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sábado, 11 de abril de 2015

LA AMENAZA DE LAS PANDILLAS Y LA FUERZA ARMADA


Por     
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 11 de abril  de 2015.

La actual crisis de inseguridad, tendrá que ser resuelta por las acciones conjuntas de la Fuerza Armada y la Policía Nacional Civil; esto, según el marco constitucional, doctrinario y de estructura orgánica de dichas instituciones, y sin la aplicación de conceptos políticos ideológicos o de populismo, los que sólo entorpecerían el combate a la delincuencia y debilitarían las  estructuras,  militar y policial.

No puede ser, en su actuación en el territorio nacional, a asignar a la Fuerza Armada atribuciones en igualdad de condiciones con la PNC,  porque  la Fuerza Armada, en esta campaña contra las pandillas, no tiene un objetivo definido. Su misión  es  puramente  táctica, de apoyo a la PNC y a las autoridades civiles que se lo requieran; por consiguiente, su participación  es un refuerzo a las acciones de Seguridad Pública,  aumentando  la fuerza operativa de la PNC,  que es la que planifica y le asigna  tareas a la Fuerza Armada.

La estructura de mando y capacidad operativa la Fuerza Armada, exige a ésta,  contar  con un espacio, en donde sus mandos puedan decidir sobre su la parte operativa, en cumplimiento de los requerimientos de la PNC. Lo que implica que el actuar de ambos cuerpos sea en conjunto pero sin coadministración, para evitar confusión de atribuciones, de la dualidad de mando o de sujeción de la una a la otra. Si se cumpliesen estas condiciones, podría afirmarse  que sí estarían realizándose operaciones conjuntas y también de acuerdo al marco constitucional.

Muchos desearían ver en las calles, un despliegue militar,  para que el problema de inseguridad fuese enfrentado desde un punto de acción estrictamente militar, y que se recuperaran militarmente los territorios dominados por las pandillas, con operativos de contrainsurgencia; de esta manera se justificaría las acciones de las pandillas como una guerra social y de una militarización. Para abordar  el problema de esta manera, el Estado debería  contar con una fuerza operativa de diez hombres a uno, con relación a los pandilleros,  lo cual implicaría el empleo de una fuerza muy superior  a aquella con que cuenta el Estado de El Salvador.

Puede medirse la evolución de la letalidad de las pandillas a través del progreso de su armamento: hasta el año dos mil, las pandillas utilizaban granadas artesanales, fabricadas de bloques de TNT, provenientes de los remanentes de guerra, no entregados por el FMLN. Evolucionan luego, a  granadas M-67 y, en el año dos mil cinco, adquieren fusilería (M-16, AK-47 etc.), pues  intensifican su lucha territorial, con la ayuda del narcotráfico. A esta evolución, conocida por el Gobierno, no le puso paro en su momento,  por cuestiones meramente de imagen política, ideológicas o populismo. Para mayor información sobre esta evolución en el armamento de las pandillas, puede consultarse el documento “El armamento de las pandillas salvadoreñas: análisis de su letalidad, poder de fuego e implicancias  de seguridad pública”, del militar y escritor salvadoreño Herard Von Santos,  estudio encomendado por el Centro de Investigación Científica (CINC-ANSP) para su publicación en el quinto número de la revista “Policía y Seguridad Pública.”

Actualmente,  para controlar la presente ola de criminalidad y recuperar los territorios ocupados  por las pandillas, es necesario una movilización del sistema de Seguridad Pública, es decir, completar con recursos humanos y materiales, los juzgados y penitenciarías, contratando y capacitando a un nuevo personal no contaminado con las pandillas y, con conocimiento y fe en el sistema ( jóvenes preferentemente universitarios).

Se debe también ocupar infraestructuras abandonadas, como beneficios de café u otras instalaciones gubernamentales en desuso, para penitenciarías y reclusorios transitorios, que garanticen la separación por peligrosidad y tipo de delincuencia.

Mejorar los servicios de inteligencia militar, policial y de la OIE,  para que se establezcan los objetivos de  la presente lucha, manteniendo operaciones sucesivas, en los lugares de persistencia pandilleril y excluir de manera absoluta todo acercamiento a las pandillas que implique considerar a éstas en un plano de igualdad y excluir de la toma de decisiones a toda entidad cuya finalidad e interés no sea exclusivamente la de la Seguridad Pública, enmarcada dentro de la Constitución: los cultos religiosos y las organizaciones sociales, persiguen fines e intereses que no son los de la Seguridad Pública.


Dado el grave problema de inseguridad que se vive, y al cual no se le ha encontrado solución, el Alto Mando de la Fuerza Armada, no debe esperar a que le ordenen qué hacer, sino debe de recomendar su intención, como garante último de la institucionalidad del país, puesto que es un problema de Seguridad Nacional,  y el cual  debería  ser prioritario para el actual Gobierno de El Salvador, entendiéndose como tal todas sus instituciones: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

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