar la seguridad social pública por un sistema privado de pensiones. La austeridad extenúa a los empleados públicos contra los cuales ya se ha puesto en marcha una extraordinaria campaña de terror económico y desprestigio social. La austeridad incrementa las bolsas de paro y crea unas condiciones más favorables para imponer una rebaja de salarios y una mayor precarización de las condiciones laborales. ¡Por eso no se abandona la austeridad!”
La negativa a una política
de austeridad tiene componentes claramente ideológicos, aunque no se exprese
así, abiertamente: los socialistas afirman que recortar el gasto público, es
negar derechos por sí mismos conquistados y así, salvar al capitalismo. Tal afirmación
resulta ser una verdadera falacia que,
oculta, en lo posible, la crisis
que la izquierda está creando, pues, en un país que carece de moneda propia,
sólo existe para ellos, una única salida para resolver la crisis: la creación
de una moneda social, también llamada moneda local, alternativa o
complementaria. Esta moneda es considerada como una herramienta que
permite el trueque, o sea el intercambio, en determinada zona, creando de este modo un sistema económico local,
alternativo y permanente, que permite, en mayor o en menor medida,
prescindir de la moneda oficial.
La tendencia del
Socialismo del Siglo XXI, es crear sistemas económicos en derredor de una misma
fuente de producción, las cuales se relacionarán con otras, por medio del intercambio
o trueque de objetos de consumo básico.
Una economía como
la nuestra, en la cual el 98% de lo
consumido es importado, luego de una recesión e insolvencia del
Estado, tendríamos que aceptar la moneda social para el trueque de subsistencia
y, quedaríamos sujetos a la economía del grupo ALBA como único intermediario
para la adquisición de productos de importación.
La moneda social, no es
una novedad en el mundo de las doctrinas económicas, pues ya es planteada por el antropólogo económico austriaco Karl Polanyi. Como la verdadera
realidad económica y no el sistema mercantil, por considerar este como una
novedad histórica, que implica la integración de todos los mercados en una economía
nacional o internacional, la necesidad de una fuerte intervención del Estado,
mediante el fortalecimiento de las instituciones políticas. Por lo cual
considera que el sistema mercantil es un modelo impracticable o sostenible a un
largo plazo, por lo que hay que atender a los mecanismos económicos que operan
sin la intervención del Estado. Para Polanyi, el sistema mercantil ha sido
creado únicamente para la preservación
de la propiedad y el cumplimiento contractual de las obligaciones,
producto del comercio.
En la obra “Moneda
social y democracia: manual para comprender y hacer”, publicado en Buenos
Aires, Argentina, el 2011, por la RED LATINOAMERICANA DE SOCIOECONOMIA
SOLIDARIA , puede apreciarse el alcance de estas ideas, y en donde puede leerse
sobre los talleres desarrollados con este fin, en Latinoamérica, en donde
aparece claramente El Salvador.
Juzgar a los
economistas del presente Gobierno como ineptos o faltos de conocimiento económico
es un error, pues muy bien saben lo que hacen, proponen y se empeñan en establecer el
Socialismo del Siglo XXI.
Debemos de tener en
cuenta, que para los socialistas, la toma de las distintas instituciones del
Estado, sólo les asegura el poder político, pero el poder real es determinado
por la economía y es hacia allí, hacia donde están enfilando con empeño, sus baterías.
Y en todo momento pretenden engañarnos con los términos que nos son comunes: la
subsidiariedad y el Estado benefactor como producto de la justicia social.
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