Por
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓNACCION
La reciente disposición municipal de prohibir dar
alimentación a los indigentes en San Salvador, por la “ mala imagen que pudiera
dar en el nuevo Centro Histórico”, y ser esto, el preludio de nuevas
disposiciones para el ordenamiento municipal en el resto del país, merece dos
reflexiones: la primera, a la luz del cristianismo, islam y la mazonería y, la
segunda, sobre lo que motivó tal disposición.
El cristianismo, al establecer como fundamento la igualdad
entre los seres humanos, obliga a la caridad con para con el prójimo, y es la
base para la convivencia armónica y es la acción terrenal, para alcanzar la
gracia de Dios.
El Antiguo Testamento dice: "no endurecerás tu
corazón... sino que le abrirás libremente tu mano, y con generosidad le
prestarás lo que le haga falta para cubrir sus necesidades" (Deuteronomio
15:7-8). En el Nuevo Testamento, Jesús, enseñó a sus seguidores, la importancia de
cuidar de los "más pequeños" (Mateo 25:40) y se enfoca en actos de
compasión. El apóstol Pablo promovió la caridad, describiéndola como la virtud
más importante y la esencia del cristianismo. Afirma que, sin caridad,
las otras virtudes como la fe, la profecía y la entrega total a Dios, no tienen
valor alguno (1 Corintios 13).
El islam, por medio del Corán y la Sunna, destacan como
fundamento de la moralidad islámica, la obligación de alimentar a los pobres. Un
ejemplo de ello es el Zakat al-Fitr, que obliga a todo musulmán en la medida de
sus posibilidades, el deber de compartir sus alimentos con el indigente, para
celebrar juntos el fin del Ramadán. El profeta Mahoma enseñó: "nadie debe
comer hasta que haya alimentado a alguien que tiene hambre. ". Concepto
que es común a todas las religiones, pues es la base de la caridad y compasión,
lo cual va más allá de las religiones abrahámicas, encontrándose los mismos
principios en el zoroastrismo, budismo y brahmanismo.
La caridad, en sentido general para el islam es: “sadaga”; y
puede ser tomado como sinónimo de “tzedaká” o sea, de justicia, por lo que la
caridad o solidaridad humana es parte de la justicia, razón por la cual debe de
ayudarse al prójimo.
La Masonería, ejemplo de la moralidad racionalista y laica,
invita a la conducta virtuosa, reflexionando sobre el bien y el mal,
concluyendo que el Masón, en su vida diaria debe desempeñarse como un hombre de
bien, o sea, sin dañar al prójimo y ser el pilar moral de la sociedad. Se
recomienda leer “La Masonería, bajo el aspecto social, político y religioso”,
de Luís Donoso Z., definiendo la organización masónica así: “Que tiene como
objeto la beneficencia, el estudio de la moralidad universal y la práctica de
todas las virtudes: que tiene por base la existencia de Dios, la inmortalidad
del alma y el amor a la Humanidad”. Desde este punto de vista, la ayuda al
indigente, es una forma de suavizar las naturales desigualdades sociales y
fomentar la fraternidad dentro de la sociedad.
Por lo que, si vemos la prohibición municipal de ayudar al
indigente, es contrario a la religión, la moralidad y las buenas costumbres,
pero también se niega un derecho implícito en cada uno de los indigentes
necesitados: su calidad de ciudadanos, pues si carecen de derechos sobre
propiedades donde residir, el estar en la vía pública, es su derecho, derivado del hecho de estar en
terreno público.
Y la prohibición, con el fin de obligarlos a desalojar las
calles, por “afear el Centro Histórico”, es excluir al ciudadano por pobreza y
anteponer al extranjero, por sobre el nacional o al “rico”, por sobre el indigente,
lo cual es la base para un nuevo conflicto social, lo que equivale a la
“privatización de los bienes del Estado” o a la disminución de los derechos del
ciudadano. La indigencia en la vía pública,
es el último estadio de un ciudadano y a mayor número de éstos o el
aumento de los mismos, es la comprobación del fallo del Estado en su función de
ordenar la actividad humana.
La responsabilidad del aumento de la indigencia es
responsabilidad del Gobierno, y se presenta cada vez que la libertad disminuye más
allá de la necesaria para la perfecta lubricación social o la corrupción
entrampa los engranajes sociales.
La solicitud de donaciones privadas, para que la
municipalidad las reparta entre los indigentes, a su discreción, equivale al
abandono de la obligación de subsidiariedad que tiene el Estado como una de sus
tres obligaciones básicas. La asistencia al indigente, está relacionada con el
fuero interno de cada individuo, lo que le da satisfacción y paz interior, pero
si da su donación al Estado, para que éste disponga de ella, se está creando un
“impuesto voluntario”, que sería a
beneficio y criterio del Gobierno y no, según el individuo que siente la
satisfacción de colaborar con otro ser humano.
El Estado no posee la conciencia del individuo, su misión
es ordena la vida diaria, mantener la paz interior y ayudar subsidiariamente al
necesitado, no desconocer sus derechos por pobreza u otorgar nuevos por poder o
dinero, menos aún a extranjeros.
Tierra y libertad: tierra por lo que representa el suelo
salvadoreño para sus ciudadanos, sean estos ricos o pobres y libertad, para
decidir su destino en esta, su tierra, su país, su nación.