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lunes, 20 de abril de 2015

LA GEOPOLÍTICA RUSA Y AMÉRICA LATINA



Por     
Lic. Fernán Camilo Álvarez Consuegra
Editor de PUBLICACIÓN ACCIÓN  http://publicacionaccion.blogspot.com
San Salvador, 20 de abril  de 2015.

La geopolítica rusa actual, la rigen sus necesidades de defensa y debido control que le son vitales para la reconstrucción de su imperio, perdido a partir de la extinción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y, a fin de entender las necesidades geopolíticas de la Rusia actual, débese partir de la propia óptica rusa, guardándose de apreciaciones académicas y dogmáticas occidentales. Si correctamente, así lo hacemos, concluimos que las pretensiones rusas sobre América Latina son estrictamente geoestratégicas, teniendo a un enemigo, en sus fronteras occidentales siempre presente, siguiendo el concepto de “vecindad próxima”.

El “heartland” o núcleo vital ruso, conformado originalmente por el área, Nóvgorod, Kiev y Moscú, se remonta al año 882, cuando Oleg el Sabio, unificó a los eslavos y finougrios, en  el primer Estado eslavo oriental, el Rus de Kiev. La geopolítica Rusa ha sido siempre práctica, y así  lo podemos apreciar, estudiando la obra política del socialista bakuniano Gueorgui Valentínovich Plejánov, que a pesar de sostener una posición internacionalista y muy allegada a los movimientos socialistas y anarquistas en Alemania y el Imperio Austro-Húngaro, sostiene, sin abandonar sus ideas,  una posición nacionalista y favorable a la Entente, durante la Primera Guerra Mundial,  lo cual  le llevó  a serios conflictos con sus antiguos partidarios. Pretender ajustar la geopolítica rusa, dentro de una clasificación de tendencias geopolíticas, como la que presenta el británico Martín Wight: “realistas”,  “racionalistas” y “revolucionarios”, nos induciría a serios errores de apreciación.

La geopolítica rusa, presenta dos características particulares: la primera, formal: la desintegración de la antigua Unión Soviética y la segunda, subjetiva: el ansia de un renacimiento como potencia. Ambas condiciones,  aparentemente contradictorias, no lo son, pues presentan el mismo fenómeno que dio origen a los nacionalismos alemán e italiano, luego de la Primera Guerra Mundial y el que Francia presentó entre la guerra franco-prusiana de 1870 y la Primera Guerra Mundial y, que también España presento a raíz de la pérdida de sus últimas colonias.

Tras el desplome de la Unión Soviética en 1991 y la desmembración de su  territorio en varias repúblicas independientes, cada una, por su posición geográfica, con pretensiones propias  étnica y religiosa, y además con las peculiaridades de sus economías, presentan cuatro  ejes geopolíticos bien definidos: el primero, compuesto por Georgia y Armenia,  repúblicas caucásicas que no pertenecen al mundo islámico y cuyas preferencias se dirigen hacia los intereses europeos; el segundo, es el grupo formado por Kazajistán, Uzbekistán, Azerbaiyán, Tayikistán y Turkmenistán, que forman el cinturón islámico de Asia Central, y que, están redefiniendo su identidad, dentro del islamismo. El tercero es Ucrania, sede de la flota rusa en el Mar Negro, por lo que su posesión, es vital para Rusia. El cuarto, es Bielorrusia, que se definirá según sean los beneficios que pueda obtener y conforme a la fortaleza mostrada por  Rusia. Sobre estos cuatro ejes, giran el resto de países de la antigua Unión Soviética, que sostienen entre sí, conflictos étnicos,  religiosos y otros, por el control de las fuentes y  abastecimiento de energía.

Ante tal realidad, el pensamiento geopolítico ruso parece que  se rige por el eurasianismo: corriente geopolítica rusa, caída en desuso en los años 30,  pero que es hoy retomada como la Cuarta Teoría Política, pues es un estadio siguiente al liberalismo, marxismo y fascismo, pero entendido por Putin, como la consolidación del territorio Ruso actual (como la Rusia nacionalista, conservadora y confesional). Además plantea como área de influencia o hinterland,  a Irán, Turquía y los países árabes de Oriente Próximo, pues son pueblos que poseen  un modelo social, más solidario que el capitalismo.

