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domingo, 15 de septiembre de 2013

DE MONSEÑOR ROMERO AL LIBERACIONISMO


Por             
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 14 de septiembre de 2013.

La Teología de la Liberación, no es una mera desviación del Catolicismo o, una aplicación Cristiana, basada en las Sagradas Escrituras: es, por el contrario, una fuerza política que persigue metas estrictamente terrenales; razón por la que, debe estudiarse, desde el punto de vista de sus efectos dentro de la Iglesia Católica y, de su entorno social; de no hacerlo así, se corre el riesgo de crear  un mero debate  academicista,  Teológico e insustancial, para la vida política actual.

Poco después de la Segunda Guerra Mundial, quedó claro  que, la estrategia revolucionaria, impulsada por la Unión Soviética, de destruir a la Iglesia Católica mediante el asesinato de sacerdotes, la quema de Iglesias y la confiscación de sus bienes, había sido un fracaso: la Guerra Civil Española (1936-1939) fue en Europa prueba evidente de ello y, que la excomunión de la Iglesia, decretada por Pío XII era sanción ineficaz para detener la corriente marxista, dentro de la política cotidiana; y  por esta causa, se toma la decisión de combatirla, desde los fundamentos mismos del marxismo: su adoctrinamiento  de las masas obreras, que constituye un proceso que va, de 1944 a 1959 y que fue proclive a que, la mitad de esta  generación de sacerdotes involucrados, en este debate, se abandonasen  los ritos y desarrollara los principios de una doctrina que se conocería como Teología de la Liberación; a tal tendencia, a la que puso fin Juan XXIII y  puede citarse el Sínodo de 1960, como la última confrontación con la Unión Soviética y el comunismo, fuera del seno de la Iglesia Católica, y como siguiente estrategia, hubo  un acercamiento por parte de ambos enemigos, para establecer un nuevo campo de lucha: La Iglesia Católica y la Unión Soviética, se reunieron y celebraron el Pacto de Metz, que constituyó, uno de los grandes acuerdos, previos  al  Concilio Vaticano II.

Este primer acercamiento de estos dos grandes contendientes, fue en agosto de 1962, en la ciudad francesa de Metz, en donde el representante del Vaticano, fue el Cardenal Tisserant, Decano del Sacro Colegio Cardenalicio y el Primado Nicodim, enviado del Patriarcado de Moscú, dirigido por el Partido Comunista de la Unión Soviética. Sobre esta reunión nos comenta José Orlandis Rovira en su obra intitulada “La Iglesia Católica en la Segunda Mitad del Siglo XX”: “El acuerdo fue que el concilio se abstendría de cualquier pronunciamiento condenatorio del comunismo. Una vez concluido el “pacto” Mons. Willebrand, miembro destacado del Secretariado para la Unidad de los Cristianos, viajo a Moscú para formalizar la invitación”. Vale destacar que dichos acuerdos, dieron como primeros frutos, la liberación  de Monseñor Slipij y la posibilidad de que  Leonardo Boff y otros seguidores del marxismo, pudiesen visitar a la Unión Soviética.

El pacto de Metz fue hecha público el día 22/1/1963,  por el “France Nouvele” , boletín del Partido Comunista Francés, que escribió:  “Puesto que el sistema socialista mundial manifiesta de forma innegable su superioridad y recibe su fortaleza de la aprobación de centenares y centenares de millones de hombres, la Iglesia ya no puede contentarse con un tosco anticomunismo. Incluso se ha comprometido, con ocasión del diálogo con la Iglesia ortodoxa rusa, a que no habrá en el Concilio un ataque directo contra el régimen comunista.” 

Las consecuencias de este pacto, dentro de la Unión Soviética, han sido claros: la destrucción de la Unión Soviética, desde la conciencia de cada individuo; sin embargo, aún no son claros sus efectos dentro de la Iglesia Católica, que tiene aun un debate interno sobre su Teología.


El Concilio Vaticano II, fue una apertura de la Iglesia Católica hacia el mundo moderno,  pero se expuso al debate interno sobre la Teología de la Liberación; doctrina que,  no sólo trata sobre la mera exposición de la fe católica, sino también sobre la estructura jerárquica de la Iglesia y de la participación del católico en las luchas revolucionarias latinoamericanas; lucha que queda evidenciada con claridad, en las discusiones y documentos de las distintas Conferencias Episcopales Latinoamericanas. En estos debates, surge el pensamiento del Cardenal Ratzinger  que rechaza categóricamente, la idea de la “ley” y el “orden” como formas de opresión de la sociedad. Y dijo: “La fuerza al servicio del derecho se convierte en poder de opresión, mientras que la violencia contra el ordenamiento jurídico del Estado se transforma en lucha por la liberación y por la libertad. “La nueva moral es más bien antimoral; Dios no es una realidad ante el hombre; y Jesús se ve sustituido por Barrabás,  que por  cierto se llamaba también Jesús”.

