Por
Lic.
Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCION
El
derrumbe de la Unión Soviética, entre el 11 de marzo de 1990 y, el 26 de
diciembre de 1991, atribuido a la perestroika de Mijaíl Gorbachov, fue
resultado del esfuerzo último, de mantener la estructura y poder soviético,
sometidos al stress económico y social, de un sistema imposible de sostener,
por la falta de libertad y el control absoluto del Estado; que permitió la
corrupción, como estructura Estatal y al final, ahogó toda la actividad
individual. A los problemas propios del comunismo, se agregó una competencia
militar con Occidente, imposible de ser sostenida, por su precaria economía,
producto de su modelo político.
La
Unión Soviética y China continental, sufrieron los mismos males, propios del
comunismo: ideológicos y de su política práctica, pero las soluciones fueron
diferentes: la Unión Soviética, procuro reestructurar el sistema económico y
liberalizar el político (perestroika y glasnost) y China continental, optó por
la apertura económica, conservando el control político del Partido Comunista.
Mijaíl
Gorbachov, consideraba que la perestroika y el glasnost, eran aplicables en
toda su extensión, a la Unión Soviética, pero no, para Latinoamérica, pues en ésta,
no se había pasado por el estadio del comunismo. Al final de la Guerra Fría,
las fuerzas comunistas latinoamericanas, quedaron intactas, pero sin su rol de
presión política antioccidental, por lo que se dio una forma de neo comunismo
latinoamericano, que evolucionó, hacia un populismo de izquierda.
El
neo-comunismo latinoamericano, aún no se define en su totalidad, encuéntrase en
evolución y, una primera aproximación, hacia su nueva forma, se presenta en el
Foro de Sao Pablo. En esta evolución, Cuba pasa, su rol revolucionario a
Venezuela y Brasil. En estas acciones, Venezuela empeña su riqueza nacional, en
extender su influencia hacia los países más pobres de Latinoamérica, en busca
de un liderazgo geopolítico, capaz de competir con el de Estados Unidos. Para
mantener este esfuerzo, ha necesitado de la ayuda de Rusia, China continental e
Irán.
Al
disputar Rusia y China continental, su influencia a Estados Unidos; Cuba,
Nicaragua y Venezuela, en continuidad de la Guerra Fría, han dado a Rusia y China continental, su apoyo. Mientras. tímidamente, Brasil,
Argentina y México, muestran su descontento con Estados Unidos; cada uno de
ellos, por intereses propios, que pueden resumirse en contrarrestar la
influencia de Estados Unidos y Europa, en sus economías públicas y, en los
señalamientos sobre abusos de autoridad e indulgencia, con el crimen
organizado.
En
El Salvador, la Izquierda se ha dividido: tradicional y neo-izquierda, generada
por una lucha de poder contra la cúpula tradicional, fracturándose ésta.
Bukele, recoge las distintas fracciones de Izquierda y las dirige hacia la
cúpula del FMLN, debilitándolo y, dando una nueva estructura o forma a la
izquierda, muy similar a la nicaragüense: funda su poder en la Fuerza Armada y
se sostiene, gracias al apoyo del capital, justificando el régimen, mediante el
populismo, por lo que la institucionalidad desaparece y permite las distintas
organizaciones del crimen organizado.
El
riesgo que corren los regímenes de izquierda latinoamericanos, es que su
populismo, es muy oneroso y terminan consumiendo sus recursos, por lo que
confían en el financiamiento y cobertura que pueden darles otros países, en su
lucha geopolítica o geoestratégica contra Estados Unidos.
La
cercanía de Bukele a los intereses de China continental, en primera instancia y
rusos en segundo, es por la actual lucha de esos países con Occidente y la
claridad, en su apoyo, va en razón de los beneficios a su Gobierno, los cuales
no tienen significado para la nación salvadoreña, pues no son ideológicos, sino
de conveniencia de poder.
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