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lunes, 25 de septiembre de 2017

HOMICIDIOS Y CORRUPCIÓN



Los setenta y un homicidios del fin de semana pasada, han sido a causa de las luchas de las Maras entre sí y, de la fuerza pública contra ellas. Lucha ésta, que ya no es sólo territorial, sino   también política,  estimulada por la corrupción gubernamental presente y no cesará, hasta que se logre  entre las partes, un nuevo equilibrio de poder.

Las Maras fueron consideradas  como fenómeno meramente delincuencial, hasta mediados del Gobierno de Francisco Flores, cuando la inteligencia policial, predijo que podrían llegar a ser una amenaza a la Seguridad Nacional; pero tomar acciones más fuertes que las que se tomaron en ese momento, hubiese tenido un costo político impensable y, obligado a una reorientación de la política nacional. Por su parte, el FMLN ya había tenido buenas experiencias con  la Mara, desde la ofensiva de 1989,  cuando incorporaron a la Mara Gallo de Mejicanos, a la insurrección armada.

Durante la campaña de Mauricio Funes, estas estructuras se incorporaron como elemento político a la vida electoral,  pues se hizo creer a sus líderes, que su condición de pobreza era a causa de la exclusión social, resultado del sistema capitalista y que, sus acciones de fuerza (asesinatos) eran legítimos contra un sistema injusto. Esta plataforma política, planteada por Funes y el FMLN, ha sido la base para la lucha que hoy se desata,  pues se les tomo como fuerza política y. conscientes de ello, se disputan dicha preeminencia entre sí y contra el Estado.

Las Maras se están disputando el control territorial,  su población y sus recursos, pretendiendo influir electoralmente, sin estar sujetas a la Democracia, sino a la fuerza. La tregua pactada por el Gobierno y, ejecutada por el General David Munguía Payes, no fue sólo un acto de traición, sino de responsabilidad directa, de la extinción de la soberanía nacional en gran parte del territorio nacional y del desplazamiento interno de más de  120,000 salvadoreños, a los que la Fuerza Armada y la PNC, han ayudado a evacuar,  para evitar confrontaciones con la Mara y ésta, lo consideró como la cesión del territorio en su favor.

La Justicia Transicional explica que, de un Estado en  guerra, debe llegarse a la estabilidad democrática, mediante el castigo de los hechos pasados pues, la amoralidad y pérdida de valores humanos de un conflicto, continúan en el período de paz subsiguiente. Tal es lo que estamos sufriendo: el FMLN cometió Crímenes de Guerra y Crímenes de Lesa Humanidad, hoy su corrupción generalizada, incita a otros a matar. Antes se exigía el  impuesto de guerra,  hoy son, la renta del marero y el excesivo impuesto del Estado. Hoy el marero mata incitando por ideas políticas y el Gobierno compra las voluntades con dinero del Estado.

El Salvador  no se ha recuperado aún de la guerra. Síguese manteniendo una lucha política que destruye al país y se ha vuelto al uso de las armas, en un conflicto social.  El Salvador debe decidir el  modelo económico político que quiera: liberal o comunista, pero dentro del marco democrático, sin la disputa territorial de las maras o, la utilización política de las mismas.


Sólo la salida del poder de la dirigencia del FMLN,  puede asegurar esa transición: la estructura militar del conflicto, está en retiro, la Democracia Cristiana, como estructura política del conflicto, ha desaparecido. ARENA, que firmó la paz con ellos, es hoy oposición. Sólo la misma cúpula del FMLN que tuvo la conducción política de la guerra, es la que tiene el poder actualmente en El Salvador y, sigue usando los métodos de antaño: crímenes contra el Estado y corrupción.

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