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domingo, 30 de agosto de 2015

Y CONTINUARÁN LOS MUERTOS


Por     
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 30 de agosto  de 2015.

No bajará el número diario de asesinatos,  mientras no se logre  un nuevo equilibrio en las cúpulas de poder, de las diferentes pandillas y mientras  éstas, no tengan una conformación territorial acorde a sus fuerzas y que satisfaga sus necesidades, en un nuevo equilibro roto, tras la muerte de varios líderes y la imposibilidad de expansión, dentro del país, hacia nuevos territorios. En realidad, el crecimiento de las pandillas sobrepasa lo que la sociedad y la actividad económica pueden absorber.

Las pandillas se encuentran afrontando tres conflictos: 1) entre sí, por el control de sus estructuras; 2) con las otras pandillas, por el control territorial y; 3) con el Estado,  que pretende sofocar los efectos de los dos conflictos anteriores, pues éstos los dirimen de manera única: dando muerte al contrario.

Tres conflictos que han existido siempre entre las pandillas,  aunque en más baja intensidad, pues aún había  recursos que explotar: personas que aún, no pagaban renta. Sin embargo por lo pequeño del territorio y la rápida expansión de las pandillas  (proporciona una opción para suplir las necesidades de vida) ha saturado el territorio nacional; su desborde, hacia otros países, es inferior a la tasa de su crecimiento.

Según encuesta del Consejo Nacional de la Pequeña Empresa (CONAPES), eran extorsionadas el 72% de las empresas, esto durante el primer trimestre del año 2013. Porcentaje que va en aumento, por lo que es de suponer que a estas fechas, tal cifra ha aumentado considerablemente, pues muchas empresas han cerrado careciendo de incentivo para invertir en nuevos negocios. La actividad económica privada, se encuentra deprimida: además de los impuestos que debe pagar (que quieren aumentar para cubrir los gastos sociales del Gobierno y la inseguridad), tiene que cubrir dos gastos más: el de la seguridad privada (que suma  $ 500 millones anuales) y el de las extorsiones (no cuantificado, pero como dato referencial, podemos citar las extorsiones al transporte público: $ 30 millones al año), lo que debe que sostener a un número creciente de 60,000 pandilleros activos y de 440,000 personas, dependientes de los pandilleros (su núcleo familiar).

Por todo lo anterior, podemos asegurar que la lucha de las pandillas es por el control de los recursos nacionales. Hay un descontento entre los pandilleros que se encuentran en libertad, contra los que guardan prisión en los penales. Pues los privados de libertad exigen su “cuota” de la extorsión, tanto como el que está afuera, pero el país, ya no tiene más recursos que suministrarles, por el contrario, se está dando una implosión social y económica, a no ser que se los facilite el Estado, lo cual sería insostenible y legalizaría sus pretensiones. Las pandillas llegarán a un equilibrio natural, entre los recursos explotados y el número de pandilleros,  lo que es la consecuencia lógica de la depuración entre pandillas, si los pandilleros, forzados por la presión gubernamental y la presión de las bandas rivales, emigran hacia otros países,  creando un problema de seguridad regional, lo cual ya ha sido anticipado por Honduras.

Para poder entender  en toda su crudeza, el fenómeno de las pandillas,  es necesario ver a estos, como seres  humanos: con las mismas necesidades básicas que las nuestras; alimentación, techo, reproducción y lazos emocionales. Pero  en el modo o método de satisfacer tales necesidades está la diferencia: en vez de trabajar y convivir dentro del sistema de conformidad a sus leyes, moral y convencionalismos sociales, opta por apropiarse mediante el uso de la fuerza y el asesinato de lo que necesita,  como lo hizo el  hombre primitivo. Esta situación ha sido el resultado del  alejamiento del individuo, de los valores familiares  y cívicos, en un lento proceso que se inició previo al pasado conflicto armado.

 Sin embargo  estamos ya en tal  situación, que ya no tiene importancia teorizar sobre el origen de las pandillas; es necesaria su contención: éstas han generado una dinámica social propia, constituyéndose en un grupo aparte de la sociedad, el cual, creando una sinergia, produce nuevos pandilleros a un ritmo muy superior a la capacidad del Estado o la sociedad, de reabsorberlos: está haciendo colapsar a la sociedad misma, pues es la única que puede efectivamente, acabar con el problema de las pandillas: absorbiéndola y volviéndola parte del sistema, con la práctica  de valores universales.

Mientras el Gobierno y los allegados a las pandillas (Mijango y Lüers) sigan buscando con ellas una  solución negociadora, las fortalecen, pues las obligaría a que finalizasen sus diferencias,  lo cual sí, fortalecería a un grupo que ya de por sí, está ejerciendo una fuerza superior a la del Estado mismo. En la actualidad, la lucha entre las pandillas ahonda sus diferencias y les debilita. Por lo cual tendremos que ver en las muertes, hasta una posible escalada, antes de que la situación se estabilice. El Gobierno no tiene  capacidad para evitarlas: el sistema de justicia ha colapsado por saturación; es el diario alto número de muertos lo que atrae a los medios, sin embargo, atrás de éstos, hay un número mucho mayor de actos delictivos: extorsiones, amenazas, robos, violaciones etc.

Por cada 91 habitantes hay un pandillero activo y, por cada 11 habitantes una persona vive a costa de actos delictivos, aunque no sean realizados por ellos directamente, pero cuya sicología es “aceptar como normal y correcto” los actos delictivos que le proporciones satisfacción a sus necesidades diarias. Un Editorial de la UCA, fechado el 26 del corriente mes, compara la violencia actual con la violencia del conflicto armado, creando un paralelo de las mismas. Aquel conflicto fue ideológico para nosotros y geopolítico para los que financiaron el conflicto, sin embargo el conflicto actual es exclusivamente por recursos y sobre todo sin injerencia extranjera.

Las reformas penales propuestas y las consideraciones jurídicas sobre los actos de terrorismo que ha planteado la Sala de lo Constitucional, crean la esperanza de una pronta pacificación;  aunque ésta, no será el marco de la ley el que la realice, sino la acción directa del Estado, en recuperación de su  soberanía territorial: la ley es sólo la expresión abstracta de dicha soberanía. La UCA plantea en su editorial, antes mencionado, que ha habido  exceso, en el uso de la fuerza, por parte del Estado, pero el número de muertos en los enfrentamientos, entre policías y pandilleros, dependerá de la resistencia que éstos últimos, presenten en el terreno y no, de las fuerzas policiales o militares desplegadas, pues  lo que representan es el poder soberano del Estado que está, no para protegerlos, sino para asegurar el pleno ejercicio y cumplimiento del Derecho. Si el pandillero estuviese sometido a la autoridad del Estado, éste le debería protección; de lo contrario, no. Pero el propio Ministro de Defensa, al dar las cifras de los pandilleros y de las personas que les apoyan, ha dicho veladamente, que será imposible d someterlos, pues su número llega ya al medio millón de individuos.


Los acuerdos interpartidarios, celebrados por Salvador Sánchez Cerén, van más encaminados más a conseguir fondos para pagar deuda y sus programas sociales,  que para un verdadero problema de seguridad. El Estado aún tiene la capacidad de dominar a las pandillas, mediante el uso de métodos que  le darían plenos poderes (de manera fáctica) al FMLN, pero que serían inaceptables, para la comunidad internacional; es de prever entonces que se insista en un pacto con las pandillas, pero de una forma más sutil que como se ha estado haciendo hasta ahora y mientras tanto la matanza continuará.

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