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sábado, 25 de abril de 2015

¿HABRÁ UNA SEGUNDA GUERRA SUBVERSIVA?


Por     
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 25 de abril  de 2015.

Las noticias internacionales dan ya por real, una segunda  guerra subversiva en El Salvador pero, aunque sí hay, condiciones para ello, no parece ser fácil de obtener el abastecimiento que necesitarían los contendiente para sostener la lucha.  Aunque El Salvador es ya un Estado fallido,  no ha hecho aún, uso de todos sus recursos para  la defensa, por lo que es posible  que la violencia que sufrimos, sea sólo  un elemento, dentro de un contexto  político estratégico, del Gobierno.

Las autoridades pregonan la fuerza de las pandillas, que puede comprobarse por  los ataques a las fuerzas de seguridad pública, que llevan a cabo de  manera más o menos coordinada. La realidad prueba una lucha feroz entre las pandillas,  por el control territorial,  y lucha que se extiende colateralmente, a la intervención del Estado, que desde el punto de vista de las pandillas, es un tercero en discordia. La pugna  entre los pandilleros “encarcelados” y los “libres”, genera mayores tensiones, de las ya existentes entre las pandillas, pues los primeros, se convierten en los “superiores” de los segundos: además de usufructuar, un porcentaje mayor del que queda en manos de los “trabajadores”, que son los que realizan directamente las extorsiones y, corren en su vida delictiva y clandestina,  la mayor parte de riesgos.

Las acciones del Gobierno son, en contra de las pandillas, pero únicamente en apariencia, pues su fin verdadero es crear la imagen de que sí se las  combate con toda seriedad; se crea así para  sirva de argumento a la necesidad de mayor presupuesto y de  solidaridad internacional,  y poder sostenerse argumentando “la desestabilización por la violencia”. Es fácil comprobar esta situación  mediante tres hechos: la formación de Batallones élites contra el crimen organizado; el traslado de reos y los planes operativos antipandillas.

Al crear tres Batallones anti pandillas, conformados por un mil doscientos hombres, de hecho se han conformado tres compañías con secciones recargadas, como era habitual en tiempo del conflicto armado. Crear unidades nuevas, sin incrementar el número de efectivos totales de la Fuerza Armada, causa un debilitamiento de su  capacidad operativa,  además el entrenamiento recibido dentro de la Fuerza Armada, no es útil en su nueva tarea, para lo cual deben de ser nuevamente preparados. Además, crea la imagen de un fortalecimiento de la Fuerza Armada cuando es todo lo contrario, frente a necesidades futuras. En tal sentido, el empleo del Batallón de Especial de Seguridad  Militar (Policía Militar), sería más efectivo que la creación de tres batallones nuevos.

Representa sólo  un movimiento del 5.21 % del total de la población reclusa y un 7.5% de la población pandillera recluida, el traslado de reos que se ha dado esta semana, por lo que, dicho movimiento rompe las estructuras de logística de las pandillas, pero   éstas,  serán reconstruidas durante la próxima visita de familiares a los reos, y además, creara una mayor presión sobre la población reclusa no pandillera.

El empleo en las calles, de una fuerza disuasoria, no debilitará el accionar de las pandillas, pues cada una de ellas, opera en su mismo lugar de domicilio, y con cobertura dentro de la población general de su localidad; el despliegue de dichas unidades militares y policiales, forzaría, momentáneamente, el desplazamiento de las pandillas; de este modo, hacia áreas “seguras”, lo cual aumentaría peligrosamente, sus áreas de influencia.

La impresión, en consecuencia es  que las medidas del Gobierno están encaminadas hacia una reacción futura del Estado, que justifique mayor un empleo de la fuerza, pero que signifique una disminución de las garantías individuales, no de los pandilleros sino de la población en general, lo que, con el aval mismo de la población podría conducirnos a una dictadura, que aceptaríase con tal de recobrar la paz perdida. Por otra parte, también se corre el riesgo de una desestabilización económica debido a la inseguridad, lo que en definitiva, minaría los intereses económicos nacionales  que ,al ser desplazados, tendrían que ser reemplazados por otras actividades, que aseguren al menos, el sustento a las familias más pobres, como lo haría el narcotráfico o cualquier otra actividad ilícita.

La inseguridad de la nación amenaza desbordarse; sin embargo sólo podrá haber guerra si nuestro país se convierta en un productor de coca y marihuana capas de financiar los costos de un conflicto armado, de no darse esta condición es muy poco probable que pueda degenerar esta situación en un verdadero conflicto armado. Más si tomamos en cuenta, la inminente pacificación en Colombia, sí se hace posible que nuestro país se convierta en un pequeño productor de droga: un fenómeno nuevo, aparecido en el campo, es la exigencia por parte de las pandillas, del desalojo de sus viviendas;  fenómeno que es fácilmente confundible con el efecto que causa, la presencia pandillera: la emigración por miedo y el deseo de mantenerse lo más alejado posible de dichos delincuentes. Algunos analistas aseguran que nuestro país no tiene condiciones para convertirse en un productor de droga, pues carecemos de montañas y selvas: considerase a esta objeción, el razonamiento que hizo Cayetano Carpio cuando le objetaron que en nuestro país no había selvas para esconderse y que operara una guerrilla, a lo que respondió “pero sí hay población que para esconderse sustituye a la selva”.

Por ahora, la iniciativa del Triángulo Norte, parece ser la estrategia única compartida, viable para la estabilidad del área centroamericana: visión que  tienen clara los gobiernos de Guatemala y Honduras, pero no,  el Gobierno salvadoreño,  pues rechaza toda iniciativa que viene de los Estados Unidos, y a la cual no se opone abiertamente, para poder recibir su dinero,  pero en el fondo, confía sólo en las relaciones que  establece el ALBA.


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