La presencia soviética en África fue,  durante la Guerra Fría, muy importante, pero con la disgregación de la Unión Soviética, su presencia disminuyó y ya no fue relevante para la política exterior rusa, lo cual desvaneció su influencia, perdiendo  posiciones estratégicas. Mientras Estados Unidos, el Reino Unido y Francia, conservaban su poder en la región,   Ocupó China, el vacío dejado por la Unión Soviética. Hoy, India, Brasil, Arabia Saudita, Japón y Corea del Sur, ven en África la posibilidad de ejercer alguna influencia, mientras Rusia, apenas posee el en África el 1.5% de sus inversiones en el extranjero, aunque procura estimular sus antiguas áreas de influencia en Egipto, Namibia, Angola y Nigeria.

Pronto, después de la crisis de los misiles en Cuba (octubre de 1962), la Unión Soviética limitó su ayuda a la isla, hasta hacerla casi nula, en lo que la Habana llamó “el período especial” (cuya fase más dura fue en el período 1990-1993), esto marcó el desinterés Ruso en Latinoamérica, hasta que Venezuela inició la compra de armamento Ruso,  lo que aunado a la “nostalgia latinoamericana por Rusia” (de parte de los socialistas), favoreció la penetración diplomática Rusa, en los países del ALBA, pero con intención de favorecerse con bases militares en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Hay  aún analistas norteamericanos que no creen posible  la “expansión Rusa” en Latinoamérica;  esperan que su presencia se limite únicamente a contar con centros de abastecimiento para su Fuerza Aérea; no obstante sus pretensiones se  extienden también a Vietnam y Singapur. Es esto, un claro mensaje a los Estados Unidos, sobre las intenciones rusas de buscar un equilibrio por la penetración de su influencia en lo que considera “sus territorios” en derredor del núcleo vital ruso, especialmente en Crimea.

Las bases militares son una proyección del poder nacional, no sólo en el campo militar sino también en la  influencia política y  coadyuvan a la conservación de su soberanía. La Unión Soviética nunca tuvo en Latinoamérica, la posibilidad de poseer tal ventaja en durante  la Guerra Fría, y  es seguro que hoy aprovecharán el desvío de los Estados Unidos, sobre el continente, para asentar su presencia.

Estados Unidos ha buscado siempre la superioridad militar en la tecnología; sin embargo, el General británico Sir Richard Shirreff, que fungiera como Vice Comandante Supremo en Europa (OTAN), dijo: "Lo que hemos visto en las últimas dos décadas es una especie de desarme físico y moral... estamos en un lugar muy peligroso" y,  a este comentario, se suma el del Teniente General David Deptula,  exjefe adjunto de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, que dijo en relación a la edad y actualización de material bélico: "tenemos una fuerza geriátrica". Estas circunstancias se dan debido al alto costo del mantenimiento de su personal, a diferencia del de la rusa,  que es de bajo costo, lo cual  permítele una mayor inversión en equipo. Aunque la actualización militar de los Estados Unidos es constante, por los avances tecnológicos de los mismos, es más cara y, es menor la adquisición de material y equipo.

Brasil y Argentina, por sus precarias economías, quebradas por la corrupción y los desatinos populistas, ven en Rusia, una tabla salvadora a sus problemas, aunque ésta no tenga capacidad de prestar la deseada asistencia. México y Chile, por su dependencia económica de los Estados Unidos, siempre sostendrán buenas relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, pero países como El Salvador,  que se encuentra en un período de “transición”, porque no habiendo roto su vínculo con Estados Unidos,  pertenece ya, con plenos derechos, al ALBA, es un campo proclive a la penetración rusa; pues  su tamaño y economía son irrelevantes para los Estados Unidos, al igual que su política exterior e interna; interesándole únicamente temas migratorios y de seguridad delincuencial. Estados Unidos ya ha establecido su presencia definitiva en la Base de Palmerola (Honduras), lo que pone a su alcance táctico  toda Centroamérica y parte del Caribe.


Tal es la razón por la que nuestras autoridades salvadoreñas, han aceptado la presencia de oficiales rusos en el Colegio de Altos Estudios Estratégicos de El Salvador (CAEE), propuesta esta, que fue rechazada por Honduras y Guatemala. Las relaciones de ambas Fuerzas Armadas, primeramente sólo de forma “académica”, implican reciprocidad, pero permitirán  luego, formalizar algún tipo de cooperación,  lo que nos pondría en relación amigable, con una potencia antagónica a los verdaderos intereses de las naciones del continente americano.

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