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lunes, 6 de mayo de 2013

EL PODER POLÍTICO DE LAS PANDILLAS ES RECONOCIDO POR EL SALVADOR ¿Y AHORA QUÉ?



Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 6 de mayo de 2013.

En días recientes, el Señor Ministro de Justicia y Seguridad Pública, General David Munguía Payés,  opinó: es preferible que las  “maras” se conviertan en partido político. Esta afirmación que obtuvo muchas críticas de la sociedad civil, tuvo que ser objeto de una aclaración posterior: afirmó,  el Señor Ministro, que su respuesta había sido tomada fuera de contexto, por la habilidad del entrevistador pero, agregó: los familiares de los pandilleros “son una fuerza política”. Esta afirmación, amerita hacer un análisis de la evolución de la “mara” y que debe ser desde el punto de vista sociológico, con relación a la estructura del Estado, desde la teoría jurídica de su creación y veamos cuales son los errores en los que persistimos.

Ya desde la época de la Presidencia del Lic. Francisco Flores, el Director de la Policía Nacional Civil, Lic. Mauricio Sandoval, advirtió que, de no tomarse en serio y en su verdadera dimensión el problema de las pandillas, llegaríase el momento en el que, el Gobierno, veríase obligado a negociar con ellos. Así,  al enfrentar el problema, por razones de doctrina jurídica y, de conveniencia política, se consideró a las pandillas como un fenómeno delincuencial originado por la exclusión social y es, por habérsele  atribuido este  origen a dicho fenómeno de las pandillas, que al calificar sus actos como de delincuencia común, se pierde la perspectiva de su verdadera dimensión: son un fenómeno de PODER EXTRA Y CONTRA SISTEMA, en constante crecimiento. La delincuencia común y la organizada, transgreden la ley, pero para vivir y disfrutar sus ganancias, dentro del sistema, con pensamiento y valores sociales comunes, propios del sistema.

Es de hacer notar que tal potencial político del fenómeno de las “maras” ya fue vislumbrado por Mauricio Funes, durante su candidatura a la Presidencia de la República: durante su campaña política, llegó a los penales para visitar a los pandilleros como dando, a las acciones de éstos, una visión o justificación política; estas visitas no pudieron darse sin la anuencia de las autoridades penitenciarias y muy probablemente de Casa Presidencial. En aquel momento, las pandillas alcanzaban ya una madurez política pues, en sus páginas web, desde esa época, se describen así mismas, como descendientes ideológicos del FMLN guerrillero, siendo ellos nuevos abanderados del espíritu revolucionario. Esta forma de pensar, es producto de la justificación que se hace de su condición extra-social que, tuvo principio en los primeros años de la pasada década,  con el movimiento “Homies Unidos”, un intento de “Save The Children” de buscar solución a la rivalidad de pandillas, considerándolas un producto de la guerra en El Salvador y el cual, derivó en el surgir de una conciencia propia que considera que es el sistema social, el responsable de su condición humana pero que puede someter mediante su fuerza. En este sentido podemos considerar a la “Mara Salvatrucha”,  mucho más evolucionada que la “Mara 18”. La evolución significa el grado de complejidad dentro de su organización y la capacidad de utilizar los medios a su alcance para lograr sus fines y lo cual, no significa que se somete al sistema político y social reconocido por el Estado de El Salvador o a la comunidad nacional. Las “maras” crean su propio sistema y escala de valores, con una visión propia y muy particular de la sociedad, de la  cual ellos, voluntariamente no forman parte.

Prueba de estos acercamientos políticos con las “maras” y que pueden significar un caudal de entre 120,000 a 150,000 votos y,  cuya fuerza política ya se ha hecho sentir en las dos elecciones pasadas, pues candidatos a Alcaldes han recurrido a ellos para  su triunfo electoral, es que, en los primeros días del mandato del Presidente Funes, la “Mara 18”, hace un llamamiento al diálogo, mediante una entrevista publicada en Radio Nederland. Días después, se incluyó el tema de las pandillas, en la agenda de la Asamblea de la OEA, a celebrarse en San Salvador.

No es posible considerar estos eventos como si fuesen de mera coincidencia: por el contrario, se advierte un  planeamiento meticuloso, tal vez orquestado en  el gobierno anterior y, continuado eficazmente por el actual, a la espaldas de la Fiscalía General de la República y, a despecho de la opinión  de la ciudadanía.

Conforme a la doctrina jurídica, la mara posee  PODER,  es decir, tiene la capacidad de hacer realidad su voluntad, es decir capacidad para “de ser  posible” o “ser capaz de”, lo cual implica que posee  la facultad, habilidad, capacidad o autoridad para llevar a cabo una acción determinada de su “voluntad”. El poder implica también que se posee mayor fortaleza corporal e intelectual en relación a otro individuo o colectividad y superarlo en una lucha física o en una planeación estratégica. La “mara” ha probado su superioridad física e intelectual,  pues puede  matar, extorsionar, establecer territorios, privar de libertad etc. sin que la AUTORIDAD DEL ESTADO,  pueda oponérsele eficazmente, razón por la cual, nuestras autoridades han preferido favorecer un pacto entre las pandillas entre sí y, otro con el Estado,  y que la sociedad salvadoreña se haga cargo de su sostenimiento, en un proceso de LEGITIMACIÓN DE SU PODER.

Considerar  que existe, dentro del Estado, otro poder,  opuesto y más fuerte que el suyo, es incomprensible pero aquí en El Salvador,  es una realidad.  Sin importar como se justifique  la FUERZA de las pandillas, estas ejercen más que una mera fuerza, pues la ejercen de una manera organizada, permanente, conforme a la jerarquía propia de su organización y, tendiente a lograr fines que van en beneficio de su colectividad y no, de un individuo,  lo cual permite afirmar que, poseen un PODER, que  no es LEGITIMO, pero el cual, si continuamos en el camino trazado por el Presidente Funes y, expresado por su Ministro de Seguridad Pública, dentro de un plazo, no muy largo, sí se volverá un poder LEGITIMADO.

La fuerza en el Estado,  no sólo sirve para asegurar el cumplimiento de sus órdenes, es también la condición de la libertad de las decisiones de sus gobernantes. El Gobierno será débil, mientras no disponga de una fuerza capaz de vencer todos los obstáculos que puedan surgir en su interior,  pues la legitimidad de su mandato, estriba en el mandato soberano del pueblo, para lograr el bien común.

Las pandillas no pueden, de ninguna manera ser consideradas – ni individuos ni grupos – como ciudadanos con los Derechos propios de la ciudadanía, pues la primera condición de ésta, es la sumisión al poder del Estado, mediante su sometimiento a la ley vigente y a la autoridad de sus gobernantes. Esta sumisión es adhesión voluntaria e individual,  que nace de la confianza en el sistema o simpatía de la misma autoridad en un sentido psicológico, situación y condición que, no se da con la “mara”: la “mara” juega con el gobierno como a un pulso de muñecas y éste, en vez de ejercer todo su poder para vencerla, espera sumarla a su conveniencia o interés político: no comprende que, la “mara” ha llegado a ser un PODER transnacional y que actúa definitivamente, con una entelequia propia.


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