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viernes, 14 de octubre de 2022

DEL KAISER A UCRANIA

 

Por

Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra

Editor de PUBLICACIÓN ACCION

 

Por efectos del fin de la Primera Guerra Mundial (1918), ha habido sucesos que, aún hoy, en el siglo XXI, continúan siendo influyentes. La caída del Kaiser Guillermo II en Alemania, fue el detonante del Nazismo y el principio de la Segunda Guerra Mundial; el tren secreto que trasladó a Rusia a Lenin, preparo la Guerra Fría y, consolidó el nacionalismo ruso, que hoy reclama a Ucrania, como suya. Está creándose una nueva unidad europea que, junto a Estados Unidos, constituirá el centro de un sistema democrático globalista, reducido a sus áreas de influencia, con conexión hacia Oriente, por medio de la economía China: si ésta nación, no se convierte, por rencor, en el nuevo enemigo de Occidente, debido a la apertura forzada al comercio Europeo, nacionalismo y exigencia geoestratégicas, que le obliga al dominio del Pacífico.

 

Al impulso de esas corrientes geopolíticas mundiales, la política centroamericana se mueve, sufriendo diferentes influencias, que son utilizadas en la lucha de poder interno, sin que pueda preverse sus desenlaces, que casi siempre, son nefastos para el ciudadano común.

 

El General Alexesei Kuropatquin (Ministro de Guerra de Rusia entre 1898-1904), estableció las prioridades geopolíticas de su país, conforme al nacionalismo imperial. Esos mismos principios, llevaron en la época soviética, a la invasión de Afganistán y antes, a mantener por la fuerza, bajo la órbita soviética, a diferentes naciones europeas, que hoy, forman parte de la Unión Europea y la OTAN.

 

La invasión de Ucrania, es la repetición fallida, de la invasión soviética a Hungría, en 1956. Ahora, Ucrania separada de Rusia, sigue un destino independiente. El nacionalismo ruso, exige su ocupación para tenerlo en la esfera de la Federación Rusa, como antes lo fue, como parte de la Unión Soviética y antes, parte del imperio Zarista.

 

Al caer la Unión Soviética, Occidente cree que los conflictos habían cesado y que comenzaría un período de paz globalizado; no fue así, los nacionalismos con las necesidades geopolíticas, cuando son dominados por el autoritarismo, crean nuevos conflictos. Así hemos observado en los Balcanes, Siria, Irak, Afganistán, Chechenia, etc.

 

Si ahora Occidente, no pone fin al expansionismo ruso en suelo ucraniano, sería igual al pacto de Múnich de 1938, cuando se accedió a que Hitler anexara a los Sudetes, para mantener la paz en Europa, pero dicha acción, sólo estímulo al uso de la fuerza, para la anexión de nuevos territorios y, 13 meses después, por la invasión alemana a Polonia, estalla la Segunda Guerra Mundial, cuando los Aliados aún no estaban preparados para esa guerra.

 

El debilitamiento de Rusia en Ucrania, garantiza que la guerra no llegue a Europa, aunque sus efectos económicos, estén iniciando caos en algunos países y presionando a sus gobiernos. Es preferible una baja en la economía y, el colapso de algunos sectores, a la destrucción de sus estructuras productivas, causada por una guerra en suelo patrio. La recuperación de Europa en la post guerra, fue gracias a la ayuda externa del Plan Marchal, ahora, si no sufren devastación por guerra, su reconstrucción y adaptación a un mundo más reducido, puede ser logrado por la Unión Europea, con relativa facilidad y autosuficiencia.

 

El fantasma de un conflicto nuclear, siempre existirá mientras la doctrina militar rusa vigente ahora, sea la misma y el Gobierno insista en una expansión geopolítica, por vía de las armas.

 

El Salvador, por no condenar en las Naciones Unidas, la anexión de territorios ucranianos a Rusia, da de hecho, su apoyo a Rusia y seguimos, un nuevo derrotero geopolítico favorable a Rusia en su expansión y, a China continental, en su amenaza sobre Taiwán.

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