Las reflexiones expresadas del Cardenal Ratzinger, nos permiten comprender el proceso actual, de considerar hoy como ilícitos, los actos en defensa del Estado, aunque, durante la Guerra Fría y las luchas revolucionarias latinoamericanas, hayan considerado actos lícitos y, considerar hoy como lícitos, los actos que en aquella época, fueron considerados  delitos. Uno de los objetivos de la Teología de la Liberación es la transformación de la moral social que ha sumido un modelo  “anárquico-histórico ideológico” que trata de invertir las relaciones del Antiguo y del Nuevo Testamento: “Jesús viene interpretado a la luz de Moisés, y Moisés a la luz de Marx”. Estas explicaciones, permiten comprender la tendencia actual en Latinoamérica de “preservar la historia, creando una nueva historia”, basada en la lucha de clases y, las contradicciones latinoamericanas, como consecuencia del devenir marxista, creando una nueva realidad social, acoplada a estos principios. En cuanto a lo referente a la estructura de la Iglesia Católica, presenta dos grandes grupos: las Comunidades de Base, enfrentadas a la Autoridad Eclesiástica, en un paralelismo de la lucha de clases, dentro de la sociedad.

Colombia, Brasil, Chile, Nicaragua y El Salvador son los polos latinoamericanos de la  Teología de la Liberación. Lo han sido también en su praxis,  todos los países latinoamericanos donde ha habido insurgencia. Pero aquí me me referiré exclusivamente a El Salvador.  La periodista estadounidense Georgie Ann Geyer dice: “El Arzobispo Romero está empezando claramente a marcar un nuevo camino para los activistas católicos en América Latina. Este líder católico que más que otro alguno está en el ojo del  huracán, se está apartando de aquellos para quienes hay poca diferencia entre cristianismo y marxismo”. Los escritos teológicos de Monseñor Romero se encontraban en los límites de lo aceptado por la Iglesia Católica, pero su praxis correspondía a la Teología de la Liberación, lo cual caracterizó su acción como la de un activista político y no cómo un pastor de la Iglesia Católica.

 Monseñor Romero como activista político,  quedó sujeto a todas las vicisitudes de la lucha revolucionaria y, su asesinato, generalmente atribuido a la derecha, presenta aún hoy muchas dudas. En la obra de Ricardo de la Cierva, intitulado “Oscura Rebelión en la Iglesia”, se encuentra un pequeño párrafo relativo a la muerte de Monseñor Romero, en el que se dice que hubo sacerdotes que le avisaron sobre su futuro asesinato, por parte de agentes de izquierda, dentro del marco de una estrategia de insurrección general,  pero él y sus allegados no prestaron atención a dichas advertencias. 

Años después, en el Programa de opinión, “La Hojilla”, conducido por Mario Silva, en Venezolana de Televisión, hizo pública una investigación sobre el asesinato de Monseñor Romero y concluyó que el autor fue  un comando venezolano, denominado “Centauro”, dl cual  pudo ingresar a El Salvador por el aeropuerto militar de Ilopango, gracias a la complicidad del Gobierno del Presidente Duarte y que,  bajo su amparo este comando pudo ingresar y salir luego de realizada la operación. Las acciones del Monseñor Romero, eran congruentes con la lucha insurreccional,  pero el Golpe del 15 de octubre de 1979, cambio las necesidades políticas y el distanciamiento del nuevo Gobierno con las pretensiones insurgentes, ponían a Monseñor Romero en una posición de disyuntiva e impredecibilidad en el apoyo a los grupos insurreccionales o al Gobierno Demócrata Cristiano.

Hoy Monseñor Romero, es venerado por los seguidores de izquierda, como un Santo de la Teología de la Liberación y su imagen y escritos, son utilizados para sustentar el Socialismo del Siglo XXI y la lucha anti imperialista y no, de ninguna manera, los valores Católicos tradicionales. En agosto de 2012 en Caracas, Venezuela,  discutieron sobre espiritualidad y política, en el “Encuentro Internacional Sobre la Espiritualidad Liberadora a la Luz de la Teología de la Liberación”. Les acompañaron 12 delegaciones internacionales: Ecuador, Colombia, Argentina, Guatemala, Perú, Brasil, Cuba, República Dominicana, España, El Salvador y  otros. El presbítero venezolano Numa Molina, dijo: “cada grupo fue trabajando temas que surgieron del corazón de las comunidades, como la espiritualidad liberadora de la comunicación frente a una comunicación opresora que aliena”. Otro objetivo, fue la lectura teológica del proceso de transformación que vive la Venezuela Bolivariana, así como los cambios que se operan en las sociedades latinoamericanas y caribeñas. El presbítero Molina expresó que, las discusiones, también persiguieron descubrir la relación profunda entre fe y política, aplicada a los procesos revolucionarios en Latinoamérica y el Caribe.


Hoy, con la elección  Papa Francisco I, percíbese una nueva lucha de la Teología de la Liberación,  pero esta vez, dentro del seno más íntimo de la Iglesia Católica, como una infección que progresa, pero que, al final será vencida. Sólo hay que esperar los efectos políticos de esta lucha, en los países Latinoamericanos.

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